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¡Es la economía, estúpido! y es la corrupción moral

Manos

Rosa María Artal

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He dudado si comenzar esta columna por el principio o por el final de lo que estimo se debe hablar. Lo haré por la conclusión, una de ellas, de la cadena que se inicia mucho más atrás. Se nos ha roto el alma –a quienes la tenemos – al ser cuantificada la cifra de 62 ancianos que han muerto en Madrid, solos, en su casa. Los han encontrado los bomberos. Atentos a los lances políticos o similares, no se prestó atención al parecer a todas las señales de alarma previas. Los bomberos de Madrid venían abriendo un 50% más de puertas en la capital desde marzo. Y encontraron dentro personas muertas o enfermas. Muchos ancianos entre ellos. Se sumaban a la masacre ejecutada en las residencias de ancianos. Más de 11.700 de los recluidos en geriátricos han muerto por coronavirus o con síntomas compatibles. La mitad en Madrid. En ellas, algunos pasaron de la cama a la morgue, sin tránsito siquiera por el hospital. En la Comunidad de Madrid han muerto en sus casas durante la pandemia 847 personas.

Es el final, en efecto, de una concepción de la vida basada en el egoísmo y en situar la rentabilidad económica como prioridad absoluta de las sociedades, relegando la búsqueda del bienestar de las personas que las componen.

Porque vamos ahora, si me acompañan, a uno de los comienzos, que no principios que de esos anda el Poder en la sombra bastante falto. A aquel día de julio de 2012, donde Andrea Fabra, diputada del PP por una familia de relevantes pringados por corrupción, dijo ante un recorte a las prestaciones de los parados: “Que se jodan”. En febrero, apenas llegado Mariano Rajoy al Gobierno, ya habían aprobado la Reforma Laboral contra los trabajadores más lesiva de la democracia. Consagró el despido barato, la supresión de derechos laborales consolidados y precarizó de forma alarmante el trabajo en sí. Llegaron los asalariados pobres, sin recursos para afrontar pagos esenciales pese a tener un empleo, y se intensificó el éxodo de muchos jóvenes a los que además se les exigió el voto rogado para poder ejercer su derecho.

Estamos asistiendo a una escalada brutal contra el Gobierno de coalición por haber anunciado la derogación de esa ley destructiva y haberse desdicho luego por presiones. Si esto viene ya así, se espera que la gota que colme el vaso sea el impuesto a las grandes fortunas. Y ya el desborde completo si además se aprueba un ingreso mínimo vital para gente muy necesitada. Son acciones que molestan mucho a los aposentados.  Es conveniente recordar, sin embargo, que en democracia, la política de los gobiernos no se dicta desde las direcciones de los medios, que en ciertos casos es lo mismo que decir las direcciones de entidades financieras.

El Gobierno de coalición está tratando de contener una emergencia sanitaria sin precedentes. Y ha de hacerlo avanzando sobre el alambre, presionado por piratas varios y rodeado de un foso de pirañas. La búsqueda de alianzas de consenso es para mantener el estado de alarma en aras de la salud. Para otros, la COVID-19 es como los accidentes de tráfico; si te toca, te tocó. Por cierto, Madrid ha conseguido pasar a la fase 1. Cualquiera se resistía a las coacciones. Aunque ni siquiera algunos centros de Atención Primaria funcionan al ritmo habitual. A mí no me extrañan las contradicciones del gobierno, porque en el clima que nos han fabricado a la sociedad decente lo raro es no estar dando alaridos todo el día. Veremos qué factura nos pasa. Emocional de un lado: es una estrategia perversa aumentar la ansiedad buscando el poder por malas artes. Y como sociedad: muchos medios -la televisión pública RTVE incluida- escriben “el relato” a la ultraderecha que es en este momento un llamativo gancho de desestabilización. Y es preocupante.

La frase de “Es la economía, estúpido” con la que titulo procede de la primera campaña electoral del demócrata Bill Clinton, en 1992, otro insigne precursor de lo que tenemos ahora. Y entiendo que esa prioridad es devastadora cuando se da con la corrupción moral que impregna a élites no electas en España. Ése es el drama. Le están diciendo al gobierno salido de las urnas que hay partidos “malos” como Bildu -que no es ETA aunque se diga torticeramente- y “buenos” como Ciudadanos, PP y ese Vox que no molesta en el paquete. Porque ellos deciden qué conviene a la economía de las empresas, no a la de los trabajadores. 

La escandalera de los medios, este viernes, desde el alba, pide tumbar al Gobierno por querer derogar la Reforma Laboral que iba en su programa. Ese es el nuevo jirón que abre las carnes de los poderosos y sus voceros. Se han aplicado a fondo y no lo pueden decir más claro. El País (Hemorragias políticas y socios inadecuados), El Mundo (El problema es el narcisista sin escrúpulos) y ABC (Imposible continuar así), comparten la idea editorial y la estrategia, pueden clicar en cada uno. Hay que acabar con este gobierno y ya está. 

El interés por mantener “el marco laboral” que interesa al poder económico de algunos periodistas no parece valorar el terrible momento de precariedad que muchos sufren. Las colas del hambre, dice Aznar, cuyo partido propició las condiciones que abocaban a esa pobreza, de la mano de su designado sucesor, Rajoy, bien es verdad. Ahí sí que dieron buenos tiros a los pies y al estómago de millones de ciudadanos. El Informe AROPE sobre el Estado de pobreza, aún mantenía en 2019 a más de la cuarta parte de la población española en esa situación de precariedad y riesgo de exclusión social. Las colas de la miseria ética son las que verdaderamente nos enfangan ahora. Y hay unas cuantas. Ojalá la justicia les llevara a experimentar las de la reparación.

Toda la basura patria aflora durante esta crisis sanitaria que se va solventando bien a pesar de las zancadillas. Por más que avisamos de que la teníamos apestando la cocina, en un remedo del síndrome de Diógenes, no hubo forma de tirarla a los contenedores. Y, llegada la riada, nos tiene el país perdido. Pero, con ganas, la basura se limpia.

El Consejo de Ministros no debe dejarse intimidar. Son ellos quienes gobiernan, por mandato democrático. Es una coalición, hay distintas orientaciones y hasta personalidades. Quienes quieren tumbar al Gobierno y por qué, es evidente: ya se han quitado por completo las caretas. La forma en la que se salga de esta crisis va a condicionar nuestro futuro. Sería suicida apostar por el neoliberalismo y la trampa que nos trajeron hasta aquí. A ese fondo donde anidó el coronavirus.

Y ahora volvamos al principio. A la muerte en soledad, en los hospitales saturados por la precarización, en los domicilios a los que no miró la codicia. El último estadio de la degradación a la que habíamos llegado es éste. Los ejecutores y secuaces de esta tragedia no tienen intención alguna de pararla. Es la economía, estúpidos; con una amplia dosis de corrupción moral.

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