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#Turismofobia

Celebración del Día del Turismo en Las Palmas de Gran Canaria.(TONY HERNÁNDEZ)

Montero Glez

A la lucha de clases en época veraniega se le ha puesto el nombre de turismofobia, un término perverso que sirve para ocultar el verdadero conflicto. De esta manera, el significado legítimo de la lucha de clases se convierte en algo insignificante, lo más parecido a un capricho de niños malcriados. Pero nada más lejos.

En tiempos de globalización, cuando toca salir de vacaciones, Occidente tiene el mapa coloreado de ofertas. Para los europeos, la casa de putas más rentable no es otra que España. Por contra, para los españoles, el desahogo venéreo se localiza en el Caribe.

Así, con la llegada  de los calores, se bendice la aparición de turistas pues como señalan los más simples, el turismo trae trabajo. Los que afirman tal simpleza aún no se han parado a pensar que, en una sociedad capitalista, el trabajo no es otra cosa que beneficio para el capital. Pero sigamos.

El otro día falleció una trabajadora de hostelería en Tarifa, en Cádiz, por culpa de las condiciones infrahumanas de los trabajos en la costa, donde siempre se cumple la ley de acción recíproca: a mayor número de turistas, mayor índice de precariedad laboral. Alberto Garzón lo sabe y, con ello, desató la polémica con un tuit cargado de conciencia crítica. Siguiendo el hilo, Garzón explicaba que el modelo económico actual no funciona ni podrá funcionar jamas para las clases desfavorecidas.

Las estructuras económicas de un país como el nuestro se ven arruinadas desde el momento en que la economía depende de un sector tan gaseoso como el terciario. Luego está lo otro, lo del ataque al bus turístico, pues no hay efecto sin causa y cuando los imperativos económicos son graves, la manera de responder a ellos siempre será grave. No hay que asombrarse con lo sucedido en Barcelona cuando la muchedumbre de turistas aporta su granito de arena para el embrutecimiento de las playas y los barrios. Bajo los adoquines sólo hay miseria.

Por terminar, sirva de ejemplo lo ocurrido en la frontera de Ceuta, donde hombres y mujeres sin dinero -mercancía despojada del atributo turístico- intentaron atravesar los confines de Europa y fueron recibidos a patadas por las fuerzas de represión directa.

El poli que se partió la biela en acto de servicio tampoco se paró  a pensar que, al otro lado de la frontera, la vida cruje. Pero claro, en una sociedad donde se confunde trabajo con productividad, el ser humano deja de ser medida de todas las cosas y el dinero pasa a sustituir tal medida.

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