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Están entre nosotros

Yorokobu

Juanma Jiménez —

“Llevan siglos entre nosotros”, oigo en el anuncio promocional de un nuevo programa de televisión. “Pensamos que los conocemos…”, puntualizan. El programa, asegura, se acercará por primera vez en la Historia a un extraño grupo de personas para tratar de ver quiénes son y cómo viven. La verdad es que oyéndolo da miedito. ¿Quiénes serán esos tipos que están entre nosotros? Inquieto, elevo el volumen del televisor. Si hay algún tipo de amenaza, mejor estar informados. Quizás sea el momento de sacar el 'kit' antizombies. Aunque, ahora que lo pienso… ¿y si están entre nosotros y no somos capaces de detectarlos, como en la peli La Invasión de los ultracuerpos? Mmm… Finaliza el anuncio. Me quedo pensativo… Resulta que yo soy parte de los que están entre nosotros. Al parecer, oculto y escondido desde hace siglos. Agazapado. Y yo sin enterarme.

Vale. Me habéis pillado. Lo confieso: yo estoy entre vosotros. Soy gitano. Pertenezco a la principal minoría étnica de nuestro país, con más de 850.000 personas. Y un programa de TV va a tratar de sacarme a la luz. Supongo, por el tono de la publicidad, que con grave riesgo de sus vidas… Veo algunos capítulos del programa. Pero no me reconozco. Debe tratarse de algún fallo. Hablo con otros gitanos de mi entorno por si el error es mío. Parece que no. Ellos tampoco se reconocen.

Bueno… debo admitir que mi pinta tampoco ayuda: 1'90 de estatura, gafapastas tipo nerd, polo Fred Perry, vaqueros pitillos, 'zapas' Adidas, más blanco que Drácula… joder, no es que no parezca gitano. ¡Es que casi ni parezco español! Pero… ¿y mis otros familiares y amigos gitanos? ¿Por qué ellos tampoco se reconocen? Está claro que sigue existiendo un desfase entre lo que dicen que somos y lo que percibimos. Entonces ¿qué nos hace diferentes, en 2013, a los españoles de etnia gitana de aquellos que no lo son?

Si algo caracteriza al pueblo gitano es su heterogeneidad, así que solo puedo hablar desde mi experiencia. Soy sevillano. Estoy en la treintena larga (dejémoslo así…) y soy periodista. Pertenezco a ese sector de población gitana que se ha dado en llamar –con mayor o menor fortuna- 'gitanos invisibles'. Por no obedecer al tópico instalado en el imaginario gaché* (ya saben… pelo largo, cadenas de oro tipo M.A. Baracus, ojos negros y piel aceitunada), solemos pasar desapercibidos. La gente puede cruzarse con nosotros (incluso compartir habitación de hospital) sin saber que han estado rodeados de gitanos.

Pertenezco a la actual 'clase media' gitana. Mi generación es la primera en la Historia que ha ido a la Universidad y la que ha dado los primeros licenciados gitanos, en su mayoría mujeres: abogados, médicos, sociólogos, filólogos, periodistas… Nuestros padres trabajaron en profesiones similares a las del resto de los españoles y, al igual que la sociedad española postransición, fueron ascendiendo económicamente al tiempo que lo hacía nuestro país.

Ni yo ni mi familia hemos sufrido jamás el menor episodio que pueda ser considerado racista. Hemos vivido en los mismos barrios que el resto de la población, estudiado en los mismos colegios y jugado en los mismos parques. Mi familia pertenece a ese 40% de gitanos que se declara católico (frente al 60% que actualmente se declara evangelista), aunque luego cada uno viva la religiosidad a su manera (o, simplemente, no la viva). No nos casamos por el rito del pañuelo desde hace más de 100 años, como muchos otros gitanos de la Baja Andalucía.

La única Ley Gitana que tenemos es la que emana de la Constitución Española de 1978. Y el único patriarca que hemos conocido es el de la caja de mantecados de Estepa.Como el resto de gitanos españoles, tengo un fuerte sentimiento de pertenencia al lugar donde nací, lo que rompe el mito romántico del nomadismo gitano. Me siento profundamente andaluz y español. A diferencia de los romaníes europeos, no hablamos la lengua gitana desde hace siglos, aunque pervivan entre nosotros muchas palabras de nuestro antiguo idioma que también hemos regalado al castellano.

Me gusta el flamenco (soy purista: Fernanda y Bernarda, Terremoto, Agujetas…) aunque mi banda sonora se nutre principalmente del indie, con fuertes influencias mods, punks y electrónicas. Soy un desastre bailando flamenco aunque, por alguna extraña razón, tengo bastante sentido del ritmo que se traduce en mi manía de sacarle compás por palmas a clásicos del rock'n'roll.

Al igual que el resto de los gitanos españoles, mi familia se extiende más allá de la nuclear, para considerar familiares directos a primos segundos, hijos de primos, tíos abuelos… En este sentido, damos gran importancia a los 'ritos vitales' que nos permiten reunirnos: bautizos, comuniones, pedidas, bodas, onomásticas, Semana Santa, Navidad. Guardamos luto por nuestros familiares del mismo modo que se sigue haciendo en Andalucía: con pena y sin estridencias. Incluso con humor, recordando en los velatorios antiguas anécdotas familiares. Jamás he conocido esa 'pena negra' desgarrada que enluta a las mujeres de por vida en un manto negro…

Vale, vale… veo algunas manos levantadas. Escucho las primeras protestas: “es que esa realidad que describes no es la de todos los gitanos”, “es que tú eres de un nivel social acomodado”, “es que tú ya no eres gitano” (¡ouch…! esta es, quizás, la queja que más duele).

En efecto. Esta es mi realidad. Y, me consta, la de cientos de miles de gitanos españoles. Es cierto que no es la realidad de los gitanos que viven en chabolas (menos del 5%). Ni la de ese 18% de gitanos que no saben leer ni escribir. Ni la del 36% de gitanos actualmente en paro (frente al 26% del conjunto nacional). Ni la de las barriadas marginales… Pero es nuestra realidad. Y es tan válida -y tan gitana- como la que hemos visto en decenas de programas sensacionalistas de televisión. Con la diferencia de que a nosotros no nos ponen una cámara delante.

Cada vez que me preguntan qué nos diferencia a los gitanos de los gachés doy la misma respuesta: en lo básico, nada. Pequeños matices, tal vez. Y, en algunos casos, más marcados por las diferencias socioeconómicas que por cualquier otra.

En definitiva, supongo que los gitanos aspiramos a lo que todo el mundo: tratar de vivir decentemente en compañía de nuestros seres queridos y ser medianamente felices. Que no es poco…

*Gaché: en romanó-caló, la antigua lengua de los gitanos españoles, es el plural para nombrar a los individuos no gitanos (gachó, en singular). Preferible a payo, por ser ésta una palabra no gitana.

Artículo publicado en Yorokobu

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