Qué bonita es la amistad
Siempre me ha producido asombro escuchar a líderes y políticos ilustrarnos sobre las bondades del diálogo y la negociación como si ellos acabaran de descubrirlas y nosotros aún nos moviéramos en la dolorosa oscuridad del enfrentamiento y la imposición. Suena tan chusco como oír a un mecánico explicando que acaba de descubrir lo útil que puede resultar la llave inglesa para su trabajo, o a un pintor confirmando el gran avance que ha supuesto para su tarea el novedoso rodillo cuya existencia le acaba de ser revelada.
El presidente Sánchez –un mes en Moncloa y ni una rueda de prensa- y el president Torra acaban de descubrirnos que, en España, se puede hablar de todo, que se puede estar de acuerdo en que se puede no estar de acuerdo y que negociando se entiende la gente y se resuelven los problema en democracia. Torra ya no es el Le Pen español y Sánchez ya no es un cómplice del malvado Rajoy y su autoritario 155. Ha costado, pero hemos llegado. Quienes han defendido siempre el diálogo y la negociación como herramienta política en Catalunya deberán soportar en silencio que, ahora, vengan unos y otros a explicarnos sus bondades y cómo debe hacerse para hacerlo bien. Paciencia, es por una buena causa. En política no va de tener razón, va de arreglar los problemas.
Además de exaltar la amistad como se merece, sería bueno que empezásemos a hablar claro; no vayamos a perdernos otra vez en la maraña de medias verdades y buenas palabras que han complicado aún más el laberinto catalán. La comisión bilateral ni se activa ni se desactiva, funciona cuando ambos gobiernos negocian y llegan a acuerdos. A los gobiernos de Rajoy y Carles Puigdemont y Torra no les interesaba llegar a acuerdos, a los ejecutivos de Sánchez y Torra, sí; esa es la gran novedad y esa es la buena noticia.
Ignoro por qué el president Torra no puede decir que, sin renunciar a la autodeterminación y a la independencia, cambia de estrategia y desde hoy el independentismo vuelve a estar dispuesto a seguir desarrollando el Estatut. También se me escapa por qué el presidente Sánchez y su gobierno no pueden dejar de seguir enarbolando la constitución y las leyes para hacer política sin que parezca que la hacen, en lugar de hacerla y explicarla sin complejos. Puede que el Partido Popular ya no esté en el gobierno, pero parece claro que su relato aún sigue mandando.