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ANÁLISIS

Iglesias y Errejón: diferencias y semejanzas

Pablo Iglesias, Irene Montero, Íñigo Errejón, Ángela Ballester y Carolina Bescansa, en el Congreso.

Andrés Gil

La caricatura es fácil: posibilista o radical; pragmático o extremista; amable o macarra. Pero lo difícil es encontrar entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón verdaderas muestras de diferencias en elementos programáticos o de proyecto de país. Tanto como para llegar a definir proyectos antagónicos. O incluso como para presentar una lista alternativa al Consejo Ciudadano Estatal para Vistalegre 2, idea que sobrevuela en algunos dirigentes próximos a Errejón.

Los debates políticos, de momento, en pleno cara a cara entre los dos sobre cómo deben ser las reglas para Vistalegre 2, se están centrando mucho más sobre los procedimientos, el discurso, la estrategia y los símbolos de Podemos. O incluso cómo ha de evolucionar la convergencia con IU, Equo y las confluencias catalana, gallega y valenciana.

Pero, ¿tienen diferentes opiniones sobre la Constitución, más allá de que Iglesias hable de “momento constituyente” y Errejón, de “ensanchar la Constitución”? ¿Y el derecho a decidir en Catalunya? ¿O la supresión de la monarquía? ¿Y la denuncia de “la casta”, “los de arriba” o el “1%”? En realidad, no.

El propio Jorge Moruno, responsable de discurso de Podemos y persona de confianza de Errejón, decía hace unas semanas:

Más o menos ruptura

Otra cosa es que, ante situaciones concretas, dirigentes próximos a Errejón hayan manifestado opiniones en el ámbito interno diferentes a las defendidas por Iglesias en asuntos delicados y que, por ello, puedan aparecer en un plano menos de ruptura.

Por ejemplo: si apoyar o no al pacto de Pedro Sánchez con Albert Rivera en la anterior legislatura: la opinión hegemónica en la dirección de Podemos era rechazarlo, como así se hizo, pero hubo algún dirigente próximo a Errejón que defendió apoyarlo en un Consejo Ciudadano Estatal.

Otro ejemplo: el voto en contra a la reforma de la ley de Estabilidad. Tanto IU como las confluencias tenían claro su rechazo, pero Podemos dudó: había dirigentes próximos a Errejón que pensaban que era mejor no votar en contra –abstención o incluso a favor, y así se lo afeó el ministro Cristóbal Montoro a Errejón en una reciente sesión de control– de una reforma que contaba con el respaldo de PSOE y Ciudadanos. Pero al final se impuso el no en todo el grupo parlamentario.

“Lo más trágico es que estamos haciendo un debate de procedimientos cuando necesitamos un debate de ideas”, decía en una entrevista con eldiario.es el diputado de Unidos Podemos por Córdoba, Manolo Monereo: “Se elude permanentemente el debate político con significantes vacíos, y a la hora de concretar en un programa de país no se está a la altura de las circunstancias. Los dirigentes de Podemos tienen hoy un poder enorme: cada vez que quieran acusar a Pablo Iglesias tienen todos los medios de comunicación a su favor”.

El responsable de Internacional de Podemos, Pablo Bustinduy, hacía el siguiente diagnóstico en otra entrevista en eldiario.es: “Creo que hay también diferencias de análisis sobre qué nos ha traído hasta aquí, sobre la composición de nuestro electorado y sobre las fuerzas susceptibles de unirse al bloque histórico”.

Cómo ha de ser Podemos

¿Entonces? Procedimientos, discurso, estrategia, confluencias y símbolos.

Moruno escribía este viernes en su canal de Telegram: “Solvencia en el Parlamento y echar raíces en la sociedad. Hay que evitar que se formalice un giro conservador, esto es, a la izquierda, y se imponga una línea que en lugar de mirar a la sociedad y a España se centre solo en hablarle a los ya convencidos refugiándose en las pequeñas certezas. Hay que esponjar poder y generar contrapesos, contrapoderes, proporcionalidad y garantías. Un proyecto donde entre mucha gente es un proyecto sin complejos a debatir en abierto de política y a decidir colectivamente. Seremos unos incoherentes si no practicamos en Podemos la democracia que luego queremos llevar a España”.

Hace unas semanas, en una entrevista en eldiario.es, explicaba Iglesias cuáles creía eran los retos de Podemos: “Es peligroso acostumbrarte a vivir en el Parlamento. A mí me preocupa enormemente que el trabajo parlamentario contribuya a blanquear al PSOE. Funcionamos mejor cuando somos capaces de atraer a sectores que están muy cansados de la clase política actual y que ven en nosotros un estilo diferente”.

“La transversalidad no es parecernos a nuestros enemigos, sino parecernos a la PAH”, ha afirmado también Iglesias. Y esa frase podría firmarla Errejón. Otra cosa es cómo evoluciona el concepto.

Hace más de una década –en 2003–, como recordaba recientemente Iglesias, participó con Errejón en una protesta contra la ocupación de Irak con bengalas en un andamio de la Puerta del Sol.

Debate público

Iglesias y Errejón tienen un debate sobre cómo ha de ser Podemos, el primer campo de batalla fue Madrid y los siguientes están siendo las fases previas a Vistalegre.

Discrepan sobre cómo seducir al votante –“el día que dejemos de dar miedo a los sinvergüenzas no tendremos sentido como fuerza política”, decía Iglesias; “a los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto”, respondió Errejón–; y también sobre cómo aplicar el populismo de izquierdas. Si lo consideran una herramienta eminentemente discursiva; a través de la cual crear un sentido común hegemónico que se traduzca en voto; o una estrategia vinculada estrechamente a la movilización social y al conflicto: el debate simplificado de más o menos calle; más o menos institución; la construcción del sujeto pueblo con identidades difusas o a través de la lucha y las condiciones materiales de vida.

En el énfasis de esa simplificación –ni unos ni otros reniegan de ninguna de las dos patas, institución y calle, aunque haya matices en los énfasis– están las diferencias. Y, también, en cómo sumar “a los que faltan”: seduciendo con el discurso o con la “construcción de pueblo organizado”; siendo partido en el movimiento o partido movimiento/partido de movilización.

Hay múltiples factores para alinearse y realinearse, y en cada uno opera el suyo. Y a veces hasta se traslada a lo estético o gestual: con chaqueta o sin chaqueta; con el puño o la V de victoria, con la piedra o la tijera; Bruce Springsteen o Coldplay; los hipsters o los Chikos del Maíz; con hilo rojo de la historia o sin hilo rojo; de Vallecas o Pozuelo...

Posiciones cruzadas

Las posiciones políticas se cruzan y entrecruzan, y también tienen que ver con cómo ha de relacionarse Podemos con su entorno –confluencia vs. partido único; Unidos Podemos, las confluencias, los sindicatos, los movimientos sociales, la sociedad civil–; cómo ha de comportarse con el PSOE; cómo ha de expresarse –posmoderno o con memoria; narrativa de izquierdas o no; suave o impugnador; frío o épico–; cómo interactuar en el palacio institucional, la Cultura de la Transición –CT–, la calle y el régimen mismo –ruptura o reforma/izquierda régimen–; cómo ha de ser la estructura del partido; y cómo se interpreta la transversalidad.

Los integrantes de Podemos se han ido ubicando en estos ejes desde su nacimiento, si bien en los últimos meses la polarización se ha acentuado. Pero, además, hay relaciones personales labradas o no en espacios de activismo o militancia, en el partido o en la institución –hay gente que se lleva bien y gente que se lleva mal; hay confianza o desconfianza–; hay quien se siente, con razón o sin ella, más o menos escuchado o cuidado o valorado; y está también la ambición personal o colectiva: apuestas que se hacen o se dejan de hacer más por cálculos políticos tácticos en función de las coyunturas que por motivos estratégicos ideológicos.

Podemos está en construcción. Y estas semanas hasta Vistalegre 2, el segundo fin de semana de febrero, serán decisivas para la definición del proyecto político, y qué tesis se verán más reforzadas: ¿el partido movimiento de ruptura con aspiración de bloque histórico con otras fuerzas de izquierda y personificado en Pablo Iglesias o el populismo de izquierdas de discurso más transversal que representa un Íñigo Errejón menos cómodo con el discurso izquierdista –sobre todo con la alianza con IU–? El primer asalto, la consulta interna que concluye este miércoles.

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