Miren a los ojos de esos niños
Como si el ruido de los bombardeos sobre Gaza no fuese suficientemente atroz, tenían que añadir estrépito a la situación. No hay causa que no utilicen para su batalla partidista. Todo forma parte de la misma estrategia de desgaste contra el Gobierno en funciones que ya usaron en las crisis de Afganistán, Ucrania o Marruecos. Si hay que negar la realidad de las víctimas de los bombardeos de Israel sobre Gaza, se niega. Si hay que justificar la barbarie y el incumplimiento flagrante del Derecho Internacional, se justifica al amparo de la legítima defensa de Israel. Y si para ocultar el espanto, hay que difundir bulos en las redes sociales desde sus propias cuentas oficiales, se difunden y punto.
Esta derecha española no tiene arreglo y tampoco alma. El PP está viendo el horror, como todo el mundo, reflejado en los rostros de los niños palestinos que de momento han logrado sobrevivir a los ataques y ni se inmutan. Cientos de pequeños tiemblan de miedo en los hospitales de Gaza, pero ellos callan, salvo para calificar de antisemitas a quienes critican las actuaciones del gobierno israelí, condenan los bombardeos indiscriminados y cuentan por cientos los cuerpos entre escombros y los cadáveres amontonados en fosas comunes por toda la Franja. No cabe mayor desnutrición moral.
Como Netanyahu, el PP siempre avalado por su trompetería mediática ha decidido que los palestinos no son merecedores de los Derechos Humanos y que matar indiscriminadamente a la población civil, además de dejarla sin agua, comida, medicinas y electricidad no es un crimen de guerra. Les pasa con la convención de Ginebra lo mismo que con la Constitución española, que unos días la abrazan y otros, la pisotean a conveniencia.
Lo ha dicho en este mismo diario, el ex fiscal fundador de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo: “Matar, desplazar y hacer pasar hambre a civiles en Gaza es una respuesta criminal”. Ghassan Abu Sitta, un cirujano plástico británico que trabaja en el hospital al-Shifa en la ciudad de Gaza, ha puesto alma a esas palabras a través de sus redes sociales mientras trata de salvar la vida de miles de heridos: “No hay lugar más solitario en el mundo que la cama de un niño herido que ya no tiene familia que le cuide”.
Los bombardeos ordenados por Netanyahu han dejado ya al menos 3.300 muertos y 15.000 heridos, según datos del Ministerio de Salud palestino. Más de 1.000 niños han muerto en los 11 primeros días de ataques aéreos en la Franja de Gaza, lo que equivale a un menor cada 15 minutos. De ahí que Save the Children haya pedido un alto el fuego inmediato, un grito de socorro que deberían haber proferido, y no lo han hecho, los EEUU y la UE, pese a que la situación humanitaria empeora por momentos y Naciones Unidas advierte de que el agua potable se acaba y la gente, especialmente los más pequeños, pronto empezará a morir por deshidratación.
Pedir a Feijóo, a González Pons o a Ayuso un mínimo de mesura, altura de miras o respeto por los Derechos Humanos ante la envergadura de la infamia que nos ocupa es un ejercicio baldío, dados sus antecedentes en convertir todo en munición contra Sánchez y su gobierno. Pero, al menos, habría que emplazarles a que por un instante se olviden de su batalla partidista y se detengan a mirar los ojos de esos niños que vemos a diario en los informativos.
Basta con tener un gramo de humanidad y de decencia para imaginar los efectos que los menores palestinos arrastrarán en el corto, medio y largo plazo. Cientos de ellos han perdido ya la vida, pero otros acusarán para siempre las secuelas físicas y psicológicas que trascienden lo inmediato. Pensar en ello convierte en muy mezquina su grotesca descalificación de antisemita a todo el que no aplaude tanta atrocidad. Mejor les iría si en lugar de tanta diarrea declarativa reflexionaran sobre el hecho de que Hamás, además de una fuerza militar y terrorista, es una ideología con la que no acabarán sólo las bombas.
Pero, de momento, bastaría sólo con eso, con que miren a los ojos de esos niños.
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