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Lágrimas de nacionalistas españoles

El expresidente catalán Carles Puigdemont, en una imagen de archivo.
25 de septiembre de 2021 21:22 h

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Detienen a Puigdemont en Cerdeña. La caverna celebra, algarabía y algazara en el extremo centro, entusiasmo desatado en el chavesnogalismo. Bustos festeja la hermandad ítalo-española y eleva a los altares el Supremo como garante de la grande y libre. Amón glosa a Llarena como el héroe constante y silente que atrapa al miserable. El himno suena en sus casas, potente y cipotudo, con una letra épica imaginada en la que los sediciosos caen por gloria y gracia de sus tercios togados. Apuran el bourbon y cierran su párrafo final. Puigdemont encerrado, el Gobierno caerá. Las primeras del periodismo patrio preparan la sentencia. Liberan a Puigdemont, la leche se derrama como las lágrimas de los nacionalistas españoles. 

Edgar Straehle nos trajo una cita de Giambattista Vico que sirve de manera un poco cruel para mostrar la incontinencia jacarandosa de quienes celebraron la detención de Carles Puigdemont sin tener demasiado conocimiento de lo que suponía: “Los hombres, ignorantes de las causas naturales que producen las cosas, cuando no pueden explicarlas ni siquiera por cosas semejantes, atribuyen a las cosas su propia naturaleza”.

El pensamiento ilusorio ha sido durante muchos años patrimonio del mundo independentista, pero cada vez más se está trasladando al mundo nacionalista español que solo concibe el conflicto, el enfrentamiento y la venganza como modo de dirimir las divergencias políticas con una parte de Cataluña que no comprenden y a la que solo quieren dominada. 

Todos los análisis sobre la detención de Puigdemont que pronosticaban el fin del Gobierno, antes de comprender el lío jurídico, parten de un deseo reprimido. El reaccionario patrio ya tenía la hoja de ruta, Puigdemont sería juzgado en España de manera inmediata, lo que acabaría con la mesa de diálogo y por traslación con el Gobierno de coalición. La realidad es que ese análisis mostraba más la ilusión que les hacía que el movimiento de la Policía sarda echara por tierra todo lo que la desinflamación nacionalista ha logrado que lo que muestran los hechos. Ni doce horas les han durado ese diagnóstico atribulado que confundía sus sueños húmedos con la vía que ha tomado la política en Cataluña. 

Si algo ha quedado claro durante el lustro perdido del procesismo es que el diálogo desune al independentismo y facilita la convivencia, mientras que el conflicto los une hasta hacerlos hegemónicos en Cataluña. Les interesa esa algarada constante, porque enardece las bases del nacionalismo español en el resto de las regiones. Quien quiera una España sin conflicto entre nacionalistas tiene que abogar por el diálogo, el fin de la represión y el reconocimiento por parte de los independentistas de que la vía unilateral solo sirve para envalentonar el fascismo y las ganas de venganza del Estado Profundo. Por eso ni JxC ni Vox quieren que nadie se siente a hablar, porque es la gasolina que necesitan para sobrevivir. 

De la reacción española nunca he esperado más que dolor y traición, de la catalana, de Puigdemont, solo espero que haga el menos daño posible a la convivencia entre iguales, y eso se consigue dejando que el señor haga sus cosas folclóricas por Cerdeña sin que nadie le preste demasiada atención, viviendo bien en Waterloo a costa de aquellos que se compran el carné de la república y las genuflexiones de sus albanodantes, perdiendo el tiempo como europarlamentario. Puigdemont dando vueltas por Europa. Un señor de derechas haciendo sus cosas de derechas sin molestar demasiado, porque se hace más daño a España deteniéndolo y juzgándolo con la hiel y la inquina de llarenas y marchenas que dejándole vivir en paz. Ya habrá tiempo de hacer justicia cuando la bunkerizada de las togas sea democratizada. 

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