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Cuatro errores económicos que el PSOE no debería repetir

El PSOE ya tiene nuevo Secretario General, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, que tiene la responsabilidad de liderar una transformación radical del funcionamiento interno del partido, de sus formas de relacionarse con la sociedad y de su contenido programático, para volver a conectar con la ciudadanía y optar a gobernar de nuevo el país. Y entre esos cambios programáticos, los que se refieren a la política económica deben ocupar a nuestro juicio un lugar central. Porque una de las cuestiones que precisamente han propiciado de forma más evidente la pérdida de confianza de su electorado ha sido la política económica que ha desarrollado durante sus años de gobierno. Es una opinión bastante extendida que las diferencias entre PSOE y PP (los dos partidos, hasta ahora, con opciones reales de gobernar en España) han sido y son evidentes en materia social y de derechos ciudadanos, pero mucho menos perceptibles en materia económica.

Esta percepción no afecta solo al PSOE, sino al conjunto de la socialdemocracia europea, cuyas posiciones en materia económica se han visto contaminadas de los planteamientos del discurso neoliberal, aplicando cuando han gobernado políticas que, en sus rasgos esenciales, poco se han diferenciado de las realizadas por los partidos conservadores. El brusco giro dado a las políticas puestas en práctica en mayo de 2010 a nivel europeo, con la imposición de una agenda de austeridad a ultranza, aceleró este proceso de divergencia entre la política económica aplicada por los los grandes partidos de raíz socialdemócrata de Europa y los deseos de sus potenciales votantes, aumentando su desafección. La reciente actuación del gobierno francés de Hollande y Valls sirve para ejemplificar esta deriva.

En el caso del PSOE este proceso ha sido muy notorio y, sin duda, tiene mucha responsabilidad en el continuo desplome de sus apoyos electorales. El auge de Podemos en las últimas elecciones europeas quizá haya servido para poner de manifiesto, en contra de determinadas interpretaciones, que si el Partido Socialista ha perdido apoyos no es por no contentar a los votantes de centro, sino por perder su identidad como referente de la izquierda democrática de nuestro país, y con ello, su credibilidad como partido de gobierno que puede confrontar un programa de izquierda realista con el defendido por la derecha.

No se pretende en absoluto en estas líneas analizar todas las cuestiones que reflejan esa deriva liberal, sino tan solo apuntar algunos de los campos en los que la misma ha sido más visible, a nuestro juicio, para la ciudadanía:

1. La política de austeridad practicada desde 2010 y los criterios de estabilidad presupuestaria. El brusco giro de mayo de 2010 supuso la renuncia a cuestiones esenciales de la política económica que las bases del partido no han asumido. Con todo, a ese episodio se le suele conceder el atenuante de la extrema presión que sufrió el gobierno y el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero en ese momento tan delicado por parte de Alemania y los halcones de la disciplina fiscal. Pero lo que no le han perdonado al PSOE muchos de sus potenciales votantes es la reforma del artículo 135 de la Constitución, insertando con alevosía una sesgada estabilidad fiscal en el corazón de nuestras normas esenciales. Un absurdo económico que, para muchos simpatizantes, ha ejemplificado una cesión irreversible de principios frente a quienes han apostado desde hace cuarenta años por un modelo económico y social muy diferente al que ha defendido el PSOE en su larga historia. Todo ello agravado con la apresurada forma en la que se llevó a cabo esta modificación, hurtando el debate a los ciudadanos, y pactando con el Partido Popular. Buena parte del electorado socialista percibió (y percibe) esa cuestión como una traición económica y democrática cuya reparación exige algo más que una disculpa o el recurso al argumento de la responsabilidad. Además, otorga una formidable arma dialéctica en manos de otras fuerzas políticas.

2. La política tributaria. Los gobiernos socialistas achataron las tarifas del IRPF, reduciendo su número de tramos y sus tipos; acentuaron el trato diferencial y más favorable para las rentas del capital; redujeron los tipos del Impuesto sobre Sociedades, y lo llenaron de deducciones hasta reducir su tipo efectivo a niveles muy bajos; subieron los impuestos indirectos (IVA e impuestos especiales); eliminaron el Impuesto de Patrimonio (que a última hora recuperaron, tarde y mal); y permitieron por inacción la consolidación de un nivel de fraude desmesurado. Si nuestro sistema tributario recauda poco y es injusto es, en gran medida, porque el PSOE se dejó seducir por las tendencias más liberales con poca resistencia, y usó, como suelen hacer todos los gobiernos, los impuestos como arma electoral (ahora lo está haciendo el gobierno del PP, de forma flagrante). Sucede que la información sobre los impuestos, el quién y cuánto paga, es afortunadamente cada vez más conocida, y traslada una idea muy potente sobre la justicia de la acción de gobierno. Y sin unos impuestos justos y redistributivos, la aceptación social de cualquier política económica se resiente mucho, sobre todo en época de crisis.

3. La política laboral. La reforma laboral del Partido Popular en 2012 ha sido tan brutal, que no hay que restarle ni un ápice de protagonismo en el destrozo que está propiciando en términos de pérdida de derechos y desmantelamiento del mercado laboral como institución clave para el desarrollo del país. Pero dicho esto, la política de empleo es otra de las parcelas en las que PSOE fue abdicando en gran medida de sus posiciones progresistas, y en cierta medida allanó el camino para que el PP aplicara la suya. Las sucesivas reformas laborales que adoptó a lo largo de sus 20 años de gobierno, en sus dos etapas, introdujeron medidas tendentes a la desregulación y al aumento del poder empresarial, sin obtener ganancias de eficiencia que justificaran esta deriva. En distinto grado según la época, los gobiernos del PSOE toleraron una temporalidad abusiva y fraudulenta, redujeron el coste del despido, introdujeron las empresas de trabajo temporal sin potenciar los servicios públicos de empleo, redujeron la prestación por desempleo, etc. La desconexión con los asalariados (y con sus legítimos representantes, los sindicatos) no es buena noticia si un partido lleva en su nombre la palabra socialista y aspira a obtener la confianza de una mayoría de ciudadanos para gobernar en solitario.

4. La relación con los mercados de grandes sectores estratégicos. Nos referimos aquí a la escasa beligerancia de los gobiernos del PSOE frente a las conductas de las grandes empresas de los sectores clave del país, consintiendo un desarrollo desmesurado y, en ocasiones, oligopólico, de esos negocios. Y, de forma paralela y en clara asimetría, a la desatención al negativo impacto que la hipertrofia de esas empresas y sectores y su actitud lobbista generó sobre los ciudadanos. En especial, en los sectores financiero, de telecomunicaciones, energético y de vivienda. Esa escasa beligerancia, además de muy negativa para el funcionamiento eficiente de la economía en su conjunto, refleja un sesgo de la política económica muy proclive a los grandes grupos de interés y a los llamados mercados (que vienen a ser lo mismo), limando el papel del sector público como corrector de desigualdades. En definitiva, se amparó un crecimiento económico desequilibrado, sin prestar la debida atención al reparto de los beneficios y al impacto a largo plazo sobre las condiciones de vida de las personas.

Una rectificación en estos cuatro ámbitos económicos nos parece central para que el PSOE recupere la credibilidad perdida y desmonte con fundamento la dañina e injusta asimilación “PPSOE”, que ha calado entre muchos de sus potenciales votantes. La política tributaria y la laboral están bastante bien orientados en las resoluciones de la Conferencia Política de noviembre de 2013. Respecto al artículo 135 de la CE, el PSOE debería reconocer sin ambages su error de entonces y promover la reversión de esa reforma en el seno de un cambio constitucional de mayor calado. Por último, es también imprescindible dotarse de los equipos humanos y profesionales adecuados. En demasiadas ocasiones los responsables de Economía de gobiernos del PSOE han ejercido de poderosa oposición interna, mostrando una preocupante discrepancia ideológica. Esto no debería volver a pasar. De entrada, sería deseable que el candidato a Presidente del Gobierno diera a conocer de antemano la/s persona/s designada/s para dirigir el área económica.

En definitiva, se trata de demostrar con hechos que el PSOE tiene una política económica realista y alternativa a esta conservadora que desgraciadamente se ha adueñado de las respuestas a esta dolorosa crisis, en cuya génesis están precisamente las propias políticas neoliberales y su visión desreguladora de los mercados.

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