Si tenemos miedo de las palabras, seguramente meteremos la pata. Muchas veces al dirigirnos a alguien con una discapacidad tenemos tanto miedo de parecer desconsiderados, que ponemos excesivo cuidado en el vocabulario que utilizamos. Y la mayoría de las veces, es peor el remedio que la enfermedad.
Para muestra de ello, he querido ilustrarlo con varios ejemplos.
Situación #1
Un amigo ciego viajaba en tren con su novia vidente. Aclaro que cuando decimos “vidente” nos referimos a alguien que ve, no a una pitonisa de las que echan las cartas del tarot...
Aclarado ese punto, sigamos. MI amigo viajaba en el tren con su novia. Cuando llegó el momento de bajar del tren con las maletas, un hombre se acercó para echarles una mano. Cuando se dio cuenta de que la novia de mi amigo sí que podía ver, les dijo:
Ah, tú sí que eres... apta, ¿no?
El hombre, que con toda su buena fe solo pretendía ayudarles a bajar las maletas, se quedó tan cortado al ver que ella sí que veía que lo primero que se le ocurrió fue decirle eso. Tú sí que eres apta. Entendemos que no lo dijo con maldad ninguna y que fue lo primero que se le vino a la mente, ¿de acuerdo? Pero si vamos al fondo de la expresión, t“, quiere decir que mi amigo ciego no lo es. No es apto. ¿Para qué? ¿Para bajar la maleta? ¿Para bajar del tren? ¿Para... la vida? No sabemos para qué no es apto. Ella sí es apta. Él no.
Situación #2
Hace unos meses me fui de escapada con mi pareja. Queríamos celebrar nuestro aniversario y nos fuimos a un hotelito rural. Cuando nos registramos y nos dieron la llave de la habitación, la recepcionista trató de explicarnos cómo llegar a nuestra habitación:
Tenéis que subir a la tercera planta, y luego girar a la derecha... Es la 302...
De pronto se dio cuenta de que hablaba con dos personas con discapacidad visual, una de ellas con un perro guía, y dudó. Luego se dio cuenta de que mi pareja sí que veía y le dijo:
Bueno... Tú sí te vales, ¿no?
Sí, por suerte él sí se vale. Y yo también. Soy perfectamente capaz de subir en un ascensor. O incluso subir escaleras, siempre que sepa hacia dónde tengo que ir y pueda darle a Brilyn las instrucciones precisas. Pero comprendo que la mujer no supiera cómo expresarlo. Tú sí te vales, ¿no?, como diciendo... Bueno, no hace falta que os acompañe, ¿no?
Situación #3
Hace unos meses, visitando a unos amigos en Madrid que también son ciegos (o no aptos, o que no se valen...) fuimos a tomar una hamburguesa. Estábamos charlando animadamente en la terraza cuando vino la camarera a tomarnos nota. Cuando ya habíamos hecho nuestros pedidos y se iba a marchar, la chica se paró un momento y nos dijo:
¿Vosotros vivís por aquí?
No, ¿por qué?
No, porque suele venir mucho un grupo que son así también... como vosotros...
¿Así cómo? ¿De Valladolid?
No... Así, evidentes, como vosotros.
Evidentes. Como nosotros.
Ahora además de no ser aptos y no valernos, éramos así, evidentes.
Cuando lo conté en Twitter, un amigo con mucha gracia me dijo: La chica quería decir e-vidente, es decir, vidente electrónico. Que no te enteras.
Ante todo, que no falte el sentido del humor.
Pero es cierto que muchas veces, la gente tiene tanto miedo de no herir tus sentimientos, o de parecer insensible, que no saben cómo dirigirse a ti.
Situación #4
Al haber estudiado la carrera en Valladolid, tengo muchos compañeros de promoción que trabajan en medios de comunicación locales o regionales (afortunadamente, porque tal y como andan las cosas para la profesión...). En una ocasión, uno de estos compañeros me pidió un favor. En el magazín de la tarde, en la televisión local, hacían una especie de entrevistas a gente más o menos conocida de la ciudad... Pero con la particularidad de que durante la entrevista, había que cocinar algo.
Así que, como a mí me gusta cumplir con mis amigos cuando me piden un favor, para allá que nos fuimos, mi chico, Brilyn y yo. Decidimos junto con la presentadora del programa que prepararíamos algo muy sencillo, que se hiciera rápido y no manchara demasiado. Hacía poco que había aprendido a cocinar pasta al pesto y me pareció lo más indicado, por su sencillez.
Cuando ya estábamos en el plató de televisión, con los utensilios y los ingredientes listos en la cocina de atrezo del estudio, la presentadora se acercó a nosotros para presentarse y explicarnos cómo iría la entrevista. Se trataba de una joven italiana, afincada desde hacía años en Valladolid y con mucha experiencia en televisión. En un momento dado, con tono de preocupación nos preguntó:
Perdonad, pero... ¿cómo tengo que dirigirme a vosotros? ¿Os importa que os digan ciegos, invidentes...? Yo digo lo que vosotros prefiráis
Le expliqué que nos resultaba indiferente. Tanto ciego, como invidente, como persona con discapacidad visual. Siempre dejando claro que ante todo, somos personas.
La presentadora pareció quedar conforme. Tomó sus notas y se marchó para prepararse.
Cuando al fin los focos se encendieron y nos pusimos manos a la obra, cocinando pasta al pesto delante de las cámaras, la chica nos fue haciendo preguntas de lo mas naturales, sobre nuestra vida diaria, cómo era cocinar siendo ciego, cómo usábamos aparatos cotidianos como el móvil o el ordenador... Hasta que de pronto, en directo, se le ocurrió formular la siguiente pregunta:
Oye, ¿y cuándo os... cuándo os convertisteis en ciegos?
En aquel momento no reaccioné, ya que con la presión de tener las cámaras grabando en directo teníamos que seguir adelante con la entrevista como si nada. Pero más tarde, analizándolo con familiares y amigos, que sí habían tomado buena nota de la preguntita, me entró la risa.
¿Cuándo os convertisteis en ciegos? Como si el hecho de ser ciego fuera como una decisión. O como una especie de Crepúsculo. Te muerden y... ¡zas! Te conviertes en ciego de repente.
Ojo, todo esto sin ninguna mala intención hacia la presentadora, por supuesto. La pobre no sabía bien cómo formular la pregunta y ella misma quedó atrapada en ella. También lo achaco a que al ser italiana, le traicionó el lenguaje... Pero la verdad es que tiempo después, y analizándolo fríamente, la pregunta tiene su gracia. ¿No os parece?
En resumen, ¿qué hemos aprendido hoy?
Yo he aprendido que los ciegos no somos aptos; que no nos valemos (no puedo evitar acordarme del programa aquel... ¡Tú sí que vales!); que somos evidentes, o e-videntes (videntes electrónicos); y que no nos quedamos ciegos, sino que nos convertimos, como los vampiros.
¿Y vosotros? ¿Sois aptos evidentes convertidos o sin convertir? ¿Habéis sufrido alguna vez este tipo de situaciones? Os animo a compartirlas.