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Baltimore, una noche en llamas

Baltimore declara el toque de queda en un jornada de saqueos y caos

EFE

Baltimore (EEUU) —

Una treintena de antidisturbios avanzan en fila lentamente sobre una avenida de la ciudad, frente a ellos, a menos de cien metros, tres adolescentes les increpan, sólo se oyen sus gritos y el sonido de las sirenas a lo lejos, es la imagen de una noche de saqueos en Baltimore.

Las calles están casi desiertas desde que a última hora de la tarde el gobernador de Maryland, Larry Hogan, declarara el estado de emergencia tras el inicio de las protestas protagonizados por cientos de alumnos de instituto, afroamericanos, en protesta por la muerte de Freddie Gray, un joven de raza negra fallecido hace unos días entre acusaciones de brutalidad policial durante su custodia.

Los días de reivindicaciones pacíficas que sucedieron a su fallecimiento, el pasado 19 de abril, se tornaron en algunos episodios de violencia durante el fin de semana hasta que este lunes, después de su funeral, la ira precediese al caos.

Matt es el encargado de un establecimiento de una conocida cadena de hamburgueserías en el corazón de una de las zonas más deprimidas de Baltimore, las ventanas apuntaladas de las viviendas de alrededor no dejan ver si hay luz en el interior de las casas y las fachadas no recuerdan ya la pintura. La pobreza es evidente.

Pasadas las diez de la noche, un grupo de jóvenes de color, con las caras a medio cubrir por sus capuchas, se agolpa a las puertas de la gasolinera de enfrente mientras él observa desde dentro, acompañado por un par de clientes de confianza, con el cartel de “cerrado” colgado en la puerta.

“He cerrado porque no quiero que entren aquí y también destrocen mi local -explica a Efe, receloso aún de responder a cualquier pregunta-. Les he pedido a ellos que se queden para estar más seguro, pero vosotros deberíais iros cuanto antes de aquí porque esto va a empezar a ponerse feo”.

En el transcurso de la conversación llegan varios automóviles a la estación de servicio y todos aquellos adolescentes que aguardaban allí saltan dentro de ellos, como si se tratara de una estampida, cargados con todo tipo de productos de la tienda 24 horas, aunque sin causar ningún destrozo.

Sin embargo, dos kilómetros más allá, el barrio de Keb no ha corrido la misma suerte.

Una columna de humo se vislumbra desde lejos iluminada por los focos de un helicóptero que sobrevuela el área mientras una decena de camiones de bomberos y ambulancias se despliegan por la zona para acabar con las llamas que abrasan varios inmuebles entre las calles Gay y Federal.

Las autoridades aún no han podido determinar el origen del fuego, no quieren confirmar aún si está relacionado con el clima de tensión que vive la ciudad, pero tras esta noche aquel edificio que en unos meses sería una residencia comunitaria para ancianos se ha reducido a escombros.

“Hace un rato pasé por aquí para ir a casa y no pasaba nada, pero quince minutos después he salido y todo esto estaba en llamas”, relata a Efe Keb, también afroamericano, mientras observa cómo los equipos de emergencia tratan de sofocar el incendio.

“Eso de allí son viviendas -dice, mientras señala a la parte de atrás de un garaje industrial donde los bomberos rocían agua desde lo alto de varias escaleras hacia el interior del inmueble-. Pero no he visto cómo ha comenzado esto”.

La espectacular escena, que se ha repetido en otros puntos de la ciudad, se apaga poco a poco a medida que los cientos de agentes de policía y miembros de la Guardia Nacional empiezan a tomar las calles y a establecer perímetros de seguridad, como el de aquella treintena de antidisturbios enfrentados a un puñado de jóvenes.

La ciudad, muy cercana a la capital estadounidense, no quiere replicar los dramáticos enfrentamientos que vivió hace unos meses la localidad de Ferguson, en Misuri, donde otro joven afroamericano y desarmado murió por los disparos que le infligió un agente.

Tras más de seis horas de disturbios, incendios y episodios de violencia que han dejado hasta una quincena de agentes heridos, el sonido y las luces de las sirenas se diluyen en la noche de Baltimore, aunque desde esta, y durante las próximas siete, la ciudad quedará bajo toque de queda. Cualquier cosa para que una jornada como la de hoy no se repita.

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