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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

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Héctor Cebolla - @hcebolla

La ruptura del consenso constitucional

Ignacio Jurado

Cuando en España se ha planteado una reforma de la Constitución, el rechazo se ha basado habitualmente en dos tipos de argumentos. El primero aduce la dificultad de llevarla a cabo y lo costoso del procedimiento. Este argumento quedó en entredicho cuando la Constitución se reformó con agostidad y premura hace dos años. El segundo argumento, más recurrente, es señalar que la Constitución es un instrumento de consenso que nos dimos los españoles, ampliamente aceptado y que, si bien muchos españoles pueden estar descontentos con cómo funcionan algunos elementos de nuestro sistema político, abrir el melón constitucional no es algo mayoritariamente deseado.

Este último argumento, en cambio, tampoco es cierto. Si miramos los datos demoscópicos, parece evidente que hay una ruptura del consenso constitucional en la sociedad. La satisfacción con la Carta Magna está en clarísimo retroceso. En el año 2000, el porcentaje de gente muy o bastante satisfecha con la Constitución de 1978 era un 68.3%, más de 45 puntos por encima de los que estaban poco o nada satisfechos. Doce años después, el porcentaje de gente insatisfecha con la Constitución supera por primera vez el 50% de la población (51,5%) y es 14 puntos superior a los satisfechos (37,4%). El vuelco es muy notable en un período de tiempo relativamente corto.

Esto se ha traducido en una demanda cada vez más mayoritaria de reforma. Utilizando de nuevo datos del CIS, desde 1987 (primera vez que se formula esta pregunta) hasta el año 2000, las opiniones a favor y en contra estaban bastante parejas y oscilaban entre el 25 y 40%. De nuevo, a partir del año 2000 la tendencia cambia y la posición a favor de un cambio en la Constitución casi se ha doblado, pasando del 33.6% al 58.6%. Por el contrario, la posición a favor de mantener la Constitución en su forma actual ha caído hasta un 21.8%. Es decir, grosso modo, por cada español a favor de mantener la Constitución tal y como está, hay tres españoles a favor de reformarla.

Aparte del crecimiento en el deseo de reforma, existen dos elementos que llaman la atención en estos datos. Primero, el inicio del descontento con la Constitución es anterior a la crisis económica. Sería muy ingenuo afirmar que la incapacidad del sistema político español de hacer frente a la crisis económica no tiene nada que ver con el descontento constitucional y su consolidación. No obstante, no lo origina. El mayor aumento en la postura a favor de la reforma constitucional se da entre el año 2000 y el año 2008. Después del año 2008, sigue aumentando el número de quienes apoyan un cambio constitucional, pero a un ritmo menor. Las grietas en el consenso constitucional vienen de lejos, no son la consecuencia de la crisis.

Otro elemento para el que no tengo una respuesta clara es por qué en el año 2000 se alcanza el momento de mayor satisfacción con la Constitución. Mi intuición es que está relacionado con la primera legislatura de Aznar, en la que el PP había mostrado su cara amable, y en que el sistema constitucional se había mostrado capaz de acoger sin problemas tanto a gobiernos de izquierda como derecha.

En cualquier caso, aquellos tiempos pasaron. La sensación de que la Constitución necesita algún tipo de revisión se ha convertido en claramente predominante en la sociedad. La pregunta pertinente que merece la pena hacerse es quiénes son estos ciudadanos que desean la reforma constitucional. ¿Son grupos muy concretos? ¿Es el planteamiento de la reforma constitucional un elemento divisivo? La realidad es que analizando los perfiles de estos ciudadanos (con el estudio CIS/2930), la demanda es bastante general y transversal a tipos de españoles muy diferentes. Cabe destacar tres características:

En primer lugar, la demanda de una reforma constitucional no proviene de los más jóvenes. Habitualmente se presume que los más jóvenes, socializados ya en democracia y bajo una Constitución que no votaron, están a la vanguardia de la reforma constitucional. En cambio, son los sectores de edad entre 35 y 50 años los que están ligeramente más a favor de la reforma comparado con los más jóvenes. En cualquier caso, las diferencias son pequeñas. Las únicas diferencias relevantes por edad se dan en el grupo de mayores de 65, que es el sector más contrario a la reforma constitucional, con mucha diferencia.

Un segundo aspecto a destacar es que la reforma constitucional se ha convertido en una demanda bastante transversal en cuanto a ideología. En términos ideológicos, la concentración de reformistas es mayor en la izquierda (individuos en el 1 y el 2 en la escala del CIS), donde casi un 80% de los ciudadanos están a favor de la reforma constitucional. Este es el grupo que desde el inicio en la serie del CIS siempre ha estado mayoritariamente a favor de la reforma, probablemente descontentos desde un inicio con la forma monárquica del estado. No obstante, cabe destacar que los porcentajes en la derecha actualmente también son altos, superando el 60%, y en el centro también están por encima del 55%.

Algo parecido ocurre cuando analizamos los electorados de los partidos. En todos, hay una mayoría de su electorado a favor de la reforma. Incluido el PP, que hace bandera de la defensa de la Constitución, donde un 59,02% de quienes se identifican con este partido estarían a favor de la reforma, frente a un 24,46% en contra (los resultados son muy parecidos si miramos aquellos que votaron al PP en 2011). No sé si sorprendentemente, esta distribución es muy similar a la de los identificados con el PSOE. Así, a pesar de que el segundo ha anunciado que promoverá una reforma y el primero se mantiene firme en no realizarla, sus electorados no parecen diferir en cuanto a la necesidad de un cambio constitucional. En el resto de partidos, el apoyo a la reforma es mayor. Destaca el alto grado de apoyo entre los seguidores de UPyD, por encima incluso de partidos nacionalistas periféricos.

Un análisis más pormenorizado de otras variables sociales no muestra que exista un grupo mayoritariamente en contra de la reforma. En general, el apoyo es mayor entre individuos de mejor situación económica, más estudios y más involucrados en la política. El apoyo entre los menos educados es menor, pero porque se acogen más al “No sabe/No contesta” (no porque estén mucho más a favor de dejarla tal y como está). Uno de las únicas variables donde se observan diferencias mayores es en la religiosidad. Mientras que los no creyentes apoyan una reforma ligeramente por encima del 70%, el apoyo decae hasta el 47.7% entre los ciudadanos practicantes.

En cualquier caso, esto datos muestran que la propuesta de reformar la Constitución es ampliamente aceptada. Cuestión distinta, y que dejaremos para futuros posts en Piedras de Papel, es cuáles son los aspectos de una eventual reforma que apoya cada grupo social. Aquí, obviamente, el consenso es menor. Pero, en cualquier caso, creo que merece la pena destacar el alto nivel de apoyo a un cambio constitucional y la naturaleza transversal del mismo, probablemente mayor de lo que percibimos en el debate político cotidiano. Este puede ser el primer paso para facilitarla en el futuro. Después, llegará el momento de la política y de encontrar los consensos necesarios para llevarla a cabo.

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