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¿Demoqué?

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En el siglo XXI, Mouffe con La paradoja democrática (2000) parte de la observación de casos prácticos de la política europea de las últimas décadas del siglo anterior advirtiendo los peligros que acechan a las democracias en la búsqueda de acuerdos mayoritarios que no visibilizan el conflicto de las minorías, colocando así en riesgo permanente a las instituciones, propiciando el ascenso de populismos conservadores que están ocupando el espacio crítico que ha dejado vacío la izquierda. Mouffe cuestiona “la política sin adversario”, el liberalismo y la democracia deliberativa de Rawls, de Habermas y especialmente la tercera vía de Giddens; y propone el “pluralismo agonístico” para recoger el potencial del conflicto que proporciona el adversario, que no enemigo, en la construcción institucional democrática (Mouffe 2000:36-72).

Mouffe denuncia el viciado consenso racionalista y procedimental que ha llevado al debilitamiento de la teoría política y a las instituciones a callejones sin salida por falta de aplicación democrática. Partiendo de figuras clave del pensamiento (Marx, Nietzsche, Freud y especialmente Wittgenstein) profundiza en la crisis de la “condición moderna”, rescatando a Pitkin y Tully. Destaca el valor del escepticismo de Hanna Piktin en Wittgenstein and Justice : “aceptar la pluralidad y la contradicción del yo investigador y el yo hablante para pensar la democracia” que propone Wittgenstein como “intento de vivir y aceptar el hecho de una condición humana sin ilusiones es decir, la relatividad, la duda y la ausencia de Dios” (Mouffe 2000: 75-76) Y el de Tully en sus límites, en Strange Multiplicity: Constitutionalism in an Age of Diversity : “la multiplicidad de lenguajes, de juegos y de reflexiones críticas que exige el pluralismo democrático no caben desde el racionalismo de la ”práctica pos-imperial del constitucionalismo“ (Mouffe 2000: 76).

Estos antecedentes centran el discurso de Mouffe: la justicia como conflicto permanente y sin resolución en la democracia liberal. Y desde los enfrentados debates de “universalismo versus contextualismo” o “democracia como sustancia o procedimiento” encuentra la luz en el legado de Wittgenstein para afianzar lo que ella llama “pluralismo agonista” como esfuerzo que va más allá de acuerdos de significados racionales, universales, o neutrales: “De hecho, nos vemos abocados a reconocer que la democracia no exige una teoría de la verdad ni nociones como la de validez incondicional y universal, sino más bien un puñado de prácticas y de iniciativas pragmáticas orientadas a persuadir a la gente para que amplíe la gama de compromisos hacia los demás, para que construya una comunidad más incluyente” (Mouffe 2000:80)

Han pasado más de veinte años del trabajo de Mouffe y seguimos enrocados en las machadas piedras de molino: intereses tradicionales de facciones políticas que nos empujan de manera insistente a la caverna.

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