En estos días tan calurosos estaba pensando sobre qué escribir hasta que vi una noticia que parece un chiste, pero por desgracia no lo es. “Un chico sordo estuvo siete horas en urgencias al ser avisado por megafonía”.
Sigo pensando que aún el mundo, la sociedad o como queramos llamarlo no es consciente de la diversidad tan brutal en la que vivimos y que cada vez más se muestra en sus más diversas formas.
Hace unos cuantos años la accesibilidad era algo residual e impensable, la gente que tenía dificultad de acceso a ciertos lugares era poco menos que apartada al son de “pobrecito que no puede entrar ahí.” Por suerte, esto va cambiando. Cada vez más son las plazas de parking asignadas a personas con movilidad reducida, son cada vez más frecuentes los accesos a las calles, las rampas, los ascensores… Pero queda. Queda mucho. Queda integrar la mentalidad, que todo esté realizado a escala global, teniendo en cuenta la mayor diversidad posible. Creo que además de una apuesta por la mejora en la calidad de vida debería ser una obligación para crear conciencia de quiénes somos. El hecho de que todo el urbanismo esté orientado a la persona sin diversidad funcional es algo que hay que combatir, sí, combatir, desde todos los lugares posibles. Más aún teniendo en cuenta los organismos públicos que deberían establecer unos estándares de accesibilidad.
Mientras escribo veo que Japón ha estandarizado los símbolos de sus urinarios. Han de fabricarse normas flexibles, que incluyan a todos. Es un ejercicio de responsabilidad. Volvamos al caso del chico sordo. ¿Tan difícil es instalar una pantalla en la que la gente pueda ver, además de oír? Pero no ya para las personas sordas, sino para todos. Siempre es mejor pensar toda las opciones y hacer un completo para todas las personas.
En comunicación se habla de efectividad cuando llegas a cuanta más gente con menos esfuerzo. Cuando desde los organismos planteas la comunicación y ves que socialmente tienes un “público” muy diferente has de adaptarte. Cuesta dinero, personal, recursos… pero es la única manera de avanzar, sobre todo en nuestro terreno, el de la discapacidad.
Estoy convencido de que una buena planificación a largo plazo, con cierta flexibilidad, podrá demostrar que todos cabemos en esta sociedad. Es importante abrir mentes, romper estereotipos flexibilizar los ámbitos y, sobre todo invertir dinero público en conseguir que todos los ciudadanos vivamos lo más cómodamente posible. Se trata de que todos tengamos la posibilidad de acceder a todos los servicios que nos ofrece la administración y de la mejor manera, que cualquier deficiencia pueda quedar compensada a través de los medios públicos y por extensión a los privados.
Otro tema que da para estudiar es el tiempo de espera en organismos públicos y la capacidad de resignación que tiene el personal. Porque en parte estamos acostumbrados a unos servicios públicos donde se tarda una eternidad y creo que deberíamos exigir a nuestros gobernantes los mejores servicios posibles, pero para eso hay que moverse.