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Parte meteorológico

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¡Atención, soplan vientos de derecha con fuertes ráfagas de extrema derecha!

Un frente de altas presiones con origen europeo se aproxima a la península, dejando a su paso fuertes precipitaciones, entre otros países, en Alemania, Austria, Francia e Italia, provocando inundaciones de racismo, odio al inmigrante y añoranzas autoritarias.

Se prevé su convergencia con otro frente Atlántico acompañado por tormentas de crispación, huracanes de populismo y la demonización de todas aquellas personas que han intentado abrir sus paraguas frente al neoliberalismo deshumanizador.

La previsión, en el supuesto de que estos fenómenos no se desvíen o pierdan intensidad, es que golpearán fuertemente la península con consecuencias devastadoras, convirtiendo en meras anécdotas los recientes episodios de sequías democráticas de los gobiernos autonómicos en caso de confirmarse las predicciones de los expertos.

Para entender las posibles consecuencias de estos fenómenos meteorológicos, debemos acudir a los registros históricos y estudiar las tormentas mundiales de hace un siglo, en las que millones de personas perdieron la vida por la falta de acción y nula prevención de naciones que ignoraron las señales de fascismo atmosférico que se fueron acumulando sobre sus cabezas durante años.

Es preocupante ver las similitudes actuales con las causas ambientales que provocaron esas catástrofes climáticas del siglo pasado. Corremos el riesgo de repetir los errores de los locos años veinte, en los que una generación hedonista, individualista y desenfadada no prestó atención a las señales de alarma meteorológica que enviaban los expertos, descuidando los sistemas de prevención colectiva contra catástrofes, dejando desprotegida frente a las inclemencias meteorológicas y los populismos mesiánicos, a una mayoría de la población que se sentía excluida, no representada por la clase política y sin posibilidad de desarrollar un proyecto vital.

Si no abandonamos las discusiones sobre si cala más el orbayo, la lluvia fina o el chirimiri, que nos impiden actuar unidos, se formará una tormenta perfecta cuyas consecuencias no podemos imaginar.

Así que, a pesar de la tentación, no es momento de refugiarse de las primeras lluvias cómodamente en nuestras casas esperando que pase lo peor de la tormenta. Es el tiempo de las personas valientes que luchan con sus paraguas hechos de ideas frente a un tornado de mentiras, de los chubasqueros confeccionados con la promesa de un mundo compartido entre iguales y de los diques de la política frente a las crecidas de los ríos de la indiferencia.

Pero, sobre todo, es el momento de la esperanza. Es necesario ofrecer una alternativa al sálvese quien pueda. Una alternativa adaptada a la actual situación climática, para todas esas personas que viven en zonas de riesgo. De lo contrario, los negacionistas del cambio climático y los lectores de augurios en los intestinos de redes sociales coparán el ansia de información meteorológica de la población y, en ese caso, el desastre está asegurado.

Si no plantamos cara entre todos al mal tiempo hoy, estos vientos de derecha pueden dejarnos congelados mañana.

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