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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Ver o no ver... esa es la cuestión

Patricia Carrascal

Un post diferente. Esta vez, en forma de relato breve, se narra el reencuentro entre tres amigos retrones, con mucho que contarse.

***

Estela se ha levantado plena de energía. Hoy ha quedado con unos viejos amigos a los que hace tiempo que no ve. Álvaro y Miriam han llegado de visita a la ciudad y esta tarde los tres han quedado para tomar un café. Mientras se viste y se prepara para ir a trabajar, Estela recuerda con cariño cómo se conocieron. Fue hace unos cuantos años, en un campamento para jóvenes invidentes. Por aquel entonces, Miriam aún veía algo y era la que les ayudaba y guiaba en las actividades del campamento. Los tres hicieron buena amistad durante aquel verano y después continuaron escribiéndose largas cartas en braille.

Estela sonríe al recordar el momento en que, años más tarde, Miriam y Álvaro le contaron que estaban saliendo juntos. Para ella había resultado tan evidente desde el principio que esos dos se gustaban... Era irónico que ambos fueran tan inteligentes en lo académico y en cambio, en lo relativo al amor hubiesen estado tan ciegos.

Termina de prepararse, coge su bolso de trabajo y llama a Delia, su perra guía. La labradora acude como un rayo al encuentro de su ama, moviendo la cola como loca. Estela le coloca el arnés sobre el lomo, ajusta la correa y sale de casa pensando en que por la tarde volverá a reencontrarse con sus viejos amigos, al fin.

***

Álvaro ha terminado de colocar sus cosas en la habitación del hotel. Como siempre, él ha tardado menos que Miriam. ¿Por qué las chicas siempre necesitan tanto tiempo? Para un fin de semana que van a estar en la ciudad, a él le basta con unos tejanos, sus deportivas, un par de camisetas y la sudadera de su equipo. El resto, el neceser y la ropa interior se lo ha dejado a Miriam. Total, ella siempre lo recoloca todo después, así que...

Decide deambular un rato por la habitación mientras ella termina de colocar las cosas en el cuarto de baño. Desliza con cuidado las manos por encima de lo que parece ser una cómoda. Palpa la superficie con cuidado -no sería la primera vez que tira alguna figurita de porcelana o algún cenicero sin querer- y encuentra lo que supone será un radio-reloj. continúa palpando y registrando los alrededores en busca de la televisión. Desde que las cuelgan en la pared en lugar de apoyarlas en muebles, ¡resulta mucho más difícil saber dónde están!

Con cuidado, se acerca a la pared de la cómoda para palpar por encima, a ver si hay suerte...

-¡Ayyyyyy!

***

Miriam está terminando de ubicar el contenido del neceser y ya ha localizado sobre el lavabo la típica pastilla de jabón y los frasquitos de gel que dejan siempre en los hoteles, cuando oye el grito. ¡Por poco no tira el vaso colocado sobre la repisa para los cepillos de dientes! Busca a tientas el marco de la puerta y se asoma.

-¿Álvaro? ¿Estás bien?

-¡Ayyyy! ¿Cómo se les ocurre poner una estantería a esa altura? ¡Creo que me he abierto la cabeza!

Miriam sale del cuarto de baño para ir a su encuentro. Seguramente no sea nada -a Álvaro le encanta exagerar-, pero acude de todos modos por si se ha hecho daño.

-Déjame ver... -Le palpa la frente en busca del golpe, con mucha delicadeza.

-¡Ten cuidado! Ayyy...

-Tú eres el que debería ir con más cuidado. Sabes que algunas veces, hay estanterías en las paredes.

-¡No me digas! Me he dado con toda la esquina en la frente... ¡Ahora me va a quedar un chichón!

Esta vez ablandada, Miriam le da un beso en la frente.

-¿Mejor?

-Sí...

-Venga, vamos a terminar de prepararnos que hemos quedado dentro de media hora con Estela.

***

Deprisa, deprisa, deprisa. Estela ha salido tarde del trabajo y ya llega con retraso a su cita con Álvaro y Miriam. Le da la orden a Delia para que camine más rápido. Ahora tiene que buscar el paso de peatones. Escucha que no vengan coches... Vaya, este semáforo no tiene señal acústica. Parece que ahora no vienen coches... Le dice a Delia que cruce y busque el bordillo al otro lado. Bien, muy bien. Siguen caminando. Deprisa, deprisa, deprisa. Se siente como aquel conejo blanco en la película de Alicia, ¡siempre tarde!

Tuerce en la esquina y por fin llegan a la calle del bar donde ha quedado con Álvaro y Miriam. Se acerca y le dice a Delia que busque la puerta. Obediente, la labradora se dirige sin problema hacia la entrada del bar. Dentro, Estela presta atención a los sonidos. ¿Dónde estarán sentados? Camina hacia donde recuerda que está la barra del local, pero hay mucha gente. Cuidado, con cuidado..

-Guapa, ¿necesitas ayuda? Soy el camarero.

Estela detiene a Delia y sujeta la correa para que se quede quieta y no olisquee por el suelo -nunca se sabe lo que puede haber por ahí abajo-.

-¡Ah! Gracias. Estoy buscando a unos amigos. Habíamos quedado aquí.

-¡Ah! Debe ser esa pareja que hay en la terraza. Han venido con bastón... si quieres, les pregunto.

-No, tranquilo, son ellos. ¿Podría indicarme dónde están sentados?

El chico, solícito, sale de detrás de la barra y la acompaña fuera. Estela se coge de su brazo y le sigue nerviosa. ¡Odia llegar tarde! Espera que Álvaro y Miriam no lleven demasiado tiempo allí esperándola.

***

Continuará...

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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