¡Salvador y cierra España!
Desde un punto de vista de representación política, es lamentable que hasta hace un par de días mucha gente no supiera ubicar a Salvador Victoria (qué nombrecito). Porque ser portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid debiera suponer ser alguien brillante, al que, más allá de las diferencias ideológicas, interesara siempre oír y tener en cuenta. Eso, claro, podría darse en el caso de que este tipo no perteneciera a la ultraderecha sino a eso que llaman derecha civilizada, aunque nunca hayamos sabido dónde diablos se esconde esa derecha y esa civilidad. Quizás es que la derecha civilizada de este país está en realidad menos a la derecha. En fin, a lo que iba: que hoy todo el mundo sabe ya que el ultraderechista Salvador Victoria es Consejero de Presidencia y Justicia, y Portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Hoy todo el mundo sabe ya que Salvador Victoria, un tipo con esa responsabilidad política, fue autor el sábado de los siguientes tuits: “La marea antisistema y antidemocrática de esta tarde es un tsunami contra las libertades y la democracia parlamentaria. No nos engañan”; “Los grupos antisistema que invaden las calles esta tarde solo aspiran a torpedear un sistema democrático y de libertades q no les conviene”; “Necesitamos democracia, no que hoy, como hace 32 años, los enemigos de las libertades tomen el Congreso y las calles”; “Es tiempo de trabajar por el empleo y los emprendedores, no de que los enemigos de la libertad y los antisistema amedrenten en las calles”.
Estos tuits filofascistas se referían a la convocatoria de Marea Ciudadana, una plataforma que aglutinó a tal efecto a más de 200 colectivos (por la Sanidad y la Educación públicas, por una Justicia justa, por la urgente protección del medio ambiente, por los Derechos Animales), convirtiéndose así en la más numerosa de la historia de lo que se viene llamando democracia, y que en la calle resultó multitudinaria. En Madrid, cuatro columnas confluirían en la plaza de Neptuno, donde habría batucada, coros de la Solfónica, pañuelos al viento de diversos colores, montaje teatral simbólico y gritos mudos.
De quienes participaran de un programa de esta naturaleza (casi naif) Salvador Victoria dijo que “lo único que reclaman es el fin de la democracia, el fin de la convivencia”. Dijo que las manifestaciones suponían un “daño económico a la Comunidad de Madrid, un daño lamentable al turismo y a la imagen de España”. Dijo, literalmente: “Este tipo de manifestaciones y, más ésta que lo que pretende es saltarse los resultados de las urnas y pretender imponer bajo una apariencia democrática, son auténticas dictaduras”.
Que el portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid hable en estos términos y califique así a los manifestantes es intolerable y debería por ello desaparecer de forma fulminanhte de la escena política pública. Habría sido muy fácil, y su obligación, dado su cargo, que hubiera entrado en internet y se hubiera leído el Manifiesto de Marea Ciudadana. Así sabría que lo que invade la calle, como él dice, es la indignación contra la presión de los mercados financieros, contra la deuda ilegítima creada por el propio sistema financiero especulativo, contra las brutales políticas de ajuste, contra el golpe de Estado financiero que prima el pago de los intereses frente a las obligaciones propias de un Estado Social y de Derecho, contra la corrupción y la pérdida de legitimidad de las instituciones. Así no tendrían que haberle llamado la atención por haberse pasado tanto de rosca y se habría evitado tener que recular.
Quizás así, además, no habríamos tenido ocasión de recordar que el PP colocó en 2009 a su esposa, Mayte Jiménez, en el Consejo de Administración de una filial de Bankia, Caja Madrid Pensiones, donde coincidió con Nieves Alarcón Castellanos, esposa del secretario general del PP madrileño, Francisco Granados. No habríamos recordado que Jiménez no tenía ni formación académica ni trayectoria profesional que lo justificara: había trabajado en una guardería, como secretaria y como comercial, todo muy digno pero no suficiente para ocupar ese puesto y cobrar 1.800 euros al mes por reunirse cuatro veces al año. Sí, han leído bien. Hay que tener muy poca vergüenza para atreverse ahora a acusar a la población que ejerce su legítimo derecho a manifestarse, en una convocatoria autorizada, de causar un enorme daño a la economía y a la imagen de España.
Así, además, quizá no habríamos recordado que fue Salvador Victoria quien dio la cara en aquel esperpéntico intento de Aguirre de desprestigiar a la marea de Educación acusándola de tener un “negociazo” con la venta de camisetas verdes. Una bajeza más propia de mafiosos que de políticos, más propia de matones que de representantes legítimos.
El ultraderechista Salvador Victoria nos da dado otra muestra inequívoca de la clase de personas que nos gobiernan, de la vieja y peligrosa ideología que los nutre, de los ilegítimos y espurios intereses que defienden. Una muestra más de que se puede robar, mentir, despreciar, maltratar, abusar de la autoridad, lanzar soflamas antidemocráticas, ser culpable o cómplice de los delitos que denunció la Marea Ciudadana y tratar de criminalizar a quienes luchan contra todo ello. Una muestra más de cuál es su inaceptable sistema.