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Ni tutelas, ni tutías

Felipe González y Susana Díaz.

Mariola Urrea Corres

Desde que se supo que Pedro Sánchez era el ganador de las primarias convocadas por el PSOE para elegir a su secretario general hasta hoy, se han ido sucedido las declaraciones de quienes han tomado parte directamente en este proceso y también de aquellos que ¿son? una referencia para el PSOE. Probablemente no tenga ninguna importancia política subrayar la curiosa manera en la que Susana Díaz articuló su primera declaración tras conocer el resultado, pero merece la pena tenerla presente porque es precisamente en las palabras que acompañan las derrotas personales donde se aprecia la verdadera capacidad de quien las sufre para asumirlas con serenidad y reconocer al ganador (a poder ser por su nombre) para aceptarlo ante sí misma y ante todos los demás.

Tardar un día en hacerlo es, como han resaltado muchos, un gesto poco elegante, pero sobre todo evidencia algunas carencias que no pueden permitirse quienes ambicionan liderar una organización e, incluso, un país.

Sea como fuere, de todas las declaraciones vertidas a lo largo de la semana, considero de interés rescatar las pronunciadas por Felipe González el pasado martes y que han recogido los medios de comunicación. Así, el Felipe González que acusó a Pedro Sánchez de haberle engañado, le retiró su apoyo y se lo entregó de forma incondicional a Susana Díaz en el proceso de primarias ha afirmado que “se encuentra en minoría” dentro de su partido, que “no quiere interferir” y que existe “la obligación de ayudar al secretario general”.

La primera afirmación es una evidencia. La tercera es una obviedad dado que la lealtad al líder es la regla de funcionamiento más elemental en cualquier organización seria. La segunda reflexión es la que, en este momento, resulta más atractiva de analizar por todo el significado y alcance que tiene en boca de alguien que lo ha sido todo para los socialistas.

Cuando José María Aznar tomó las riendas del PP de manos de Manuel Fraga Iribarne, éste quiso acallar algunas voces y fortalecer la autonomía de acción del pupilo y, para ello, acuñó aquella frase ya histórica de “ni tutelas, ni tutías”. No pretendo extraer de ambos ninguna enseñanza para el PSOE, sino únicamente enfocar la cuestión de las interferencias en la vida orgánica de los partidos, por parte de quienes ocuparon responsabilidades pretéritas, como uno de los elementos que más entorpecen su renovación.

Se nos dirá que pocos están en disposición de certificar las citadas interferencias, pero salvo que uno quiera pasar por ingenuo, dificilmente puede negarse que quienes han sido algo en el PSOE, y Felipe González es un buen ejemplo de ello, apenas se resisten a orientar la marcha del partido desde el poder que les da haber sido un referente para los militantes y los votantes. Por ello, celebro que quien nunca hasta ahora ha renunciado a jugar ese papel esté ahora dispuesto a dejar de hacerlo una vez que, según declara, forma parte de la minoría. Sería el mejor servicio que podría hacer al partido. El PSOE necesita no sólo estar unido, sino gestionarse sin tutelas ni tutías. Quizás sea esto lo que realmente han querido decir los militantes el 21 de mayo. Veremos si todos cumplen su parte.

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