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La contracumbre del G7 abre el debate sobre las formas de protesta: “Es incoherente llamar a destrozar el capitalismo mientras cuidan los bancos con voluntarios”

Iker Rioja Andueza

La fortísima presencial policial puesta en marcha por el Gobierno de Francia –apoyado por el de España– en torno al G7 de Biarritz que ha terminado este lunes ha conseguido sus objetivos por partida doble. La protesta y los incidentes habituales en otras cumbres internacionales han quedado minimizados y, además, entre los propios colectivos que han participado en la contracumbre los elementos más radicales tanto anticapitalistas-anarquistas como disidentes de la izquierda abertzale han mostrado un cierto malestar por el “pacifismo colaborador” de la organización de los actos alternativos a la agenda oficial, la plataforma G7 Ez!. Ya se apostó de antemano por el carácter no violento del movimiento y se remarcó que se opondrían a cualquier intento de reventarlo hasta el punto de movilizar voluntarios para custodiar puntos sensibles como bancos o estaciones.

Más que “contracumbre”, la agenda del centenar de colectivos que se han sumado a ella –que abarcan desde la izquierda abertzale hasta los chalecos amarillos pasando por Podemos, IU, sindicatos y organizaciones sociales– se ha convertido en una “precumbre”, con actividades alternativas hasta el sábado y una gran movilización pacífica y festiva entre Hendaya e Irún ese mismo sábado por la mañana, antes de que por la tarde Emmanuel Macron recibiera a los líderes de las principales potencias occidentales en el Hotel du Palais de Biarritz. Hubo más de 10.000 participantes más los 6.000 de las jornadas anteriores. Durante los días de celebración del G7 los actos llevados a cabo han sido pequeños y poco multitudinarios.

Las previsiones de protestas cambiaron de cuajo el sábado por la tarde, cuando una manifestación no convocada en Baiona –el núcleo urbano más próximo a una Biarritz inexpugnable– acabó con duros enfrentamientos con la Gendarmería, que empleó un cañón de agua y gases lacrimógenos. Los sucesos acabaron con la ciudad sitiada durante horas y 68 detenidos. Esa misma noche, en asamblea, se acordó suspender el plan original para el domingo, que incluía convocatorias simultáneas en varios puntos en torno a la zona blindada por el G7. Se planteó como alternativa un único “muro popular” pero también quedó suspendido finalmente. La organización alegó que el clima policial no ofrecía “condiciones mínimas” para el desarrollo pacífico de las movilizaciones. Los chalecos amarillos tampoco han realizado grandes acciones por su cuenta.

“¿Y ahora qué hacemos?”, se preguntaban unos vascos castellanoparlantes en el centro de Baiona el domingo en previsión de una nueva manifestación a las cinco de la tarde convocada por redes sociales pero que quedó en nada por el ingente despliegue de antidisturbios, que volvió a cerrar las calles y puentes de la localidad labortana a cal y canto con camiones especiales. El sábado, en la manifestación entre Hendaya e Irún, otro asistente reflexionaba: “La contracumbre llama a destrozar el capitalismo mientras cuidan los bancos con voluntarios. La incoherencia es ésa”.

Este tipo de protesta ha generado malestar entre los elementos más radicales de la oposición al G7. Las diferencias ya se hicieron sentir el viernes por la noche en el campamento para los asistentes a la contracumbre, ubicado en Urruña, cerca de Hendaya pero algo alejado de Biarritz. Allí hubo 17 detenidos por altercados. Se arrojaron piedras, vidrio y pirotecnia a la Policía movilizada y se montaron barricadas. “Aunque fuese durante apenas unas horas, los disturbios convirtieron en zona de combate un campamento que, hasta entonces, había pretendido mostrarse ante la opinión pública bajo un estandarte legalista que a nosotras simplemente nos daba asco”, argumenta un grupo de anarquistas en un comunicado al que ha tenido acceso este periódico y en el que critican que “todas las expresiones de descontento con el G7” han parecido quedarse en una alternativa “institucional y reformista”.

Estas críticas se han traducido en pintadas en el campamento. “No tenemos ni aceptamos ninguna jerarquía”, valoran los anarquistas. Otro colectivo francés llamado Chats Noirs ('gatos negros') ha plasmado también por escrito su desazón por no haber planteado una estrategia “ofensiva” contra el G7. Entiende que la organización de la contracumbre ha jugado al “discurso securitario” y ha orillado la “lucha”.

Los disidentes de la izquierda abertzale contrarios al cese del terrorismo –un sector muy minoritario que se organiza en torno a grupúsculos como ATA o Herritar Batasuna– también ha cuestionado el modo en que se ha desarrollado la contracumbre y, singularmente, la dirección de EH Bildu de esta oposición. Según ha difundido en sus foros, la izquierda abertzale vierte “lágrimas de cocodrilo” contra el G7 mientras facilita Gobiernos del PSOE en España o Navarra. ATA ha aplaudido la “energía, audacia y determinación” de los manifestantes de Baiona o del campamento de Urruña y, al mismo tiempo, lamenta el “pacifismo putrefacto” de la organización. Este lunes han convocado un acto propio en Biarritz que ha pasado completamente inadvertido.

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