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La Atención Primaria rural en el segundo verano de pandemia: falta de personal y saturación de los servicios

Atención a un paciente en un centro de Atención Primaria.

África Gelardo Arrebola

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Los desplazamientos de viajeros por el verano, la escasez de profesionales sanitarios en los pueblos, y la situación por la COVID-19 están haciendo que la atención médica rural pase un verano de dificultades. Las zonas más asociadas a la España vaciada, como Aragón, Castilla-La Mancha y Castilla y León asumen un aumento estival de población y una mayor demanda en sus ya exhaustos centros de salud. “La gente cree que el medio rural está desahogado, pero todo lo contrario: la atención sanitaria de los pueblos está más ahogada que en las ciudades en las que residen [los desplazados] normalmente”, dice María José San Román, portavoz de Sanidad de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) de Castilla y León.

“Este verano está siendo especialmente complicado por el coronavirus, pero no solo por eso, sino porque las plantillas están a la mitad por las vacaciones”, cuentan desde el Sindicato de Médicos de Atención Primaria-Fasamet de Aragón. En las zonas de campo, estos inconvenientes son mayores, ya que siempre ha habido dificultades para encontrar médicos que cubran las plazas de los pueblos, explican desde el sindicato. 

Falsa sensación de seguridad

Ahora, a la falta de personal sanitario, un problema que se repite año tras año, se le suman otros factores relacionados con la COVID-19. En época de vacaciones, mucha gente vuelve de las ciudades donde residen a sus pueblos: visitan a amigos y familiares, salen por los bares, y acaban contagiando a los habitantes. Según explica San Román, las pequeñas poblaciones, que parecen estar en una “burbuja”, dan una falsa sensación de seguridad “como si el virus no fuese a entrar allí nunca, pero está entrando”. 

Según datos del CSIF, todas las provincias de la comunidad castellanoleonesa reportan un aumento del número de desplazados desde el inicio del verano. En León, a mitad de julio contaban con unas 11.000 tarjetas de desplazados, a pesar de que la mayoría de las personas que se mueven en periodos vacacionales no tramitan este tipo de tarjetas, por lo que en realidad, hay más gente. Lo mismo ocurre en Segovia, donde los sanitarios “están desbordados”: se tramitan entre 200 y 250 solicitudes de tarjetas de desplazados diarias. Además, había casi 4.000 “transeúntes”, es decir, pacientes de fuera de la localidad que solicitan asistencia sanitaria, aunque no tienen la tarjeta. 

Los profesionales de estas zonas deben realizar no solo sus labores habituales, sino también otras actividades relacionadas con la COVID-19 como “pruebas diagnósticas, antígenos, seguimiento de positivos, rastreos y visitas a personas infectadas”, cuenta San Román. Esta mayor carga de trabajo dificulta también la labor de las enfermeras y enfermeros, que son los encargados de realizar gran parte de las tareas relacionadas con las infecciones por coronavirus, según denuncia el sindicato de enfermería SATSE. Es lo que sucede en Puebla de Sanabria, en la provincia de Zamora, donde “hay aldeas y pueblos que han estado sin casos positivos, y ahora tienen unos treinta infectados”, con lo que se favorece la saturación de la atención primaria porque “un médico o enfermera rural no atiende solo una población: recorren kilómetros de consultorio en consultorio”, incide María José San Román. 

Falta de personal de salud

En la misma línea que Castilla y León, tanto el Sindicato Médico de Castilla-La Mancha como el Colegio de Médicos de Toledo confirman esta falta de personal médico. Raúl Calvo, secretario del COMT, lo explica con su caso personal. Él es médico en Arcicóllar: “Ahora si en la localidad de Camarena no hay médico o médica, tengo que ir yo un par de horas, volver a mi pueblo, atender por teléfono y luego volver de nuevo por si hay que echar una mano. Agotador”.

Se trata, insiste, de un problema “estructural” que se viene arrastrando desde hace décadas. Desde el Sindicato Médico, Miguel Méndez asegura que el problema se sufre en toda la atención primaria, de la que han “huido” muchos profesionales residentes. “Tenemos que pensar en que hay que cuidar al cuerpo, sacar más plazas de atención primaria y luego aliviar la sobrecarga de trabajo”, afirma. En algunos casos, como en Puerto Llano, “ni siquiera se cubren las propias interinidades”, explica Méndez, “a pesar de que son plazas con contratos indefinidos. Hay un hartazgo por parte del personal de Atención Primaria, que ha sido la más sufrida en la pandemia”.

Por su parte, el sindicato aragonés achaca esta situación a la falta de personal en las bolsas de empleo y a la desaparición de la figura del sustituto: “Hace quince años había mucho médico en paro y cuando uno se iba de vacaciones siempre había un sustituto, la  figura del sustituto ha desaparecido porque ya no hay médicos en paro, entonces las vacaciones se cubren a costa del compañero o de cerrar la consulta”.  Frente a esto, proponen que se tomen medidas de carácter nacional y que se amplíen las plazas MIR, “ya que el número de jubilaciones supera con creces al número de médicos MIR que entran en el sistema”.

El mayor volumen de trabajo por la movilidad durante el verano y por el aumento de contagios en la quinta ola de la pandemia lo asumen los profesionales sanitarios, como en Mas de las Matas, en Teruel, donde “en una situación normal hay tres médicos pasando consulta, pero ahora solo una está cubriendo todas las citas”. También ocurre esto en el municipio de Alagón, en Zaragoza: “Otra compañera está pasando dos consultas y media. Lleva la suya, la del compañero y algunas horas de otro compañero”, explican.

La mayoría de las personas que viven en estas poblaciones son mayores, muchas de ellas con enfermedades crónicas, lo que hace aún más complicado el problema de la cobertura sanitaria. “Te dan un teléfono para llamar y te hacen consulta telefónica a los dos o tres días. Aquí viven personas que no dominan el teléfono, estamos como en los primeros meses de la pandemia”, es el lamento de Antonio Moreno, alcalde de Cabezarrubias del Puerto, en Ciudad Real. Es una de las localidades que sufre la falta de médico rural en las vacaciones, y más acentuada, tras estar más de un año sin la médica, por una baja por coronavirus. “Es algo sin precedentes”.

Como sucede en Castilla y León, en Aragón y Castilla-La Mancha los trabajadores de la salud también se ven obligados a irse a otras comunidades y regiones en busca de mejores condiciones laborales y mejores oportunidades. En los pueblos no hay suficiente personal sanitario, con lo que la gente se ve obligada a mudarse a otros municipios más grandes, favoreciendo así la despoblación rural. “La España vaciada no es atractiva porque cuantos menos recursos públicos, menos educación. Si reducen los médicos y las enfermeras, si quitan el servicio de urgencias, cierran las escuelas e institutos, y los trámites hay que hacerlos en las ciudades, vivir en un pueblo se convierte en algo muy complicado”, concluye María José San Román.

Reportaje elaborado con información de Candela Canales y Francisca Bravo.

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