Los kurdos luchan contra el olvido de la tragedia de Anfal

Aunque la prosperidad actual pueda mitigar el recuerdo, hace solo 25 años las tropas de Sadam Husein gaseaban con armas químicas a la población del Kurdistán iraquí, que hoy reivindica que esa masacre sistemática sea considerada un genocidio.

El régimen de Bagdad la llamó Operación Anfal. Bajo ese nombre, tomado de un capítulo del Corán y que significa “botín de guerra”, el primo de Sadam, Alí el Químico, orquestó una campaña que alcanzó su paroxismo en el ataque contra la aldea de Halabja, en la que más de 5.000 civiles sucumbieron al gas mostaza y al gas sarín.

“La tragedia de Anfal es enorme y sus heridas, muy profundas”, sentenció hoy el presidente de la región autónoma del Kurdistán, Masud Barzani, en una conferencia internacional para conmemorar el 25 aniversario de la operación y demandar al mundo que sea reconocida política y legalmente como genocidio.

Hasta el momento, Reino Unido, Suecia y Noruega ya le han otorgado esa denominación, además de algunas organizaciones como Human Rights Watch.

El ministro kurdo para Asuntos de Mártires y de Anfal, Aram Ahmed Mohamed, explicó a Efe que su intención es ahora conseguir que el Parlamento Europeo y el Congreso estadounidense hagan lo mismo, para acabar elevando la petición ante la ONU, pese a que detecta “algunos casos de negacionismo”.

El temor a que el tambaleante régimen de Bachar al Asad en la vecina Siria pueda recurrir al uso de armas químicas contra su propia población concede mayor actualidad aún a la pesadilla kurda.

“El reconocimiento del genocidio kurdo es importante como advertencia para que otros dictadores se lo piensen dos veces antes de hacer lo mismo”, reflexionó Mohamed.

En un imprevisto mensaje dirigido a la conferencia, el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, se sumó a las advertencias contra Damasco.

“Las heridas de Anfal todavía sangran, son una mancha negra en la historia de la Humanidad”, dijo Erdogan en el mensaje, en el que recordó que los sirios “están sufriendo el asesinato” y abogó por la eliminación de todas las armas de destrucción masiva en la región.

Durante siete meses a lo largo de 1988, la aviación y las tropas iraquíes bombardearon sin clemencia pueblos y aldeas del Kurdistán, en la fase más aguda de la operación, que en total se prolongó entre 1987 y 1989.

Las organizaciones de derechos humanos elevan a 180.000 los muertos en esta campaña, tras la que solo se recuperaron 3.000 cadáveres, según Barzani.

“Continuaremos buscando al resto, que siguen enterrados en fosas comunes en el desierto de Irak”, dijo.

En un momento de crisis política y tensas relaciones con Bagdad, Barzani exoneró de culpa al Gobierno central -“sabemos que no es el responsable”-, pero recordó que sigue teniendo sus obligaciones legales.

Y aunque aseguró sentir hoy el respaldo de la comunidad internacional, destacó que hay países y compañías que ayudaron a desarrollar las armas químicas que acabaron con mujeres y niños en Halabja.

Un “lobby” estadounidense vinculado con el Partido Republicano anunció durante la conferencia su intención de presentar demandas contra 20 empresas por su participación necesaria en la elaboración del armamento químico.

El llamado Global Justice Group invitó a las compañías implicadas a participar en un foro internacional, en octubre en la ciudad holandesa de La Haya, en el que se discutirá el reconocimiento y las posibles indemnizaciones a las víctimas si quieren evitar los pleitos.

La mayoría de las compañías, cuya identidad no fue revelada, son de la antigua República Federal Alemana, si bien también las hay francesas, españolas, estadounidenses, holandesas o japonesas.

“Mi mensaje al pueblo kurdo es este: No debemos olvidar el pasado, pero eso no debe llevar a la venganza, tenemos que avanzar”, remató Barzani, líder de una región que no oculta su progreso, impulsada por los petrodólares y las inversiones extranjeras.

Por Enrique Rubio