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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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¿Excepción española, o italiana?

Jordi Vaquer

La cobertura nacional y, sobre todo, internacional del ciclo electoral español que empezó con las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 y terminó el 26 de mayo de 2019 con las municipales, autonómicas y europeas hizo hincapié en el fin de la llamada 'excepción española'. En efecto, tras décadas de aumento gradual de la presencia parlamentaria de la derecha populista radical, España, con la entrada de Vox en su entramado institucional, dejaba el selecto club de los países miembros de la UE que no han contado o cuentan con parlamentarios de esa familia ideológica. En este club quedan ahora Irlanda, Malta y Portugal, cuyas poblaciones suman apenas un tercio de la española. Hay otros aspectos, sin embargo, en los que España sigue contra corriente, en particular el éxito del PSOE en el marco general de una profunda crisis de la socialdemocracia en Europa, o bien el hecho que solo 3 de los 54 eurodiputados electos por los españoles representan a una opción claramente nacionalista, euroescéptica y anti-inmigración del tipo que tanto éxito electoral cosecha en la mayor parte del Continente.

Para comprender mejor esta divergencia española, conviene ir más allá de los resultados electorales y poner el foco en la sociedad española. En las dos últimas décadas la sociedad española abundó en el camino de apertura hacia valores progresistas y liberales en lo social en momentos en los que la mayoría de países europeos recorrían, en mayor o menor medida, el camino contrario. La sociedad española tenía, tanto de sí misma como vista por otros, una imagen de conservadora, derivada en buena medida de su pasado. Sin embargo, alcanzó hitos inesperados en cuestiones de la agenda social progresista: líder en donaciones de órganos, en la vanguardia en reproducción asistida, tercer país europeo en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo, récord de mujeres en un gobierno y en un parlamento en Europa, movilizaciones feministas, pro-refugiados o pro-derechos LGBT sin paragón en Europa, por nombrar solo los más conocidos.

Es más, estos avances estaban en perfecta sintonía con una opinión pública que se sitúa entre las más abiertas de Europa, y del mundo, en las cuestiones sociales que están en el centro de las guerras culturales contemporáneas, como la igualdad de género, derechos LGBT+, aceptación de la diversidad cultural, aprecio por la inmigración, o voluntad de acoger a refugiados. Sondeo tras sondeo, España aparece en cuestiones sociales cerca de Bélgica, Holanda, Reino Unido y Escandinavia, referentes europeos y globales de liberalismo social, a menudo por delante de los vecinos directos, Francia y Portugal y, sobre todo, a gran distancia de Italia.

En buena medida, el fenómeno Vox, y la radicalización del Partido Popular que acompañó a su emergencia, fueron una furibunda respuesta a esta transformación social, una reivindicación de la España 'de siempre' frente a ese excepcional marco de apertura social. Por ello es importante preguntarse si la excepción española en el ámbito de los valores sociales va también camino de desaparecer. Para hacerlo, conviene examinar en perspectiva comparada esa excepción, en particular en el contexto de los países más próximos, y más fácilmente comparables a España. Para ello, hemos recurrido a datos de la Encuesta Social Europea (European Social Survey, en adelante ESS), una macroencuesta paneuropea que se repite cada dos años con gran rigor metodológico, y hacer algunas comparaciones que pueden resultar ilustrativas.

Lo normal y lo excepcional

La trayectoria española destaca en un contexto europeo que reúne a sociedades muy diversas, desde Escandinavia a la península balcánica, pero vale la pena comparar con casos más cercanos. Empezaremos ciñéndonos a un contexto más reducido, el de cuatro países de la Europa latina: Francia, Italia, España y Portugal. Hemos observado las respuestas de esos cuatro países a tres preguntas de la Encuesta Social Europea de 2016. Se trata de preguntas sobre igualdad de género, derechos LGBT, y recepción de inmigrantes, tres de las cuestiones claves en las tensiones culturales e identitarias en la actualidad en Europa.

Empezamos por una pregunta sobre igualdad de género, en concreto, si los hombres deberían tener más derecho a un empleo que las mujeres cuándo éste escasea.

Vemos como la mayoría rechaza esta proposición en los cuatro países, pero en proporciones distintas. Mientras en España el 87,2% rechazan (en desacuerdo o muy en desacuerdo) la proposición, y sólo un 7,2% (de acuerdo o muy de acuerdo) están de acuerdo, en Italia el rechazo no llega a los dos tercios (63,4%), y apoyan la idea de un acceso privilegiado para los hombres al trabajo en caso de escasez un 21,5% de los italianos, una proporción tres veces mayor que la de españoles. Francia (85,2% en contra, 8,1% a favor) y Portugal (82% en contra, 13,2% a favor) se hallan en posiciones intermedias, pero bastante más cercanas a España que a Italia. La excepción, en este contexto y para esta pregunta, es italiana.

En la pregunta sobre si parejas de hombres gais y de lesbianas deberían poder adoptar, los resultados son los siguientes:

En esta pregunta, España es de largo el país más progresista de los cuatro: el 73,8% de los entrevistados están de acuerdo en la adopción para parejas homosexuales, mientras que el 15% están en contra. En este caso, la mayoría en Italia piensa en el sentido contrario a la de España y el país, de nuevo, se sitúa en el extremo más conservador, con un apoyo del 23,1% y la oposición del 56,1%. En esta pregunta las posiciones de Francia (47,5% a favor, 36,2% en contra) y Portugal (49.5% a favor, 33.9% en contra) están cerca del punto medio entre las de España e Italia, aunque más cercanas a las primeras.

En cuanto a la inmigración, cuando se les pregunta sobre si debería permitirse la llegada de inmigrantes de una raza o grupo étnico distinto al de la mayoría, los españoles, franceses, italianos y portugueses responden así:

Los italianos son claramente los más renuentes a permitir inmigración de un grupo étnico distinto. Mientras que un 42,1% aceptaría que se permitiese la instalación a muchos o bien a algunos, un 20,1% no lo permitirían para ninguno. Aquí Francia (63,8% aceptarían a muchos o algunos, 11,3% no querrían a ninguno) está mucho más cerca de España (64,3% a favor de aceptar a muchos o algunos, 7,4% ninguno), y Portugal incluso tiene una tasa mayor de aceptación (68,1% a favor de la integración de muchos o algunos, 9.3% por no aceptar a ninguno). Sin embargo, si distinguimos la aceptación de que vengan 'muchos' de la aceptación de que lo hagan 'algunos', España se presenta más abierta que Portugal (el 29.1% aceptarían que 'muchos' inmigrantes de un grupo étnico distinto se instalasen en España, por un 13.0% de los portugueses). De nuevo, es Italia la excepción.

Una divergencia acusada

El grupo conformado por Francia, Italia, España y Portugal no es en homogéneo, y cabría discutir su idoneidad como unidad de análisis. Sirva sin embargo para ilustrar el argumento principal de este artículo: España es excepcional por la apertura a los valores progresistas de su sociedad, pero, en su contexto, Italia lo es, seguramente más, en el sentido contrario. Es interesante, siguiendo con las mismas tres preguntas sobre igualdad de género, derechos LGBT+ e inmigración, ver qué países se encuentran próximos al uno y al otro, y dónde se sitúan las sociedades española e italiana respecto a la media de opinión en Europa Occidental.

En primer lugar, siempre con datos de la Encuesta Social Europea de 2016, si hacemos la media de los países europeos occidentales encuestados ponderada según su población, vemos que la media de opinión de los españoles está mucho más cerca de la de Europa Occidental que la de los italianos. Además, en los tres casos la sociedad española se muestra más progresista que la europea en sus preferencias (a favor de la igualdad de género, los derechos LGBT y la llegada de inmigración extra-europea), mientras que la italiana está en los tres casos mucho más alejada, y siempre hacia posiciones más conservadoras. De hecho, entre los 15 países occidentales encuestados, Italia está en la posición más conservadora para las preguntas sobre igualdad de género y derechos LGBT, y en la segunda posición más conservadora, solo superada por Austria, en la cuestión migratoria. España, en cambio, sólo está entre las tres posiciones más progresistas en la cuestión de derechos LGBT (en la que sólo Islandia y Países Bajos la superan).

Hemos calculado para cada una de las tres preguntas la distancia del registro de cada país con el español, y con el italiano. En concreto, hemos visto la diferencia con los que están en desacuerdo que los hombres deban tener prioridad para obtener empleo cuando este escasea, con los que están de acuerdo en que gais y lesbianas puedan adoptar, y con los que están a favor de recibir mucha o alguna inmigración de un grupo étnico o racial distinto al mayoritario. Luego hemos calculado la media entre las tres desviaciones. Los resultados son muy ilustrativos de la divergencia entre España e Italia. En la comparación directa, la divergencia media entre las tres preguntas es muy notable, de 32 puntos porcentuales. Más interesante aún es comparar con el resto de países comprendidos en la ESS.

Los dos países más cercanos a España son Bélgica y Países Bajos (una distancia media de apenas 3,5 y 3,8 puntos), seguidos de cerca por el Reino Unido (5,6 puntos). A 10-15 puntos de distancia media se encuentra un nutrido grupo de países de Europa Occidental (por orden de proximidad): Alemania, Francia, Noruega, Suecia, Portugal y Finlandia. En el extremo opuesto, los registros más alejados de los españoles (en orden de más alejado a menos) son los de Hungría, Rusia, Lituania, Chequia y Polonia. Los registros italianos están más alejados de los españoles que los de todos los otros países de la encuesta, quitando estos cinco.

En cuanto a Italia, los países con registros más cercanos son enteramente distintos. Los más cercanos son Estonia y Polonia. Lituania y Chequia les siguen. Hay que llegar al quinto país para encontrar un estado de la Europa Occidental, Austria (a 11,8 puntos de distancia media), un nivel de lejanía muy parecido con los de Eslovenia (a 12,3) y dos estados de fuera de la UE, Israel (a 12,2) y Rusia (a 12,6). En cuanto a los más distintos de Italia, sólo hay cuatro países que tengan registros más alejados de los italianos que España. Son, en orden de más a menos alejado, Islandia, Suecia, Países Bajos y Noruega.

¿Resultados excepcionales?

La selección de solo tres preguntas de la Encuesta Social Europea en 2016 da necesariamente unos resultados sesgados. Son preguntas en temas particularmente polémicos: hay otros ámbitos en los que la coincidencia entre España e Italia es mucho mayor. Además, la Encuesta Social Europea tiene problemas de comparabilidad; por ejemplo, no participaron de ella ni Grecia, ni muchos países de Europa Oriental. Por ello es interesante hacer un repaso a otras encuestas de opinión disponibles sobre los tres grandes temas (igualdad de género, derechos LGBT e inmigración), por ejemplo por parte de Eurobarómetro. Ese ejercicio confirma en líneas generales estos resultados.

Muchas encuestas de opinión contienen preguntas sobre estos temas en las que España e Italia se encuentran más cercanas, pero son muy raros los ejemplos en los que la opinión pública italiana se muestra más abierta en estos temas, mientras que en algunos datos la diferencia en sentido más liberal para España es llamativa. La tendencia general se confirma, con España más parecida a la media de Europa occidental, e Italia a menudo en la zona intermedia entre los países más abiertos de Europa Central (como Chequia, Estonia o Eslovenia) y los más cerrados de la Occidental (como Austria o Malta).

En cuanto a igualdad de género, los estudios suelen detectar diferencias menos acusadas que en los otros dos ámbitos (derechos LGBT e inmigración). Un estudio global de IPSOS, que incluye tanto a Italia como a España, sitúa a la segunda en posiciones más progresistas. En los dos resultados en los cuales hay mayor contraste, España está a la cabeza de los 24 países estudiados en rechazo a la idea de que las mujeres sean inferiores a los hombres, o que los hombres sean más capaces que las mujeres; en Italia la proporción de quienes están de acuerdo con esas ideas dobla a la de España. El Eurobarómetro Especial 428 sobre Igualdad de Género no señala diferencias tan espectaculares, pero sí confirma el mayor compromiso de la sociedad española con la igualdad. Los resultados del Eurobarómetro Especial 449 sobre Violencia de Género también van en la misma línea, y la encuesta desvela además una gran diferencia en tolerancia hacia el sexo sin consentimiento en determinadas circunstancias entre España (la segunda más intolerante, tras Suecia) e Italia (cercana a la media comunitaria).

Para la cuestión de los derechos LGBT, hay también otras fuentes que confirman la impresión de que España se sitúa cerca de la media de Europa Occidental – incluso en la banda alta en cuanto a progresismo – mientras la sociedad italiana se parece más a las de Europa Central y Oriental. El Eurobarómetro 437 sobre discriminación en la UE confirma la gran diferencia en actitudes hacia el colectivo LGBT en España, sistemáticamente entre las más liberales, e Italia, ligeramente por debajo de la media UE, cerca de países como Austria, Chequia, Eslovenia y Portugal. Un estudio de Pew Institute que contrasta actitudes sociales en Europa Oriental y Occidental sitúa a España a la cabeza en cuestiones de igualdad LGBT (y en la media occidental en otras cuestiones sociales), y a Italia más cerca de los registros de sus vecinos orientales. La encuesta sobre discriminación de individuos LGBT encargada por la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE muestran un porcentaje sensiblemente mayor de italianos (a un nivel parecido a los registrados en Bulgaria, Rumanía y Chipre) de este colectivo que experimentaron discriminación respecto a españoles (a un nivel parecido a Francia, Finlandia y Chequia).

Por último, para inmigración, el Eurobarómetro Especial 469 sobre 'Integración de inmigrantes en la Unión Europea', publicado en Abril de 2018, abarca a todos los países de la UE y trata en profundidad la cuestión. En él se confirma la impresión de que los españoles están entre los más abiertos a la inmigración y a su integración. Un estudio de Pew Institute confirma a los españoles como los menos opuestos, entre los diez países estudiados, a recibir a más inmigrantes, mientras los italianos prácticamente empatan con los húngaros en la penúltima posición, por encima sólo de los griegos, y sitúa sistemáticamente a España e Italia en polos opuestos en cuanto a actitudes hacia inmigrantes y refugiados.

Conclusiones: excepción italiana, de momento

La excepción española ha sido muy discutida tras la entrada de la derecha populista radical en el Congreso. A la vista de las encuestas de opinión, en cuestión de valores y liberalismo social, y en el contexto de Europa Occidental, sería más adecuado hablar de una progresiva normalización de los valores de la sociedad española respecto a las sociedades de Europa Occidental (una vía que también parecen estar siguiendo Irlanda y Portugal, por ejemplo), en forma de convergencia hacia valores progresistas y de sociedad abierta, y de una excepción italiana. Tenemos en Italia una sociedad cuyos valores en cuanto a igualdad de género, derechos LGBT e inmigración se parecen más a los de algunos países del antiguo bloque soviético que a las sociedades con quienes viene compartiendo el proceso de integración europea durante seis décadas. Numerosos sondeos de opinión en estas cuestiones confirman esta tendencia que hemos revelado aquí a partir de los resultados de la Encuesta Social Europea.

La derecha radical populista se presenta a menudo como la única fuerza que se atreve a decir 'lo que de verdad piensa la gente'. Sus propuestas regresivas en cuestiones de igualdad y derechos vienen justificadas como una respuesta a las demandas 'de la gente'. Sin embargo, hay en las sociedades europeas un apoyo decidido a los valores de una sociedad abierta, más en unos países que en otros. Los datos de opinión no avalan que defender estos valores sea una imposición de las 'élites cosmopolitas' o de la 'dictadura progre', sino una respuesta al sentir de una parte importante de la sociedad. Por ello, no es obvio que el creciente apego de la mayoría social en España a valores liberales en lo social sea excepcional, ni mucho menos que sea una aberración o un paréntesis que va a cerrarse pronto. En el contexto de Europa occidental, parece más excepcional, y un interesante objeto de estudio, la evolución de la sociedad italiana.

Los registros de la Encuesta Social Europea de los que hablamos en este artículo son de 2016, antes de la entrada en el gobierno de Italia de la derecha radical populista. Habrá que ver en nuevas oleadas cómo evoluciona la sociedad italiana en la nueva etapa política que abrió Italia en 2018, con la enorme influencia de la derecha populista radical de la Lega. En España, la llegada de una fuerza de derecha radical reaccionaria a las instituciones (de momento, no al Gobierno ni a la mayoría de gobierno) y su fuerte irrupción en el discurso público tendrá sin duda un impacto sobre las percepciones, preferencias y valores. De hecho, es probable que lo esté teniendo ya. Pero esto no convierte de la noche a la mañana a España en un país cuya mayoría social vaya a ser receptiva a discursos anti-feministas, homófobos, xenófobos o autoritarios. Lo contrario parece ser cierto: los españoles se encuentran entre los europeos que más valoran los principios de una sociedad abierta, cerca de la media en Europa Occidental. No es una situación excepcional en Europa, pero tampoco es algo que pueda darse por descontado para siempre. Y el contraste con Italia, una sociedad con la que España tiene tantísimo en común, puede servir para entender mejor la fragilidad de esa apertura que ha caracterizado a las últimas décadas de evolución de la sociedad española.

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