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La derecha franquista no puede gobernar en democracia

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera, en el estrado en la manifestación en Colón contra Pedro Sánchez.

Javier Pérez Royo

Hace unas semanas eldiario.es le hizo una entrevista a Iñaki Gabilondo, quien, a la pregunta de cuál era su opinión respecto de Vox, respondió que él tenía 33 años cuando murió Franco y que sabía, por tanto, muy bien lo que era el franquismo. Eso es Vox, añadía.

Esa sombra del franquismo a través de Vox es lo que, desde el resultado de las elecciones andaluzas, se ha venido proyectando sobre el país. Especialmente porque tanto el Partido Popular como Ciudadanos lo han no solo permitido, sino propiciado. La invitación de Casado el viernes pasado a que Vox ocupara en el futuro Gobierno de la derecha tras el 28-A el lugar que quisieran ocupar, era el último paso hacia ese retorno al pasado. A la derecha inequívocamente franquista se le abrían las puertas del Gobierno de España.

Y esa sombra es la que se ha difuminado con los resultados electorales de este domingo. Para gobernar como lo hizo Franco es necesario una guerra civil y una dictadura. En democracia un nacionalismo español de esa naturaleza no es mayoritario. Es claramente minoritario.

Esto lo entendió Adolfo Suárez y los demás políticos del régimen de Franco que lo acompañaron en la Transición. UCD fue el proyecto político de dirigir España desde la derecha, pero en democracia, distanciándose de lo que había sido el franquismo.

Ese proyecto político tendría una duración muy breve. En 1982 desaparecería y AP, un partido constituido por siete exministros de Franco, liderados por Fraga, con la finalidad de proyectar en la democracia española le herencia del “antiguo régimen”, se quedaría con el espacio político de centro. Muy reducido en tamaño durante más de una década, en torno al 25% del electorado, pero claramente hegemónico en el espacio a la derecha del PSOE. Esa herencia del “antiguo régimen” no ha dejado de estar presente desde entonces en la derecha española. Hábilmente escondida durante algún tiempo dentro del PP, pero ocupando su espacio y condicionando el debate político en el interior del PP y en sus relaciones con los demás partidos.

Esa España franquista es muy minoritaria. Lo fue con Fraga y los “siete magníficos”. Y lo está siendo con Santiago Abascal y Vox. Pero ha tenido una enorme capacidad de atemorizar, sobre todo en el interior de la derecha. Nadie se ha atrevido a plantarle cara y por eso han crecido de la forma en que lo han hecho. Es la cobardía de Pablo Casado y Albert Rivera, con la supercobardía de José María Aznar por detrás, a pesar de su fanfarronería, los que han permitido que esa derecha franquista pareciera que tenía algo que decir, cuando en realidad su discurso no tiene nada que ver con la sociedad democrática española. Aunque estamos pasando por una crisis de una notable intensidad y aunque nuestro el futuro de nuestra democracia genera incertidumbres, no por ello el franquismo despierta atractivo de ningún tipo.

Esto es lo que ha certificado el resultado electoral de este domingo. Es el mensaje más importante de estas elecciones. Se ha descartado el espejismo del franquismo como potencial alternativa de futuro. Con ello se ha despejado también la posibilidad de recurrir al 155 CE y se ha evidenciado la necesidad de hacer política para conseguir la integración de las “nacionalidades” en el Estado de una manera que resulte aceptable de forma general. Los resultados electorales en Catalunya y Euskadi hablan por sí solos.

Esto no quiere decir que las dificultades para formar Gobierno y dirigir políticamente el país no vayan a ser enormes. Lo van a ser. Pero este resultado electoral ha despejado la duda que todavía sobrevolaba sobre el país 80 años después del fin de la guerra civil. Se acabó. No hay alternativa franquista a la democracia española. Ya era hora. Hemos tardado mucho en llegar hasta aquí, pero, como dice el refrán, más vale tarde que nunca

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