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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

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Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

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Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Para qué sirven las encuestas de opinión pública? A propósito del aborto

Alberto Penadés

Espero que me perdonen si no hablo de las elecciones. Voy a aprovechar el caso de la opinión pública sobre el aborto para tratar de ilustrar un par de cosas que podrían merecer discusión tanto para quienes se interesan por las encuestas como quienes se interesan por la posición de la gente sobre el aborto.

Seguramente hayan escuchado alguna vez que, en las encuestas, “hay que repetir las preguntas”. Esto es algo mucho más profundo de lo que tal vez se imaginan, porque es una verdad como una catedral y porque se relaciona con un hecho que olvidamos, o al que damos la espalda, cuando entramos en tratos con los sondeos (especialmente los electorales, que son los más publicados): la opinión pública es algo que se mide, sobre todo, en el tiempo.  Esto se debe a una cosa que carga con el feo nombre de “error no muestral”.

Imagínense -es mi ejemplo favorito- que queremos saber si hemos perdido peso tras quince días comiendo acelgas; o si pesamos ahora menos que nuestro mejor amigo ¿Fiamos el juicio a pesadas hechas cada vez con una báscula distinta, a una hora distinta, con una ropa distinta? Ni hablar. Si dudan, piensen que se juegan dinero. Pues las encuestas son mucho menos fiables que las básculas, como es lógico. Nos sirven bien si queremos saber si cierta opinión se ha vuelto más frecuente o menos frecuente (y cuánto ha cambiado), o comparar la opinión de dos poblaciones. Como la báscula de casa.

Pero suponer que las encuestas, cada vez, reflejan “la verdadera opinión” es mucho suponer, aunque unas estén mejor hechas que otras.  El caso es que por eso no podemos admitir comparar opiniones que vienen de encuestas distintas hechas con preguntas distintas; y el mejor servicio que puede hacernos una encuesta es repetirse a sí misma con monotonía.

Gracias a que las casas “serias” se repiten, incluso si las preguntas son malas, podemos saber, por ejemplo, cómo ha sido la evolución de la actitud de los estadounidenses con respecto al aborto, leyendo -entre otras fuentes posibles- las encuestas de Gallup. Lo singularizo porque me parece que su pregunta es mala, pero por su machaconería Gallup podía anunciar en mayo de 2009 que, por primera vez en la historia registrada, según su medición, los estadounidenses eran más bien pro-elección que pro-vida (evento que después se ha invertido y vuelto a revertir varias veces). Si no hubieran repetido la pregunta a intervalos regulares sus datos no nos permitirían conocer la evolución de esa actitud, punto.

¿Podemos saber cuál es la evolución de la opinión pública española con respecto al aborto? Ni modo. El CIS ha preguntado la opinión sobre el aborto casi de tantas formas como veces lo ha hecho, solo lo pregunta a rachas, y cada vez menos. Es un caso de libro (y no lo achaquen a la gente del CIS, sino a su delicada posición en el gobierno).

Según la base de datos del CIS se preguntó por primera vez a la población general en 1978 (aborto legal, sí o no) y por última en 2011 (una escala de aprobación del aborto libre de cero a diez). No se ha preguntado en 2012-2015; les parecerá extraño con el lío que ha habido. Pero 2011 casi me parece un dato cercano.

Entre 1996 y 2015 se ha preguntado a los españoles su opinión sobre este asunto exactamente tres veces más: en 2008 (una escala de aprobación del aborto con cuatro grados)  en 1998 (una encuesta hecha por convenio internacional, no por iniciativa del CIS, sobre el acuerdo con dos supuestos posibles para abortar) y en 1996 (sobre el acuerdo –sí o no- con el aborto libre).

Cuatro preguntas en 20 años, todas distintas, ninguna regularidad temporal. El servicio público prestado aquí deja un poco que desear. En este tiempo sí se ha preguntado muchas otras veces a una población específica, a los jóvenes –incluso manteniendo la pregunta estable un cierto tramo de años, entre 2002 y 2008, pero no más- y se ha preguntado a la población general sobre cosas “relacionadas”, como su opinión sobre si somos una sociedad tolerante con el aborto. Pero lo que es dar a conocer la opinión pública de los españoles sobre esta práctica y los derechos implicados, eso no.

Es interesante notar que hasta mediados los 90, antes de que se regulara por ley la obligación del CIS de conservar y publicar sus datos, se preguntaba con mucha más alegría. Una alegría que no daba para hacerlo de forma consistente, pero al menos sí frecuente. Las maneras distintas en que se preguntó desafían cualquier catálogo, en serio, es digno de estudio. (Andaban tratando de cazar la mejor formulación de los términos para la ley, parece claro). Pero, al menos, se hacía y lo sabemos. Un presidente del CIS dijo una vez en un foro público que los datos del banco del CIS se habían conservado pese a que los presidentes podían “haberles metido fuego” si hubieran querido. Fue, desde luego, una bendición que sus predecesores hubieran encontrado motivos más fuertes que la ley –que ya ataba a aquel orador- para no hacerle un ISIS.

Renunciemos, así, a la evolución histórica, que sería lo suyo, y veamos qué podemos aprender de la opinión sobre el aborto en tiempos parecidos a los nuestros. Fijémonos un momento en estos datos del CIS de febrero de 2008. La pregunta formulada es la siguiente “Y ahora por favor dígame si está de acuerdo o en desacuerdo con lo siguiente... (Eutanasia, Suicidio, ABORTO, Fecundación artificial)”. El contexto es una encuesta sobre religiosidad.

En la primera tabla está toda la población, en la segunda solo los entrevistados con edades entre 18 y 29 años. El 37,4% está de acuerdo “con el aborto”, con o sin reservas, y otro 33,6% al menos en algunos casos. El acuerdo es considerablemente mayor entre los hombres (41,7%) que entre las mujeres (33,3%). La misma pauta se repite entre los más jóvenes, con valores más elevados.

Acuerdo con el aborto. 18 al 28 de febrero de 2008. Población general.

Fuente: estudio 2752 del CIS: Religiosidad. Elaboración propia.

Acuerdo con el aborto. 18 al 28 de febrero de 2008. Sólo 18-29 años.

Fuente: estudio 2752 del CIS: Religiosidad. Elaboración propia. 

Compárese con este otra encuesta, el “Sondeo sobre la juventud en España” que, por raro azar, la mano derecha del CIS hacía mientras la izquierda realizaba el anterior, solapándose las fechas del trabajo de campo. Como la técnica de recogida de datos es la misma, y también el diseño muestral (no así el tamaño, ya sería mucha suerte), podemos comparar esta encuesta hecha solo a los jóvenes menores de 30 años (seleccionando los datos de los mayores de edad) con los jóvenes entrevistados en la encuesta a la población general.

¿Con cuál de las siguientes frases que otros han dicho sobre el tema del aborto estás más de acuerdo? 14 al 21 de febrero de 2008. Jóvenes 18-29 años.

 

Fuente: estudio 2753 del CIS: Sondeo a la juventud española. Elaboración propia.

En la encuesta sobre religiosidad el 45,6%  de los menores de treinta años están de acuerdo con el aborto, con o sin reservas. El 50% de los hombres y el 40,3% de las mujeres. La fracción que dice “en ningún caso” llega al 20,5%.  Sin embargo, en el sondeo de la juventud, el 55,8 % opinan que sobre el aborto debe decidir la mujer sin que el estado ponga límites y solo el 16,2% lo encuentran inadmisible. Lo que es todavía más interesante, la pauta de género se invierte, y las mujeres se muestran ahora más “favorables”. Al menos, más favorables a decidir.

Si bien las dos cosas se pueden tomar como mediciones de la actitud hacia el aborto, lo abordan desde dos ángulos: no es lo mismo, aunque esté muy próximo, afirmar que se está de acuerdo con hacer algo que juzgar quién tiene derecho a decidirlo (las negativas sí deberían ser iguales). Además, en una encuesta se pregunta por temas religiosos y en otra por temas “de jóvenes”, lo que puede atraer a tipos de personas distintas que colaboran con sus respuestas, o a condicionar el marco mental de las mismas. Todo esto son posibles fuentes de “error no muestral” que dificultan la comparabilidad, y enseñan lo difícil que es medir. El hecho de que se invierta la pauta de género es algo muy notable: esto puede deberse a que la palabra “mujer” aparece en la pregunta. También puede ser que, entre las mujeres, la diferencia entre aceptarlo para sí y para otros esté más pronunciada que entre los hombres. Lo más probable es que haya algo de ambos, pero no lo podemos saber, y eso es lo malo.

Espero que con este ejemplo se hayan convencido de que las preguntas importan mucho: tiene que estar muy claro lo que se quiere medir, los términos tienen que ser nítidos y neutrales, y tienen que ser siempre los mismos. De lo contrario estamos especulando y formulando argumentos retóricos, lo que tantas veces se hace pasar por análisis de opinión pública.

Les habrá llamado la atención que las mujeres aparezcan como menos decididas a la hora de aprobar el aborto, al menos cuando se pregunta  sin referencia a sus derechos. Esto lo podemos corroborar con la última encuesta del CIS que toca este tema, la de 2011 (el estudio 2860: “Preferencias sobre procesos de toma de decisiones políticas”).

Este estudio utiliza escalas de aprobación de cero a diez puntos (utilizaré las medias) y pregunta separadamente por el acuerdo con el aborto y por el acuerdo con la decisión autónoma (frente a los derechos de “los políticos” a intervenir):

-“En una escala de 0 a 10, en la que el 0 indica que está 'totalmente en contra' y el 10 que está 'totalmente a favor' de que las mujeres puedan abortar libremente y sin restricciones, ¿dónde se situaría Ud.?” La media de aprobación es 5,95 (6 entre los hombres, 5,9 entre las mujeres)

-“Y, concretamente, ¿cómo cree Ud. que deberían tomarse las decisiones políticas sobre el aborto? Recuerde que el 0 significa que los/as ciudadanos/as deberían tomar directamente todas las decisiones y el 10 que las deberían tomar todas los/as políticos/as” La media de aprobación es de 3,71 (3,77 entre los hombres y 3,65 entre las mujeres)

Hay que reconocer que la segunda pregunta se le debía atragantar un poco a  la gente, por lo de que un polo de la escala sea dejarlo en manos de “los políticos”. En todo caso, muestra que las mujeres distinguen algo más que los hombres entre aprobar el aborto y aprobar que la decisión sea individual. Las mujeres aprueban menos el aborto que los hombres, pero también aprueban menos que los hombres el que la decisión se vea limitada por los políticos (esto es, entendemos, que no sean las personas afectadas quienes decidan).

Las diferencias en las medias parecen pequeñas, y lo son, comparadas con las encuestas de 2008, pero son significativas. Por ejemplo, se deben a que la mayor oposición al aborto (entre 0 y 3 de aprobación en la escala) la muestran el 24,8% de los hombres y el 27,1% de las mujeres. De cualquier modo, muestran un hecho a considerar frente a cualquier juicio fácil sobre cuáles son las dimensiones sociales que separan a quienes tienen distintas actitudes sobre el aborto.

Aunque ya hemos visto que, en todo caso, las mujeres son más “pro elección” que los hombres, incluso si rechazan el aborto más que los hombres, conviene observar un detalle sobre esta segunda diferencia. En realidad, la diferencia “se debe” a que las mujeres son más religiosas que los hombres, en promedio, y a que las personas religiosas rechazan el aborto más que las que no lo son. En datos: las mujeres católicas y los hombres católicos tienen actitudes iguales hacia el aborto: 5,4 de tolerancia en promedio. Al mismo tiempo las mujeres no religiosas tienen actitudes más favorables al aborto (8,4) que los hombres no religiosos (8,2 los ateos y 7,2 los “no creyentes”). Lo que pasa es que mujeres ateas o no creyentes hay bastantes menos que hombres.

Aquí la mayoría dirían que, puesto que al tener en cuenta la religión, el efecto de ser mujer en encontrar  el aborto una práctica aceptable desaparece (o se invierte, entre las personas no religiosas), entonces podemos decir que no hay efecto de género, o incluso que las mujeres “controlando la religiosidad”, como dicen los sociólogos y gente así, aprueban más el aborto que los hombres. Sin embargo hay algo forzado en esto, porque el hecho de que haya menos mujeres irreligiosas que hombres no es un azar. Lo razonable, en mi opinión, es decir que el efecto de género aquí actúa, entre otras maneras, a través de la religión. Si las mujeres fueran menos religiosas se opondrían aún menos al aborto, la cuestión es que eligen ser más religiosas.

Quedémonos, en todo caso, con el hecho de que las mujeres parece que distinguen algo mejor que los hombres el aborto mismo del derecho a decidir sobre el aborto. Muestran una actitud con la que me resulta más fácil identificarme, aunque eso es una opinión privada.

Y quedémonos también, se lo ruego, con el hecho de que las encuestas sirven para conocer tendencias temporales o las diferencias de opinión entre grupos de la población. También, por cierto, las encuestas electorales. Las encuestas “sueltas” son muy malas para medir un estado de opinión, de forma precisa, en un momento dado. El CIS tiene estupendas series de datos sobre la intención de votar y sobre unas cuantas cosas más. Los ciudadanos interesados, y los investigadores, le deberíamos pedir el mismo servicio en tantas otras cosas que nos gustaría entender mejor. O de eso quería convencerlos a ustedes.

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