Rajoy, Mas y los problemas
Se ha plantado la CUP con un análisis que es coherente con lo dicho antes de las elecciones: si no hay un voto más, un catalán más de la mitad, a favor de la independencia, no hay declaración unilateral.
“La declaración unilateral de independencia iba ligada a ganar el plebiscito. No hemos ganado el plebiscito, no hay declaración unilateral de independencia. Ya está”, ha dicho Baños en un modo de razonamiento deductivo categórico que no deja el más leve atisbo de coalición compartida a la suma heterógenea con la que nos pretende embaucar la lista en la que Mas sigue el cuarto.
Esa lista heteróclita, en la que la derecha elitista y la izquierda cañera, la corrupción y la honradez, la defensa de lo privado y la defensa de lo público, los recortes son necesarios y la política social imprescindible, dan igual, si todas son buenas para el convento independentista, parece que da síntomas de fatiga argumental.
Esa lista en la que se pretende sumar en el saco independentista, como si fueran lo mismo, a Convergència que a la CUP; a ERC, que a gente que viene de la cultura comunista o ecosocialista, no ha logrado los respaldos masivos esperados.
Después de meter a Catalunya Sí que es Pot en el mismo saco que a Aznar, el PP, o el PSOE, ahora se inventa el embauco según el cuál los criticados ayer por españoles son lo mismo que Mas hoy; que, por cierto, no gritaba independencia en la fiesta impostada de la noche del 27.
Los muy buenos resultados de la CUP son una demostración empírica, entre otras, de la diversidad y complejidad de la sociedad catalana. De lo arbitrario que puede resultar construir bloques por comodidad sin saber a quién colocamos dentro de cada uno de ellos por comodidad. Así, es posible que entre los tildados de independentistas los haya que solo querían dotar de fuerza negociadora a Mas frente a Rajoy; mientras que entre los que se presentan como españolistas haya gente que quiere que se haga un referéndum por ver si así se arregla el asunto.
Los buenos resultados de la CUP, como los posiblemente insuperables de Ciutadans, nos pueden llevar a la conclusión de que se ha producido un cambio relevante en los actores del conflicto.
A lo mejor el 27 de setiembre es un certificado de que Rajoy y Mas ya no sirven y hay que buscar otros, también complejos, para recuperar la armonía: Sánchez, Baños, Rivera...
Frente al binomio Rajoy/Mas, que se necesitan tanto como se odian, aparecen como eventuales recambios: los de Cs y la CUP, a los que no veo quedando un fin de semana para compartir lecturas y pelis.
Rajoy y Mas han vuelto a demostrar que tienen la misma cintura que un defensa central de los de antes; es decir, ninguna, cuando, un día después de que los electores les hayan mandado a negro, han vuelto a decir que no se mueven ni un milímetro de esa filosofía según la cual los problemas se arreglan dejándolos pudrir, o envidando con dos huevos duros.
Mal asunto si se piensa que unas elecciones, las generales, resolverán lo que no han arreglado otras, las autonómicas. Es una de las dinámicas perversas características de la época: todo se deja al albur de las siguientes urnas, sin abordar las realmente existentes.
Estas elecciones autonómicas proporcionan un caudal de información y un titular: la sociedad catalana esta dividida; donde antes había consenso y convivencia civilizada, ahora tenemos odios, crispación y síntomas de lucha a garrotazos si no se resuelve pronto el conflicto.
Conclusión: hay que dialogar, sentarse, negociar y llegar a un acuerdo que impida seguir en la espiral de los odios, que cambie lo que parece inamovible y permita que vivamos juntos, en paz y armonía, sin rencores ni garrotazos.
(Por cierto, ¿alguien me puede decir qué piensan hacer los que han ganado las elecciones, en las que no creían, con la sanidad pública, con la educación pública, con la dependencia, con los refugiados, con los que peor lo pasan…)