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Que comiencen los juegos

Una persona vota en los comicios.
9 de abril de 2023 22:09 h

28

La vuelta a España en ochenta procesiones que se ha marcado Núñez Feijóo esta Semana Santa, las giras internacionales al estilo “Si hoy es martes, esto es Bélgica” del presidente Sánchez o el Domingo de Ramos de la angelical vicepresidenta Díaz sólo han sido un precalentamiento. Ahora empieza lo bueno.

Le llaman precampaña, pero desde hoy ya estamos en campaña para las municipales y autonómicas del 28M. Ya nada será casualidad, aunque pueda parecerlo. Tampoco se crean que todo lo que vamos a ver y a escuchar responde a planes cuidadosamente elaborados. En política la realidad siempre supera a la ficción.

Todos se juegan mucho en mayo. Guste o no, y cuestiones metodológicas aparte, este 28M será lo más parecido a una primera vuelta de las elecciones generales. Los mismos protagonistas que se espantan de que se comparen en esos términos comicios tan dispares se han ocupado de que así sea.

Quien más se juega es quien más empeño ha puesto en plantearlas como el primer asalto del combate por la Moncloa. Repitiendo la misma estrategia que cavó la tumba política de Pablo Casado y encumbró a Díaz Ayuso, el PP y Núñez Feijóo han convertido las elecciones de alcaldes y presidentes regionales en otro referéndum anti-Sánchez.

La gran ventaja de semejante estrategia reside en mantener muy movilizado a su electorado con la idea de darle estopa electoral al presidente rojosatánico. Su mayor problema estriba en que exige triunfos aplastantes, territorios conquistados y cabezas cortadas a exhibir ante los fieles; y no está ni mucho menos claro que vayan a darse esa noche.

Allí donde parece más probable —Madrid— la victoria nunca será de Feijóo, sólo la derrota sería suya. En el resto de las regiones y capitales al PSOE y a Sánchez les basta con resistir o perder por la mínima y obligando a pactar con Vox. A Feijóo se le exige ganar por goleada un partido donde juegan los demás. Un empate sería una victoria socialista; si además consiguiera avances relevantes en Catalunya, se convertiría en una victoria.

A su extrema derecha anda también acuciado el socio potencial de los populares. Santiago Abascal y Vox se juegan revertir el inexorable camino a la insignificancia que iniciaron en las elecciones andaluzas. Un resultado que confirme esa tendencia aceleraría de manera exponencial el trasvase de votantes de vuelta al PP y envenenaría aún más las relaciones, ya bastante tóxicas, en el seno de la ultraderecha española. Un tanteador que obligase a Feijóo a pactar significaría un salvoconducto para llegar hasta las generales y dispararía los nervios en los cuarteles populares de Génova.

A la izquierda del PSOE tampoco van bajas las apuestas. Tanto se anuncia el mal resultado de Podemos que, como a los socialistas, les basta con resistir o perder por la mínima para convertir la noche electoral en una derrota de todos los demás. Si Yolanda Díaz cree que los resultados no se le aplican porque Sumar no se presenta, descubrirá esa jornada lo mucho que se equivoca. Igual que le sucede a Feijóo, las derrotas serán suyas y las victorias pertenecerán a sus socios. Aunque lo más triste de la noche estará, sin duda, en el cuartel de campaña de Ciudadanos; ni una victoria les salvaría ya de la derrota.

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