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La campaña de la gripe busca nuevos espacios: un antiguo refugio antiaéreo, una casa de hermandad o un barracón

Una mujer se vacuna contra la gripe en un centro de salud del madrileño Barrio del Pilar, este miércoles.

Marina Estévez Torreblanca / Pau Rodríguez

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La campaña de la vacunación de la gripe de este año está profundamente marcada por la COVID-19 dada la similitud de síntomas entre ambas enfermedades y la incertidumbre sobre los posibles efectos de ambas dolencias combinadas sobre el organismo. Pero también porque las condiciones de saturación de los centros sanitarios y de atención primaria están empeorando, sobre todo en ciertas comunidades autónomas. Para la campaña de vacunación, a la que están llamados los grupos de riesgo por edad (mayores de 60) o por condiciones de salud (embarazadas, enfermos respiratorios…) determinadas regiones han decidido habilitar espacios distintos a los centros de salud, algo que ya se había hecho otros años. Por ejemplo, en Andalucía, se utilizan parroquias y hermandades y pretenden instalar carpas en calles y plazas, aunque aún no lo han hecho.

En otros sitios, como la Comunidad de Madrid, las dificultades de gestión en centros de Atención Primaria no dan tregua, y a las plantillas de médicos mermadas se añade la campaña de la gripe. La comunidad ha habilitado dos unidades móviles de Cruz Roja para zonas rurales y el Ayuntamiento de Las Rozas ha abierto un pabellón al efecto. En Catalunya se usan espacios como museos. Por su parte, en el País Vasco, se utilizan por ejemplo centros municipales, donde la población es menos reacia a acudir a vacunarse por miedo a los contagios.

Catalunya: vacunas en un antiguo refugio antiaéreo

Frente a la puerta metálica del Refugio 307, al lado del Equipo de Atención Primaria Poble Sec de Barcelona, María José Taboada y su madre discuten sobre qué hacer. “Veníamos a ponernos la vacuna de la gripe, pero nos han dicho que se han acabado, que hasta el jueves no tendrán más”, comentan. 

Este equipamiento, que fue refugio antiaéreo durante la Guerra Civil y pertenece al Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), es uno de los 45 edificios externos a los centros de Atención Primaria que el Ayuntamiento ha cedido a la Generalitat para llevar a cabo la campaña de vacunación de la gripe, que empezó el pasado jueves. Además de la capital catalana, en el resto de la comunidad se han habilitado 635 espacios (desde bibliotecas hasta polideportivos) para sacar las vacunaciones de los centros de Atención Primaria y evitar que sufran todavía mayor presión asistencial sumada a la epidemia de coronavirus. 

La intención de la Generalitat, que ha comprado 230.000 dosis más que el año pasado, es que se vacune la mayoría de la población de riesgo. María José Taboada siempre convencía a su madre, ya jubilada, a hacerlo. Y esta vez se ha animado ella también. “La situación es suficientemente grave y me da miedo contagiarme”, reconocía esta mujer. 

Además del EAP Poble Sec, alguno otro de Barcelona, como el de Roger de Flor, agotó sus reservas de dosis en pocos días. Pero no ha sido algo generalizado. Desde el Instituto Catalán de la Salud (ICS) aseguran que lo más probable es que esto haya ocurrido sólo en aquellos centros, en principio pocos, que no han recurrido a la cita previa para atender a los usuarios. 

Donde sí había que pedir cita era en Casal de Gent Gran Cotxeres de Sants, un dispositivo formado por tres profesionales sanitarios y al que acudía la población de forma escalonada. Su previsión era de una dosis cada tres minutos. 

Los profesionales de la Atención Primaria han recibido esta estrategia de sacar la campaña de los ambulatorios como una medida positiva, aunque advierten que solo sirve para evitar aglomeraciones. No para reducir el trabajo. “El problema es que los recursos que tenemos son los mismos. No se ha contratado a nadie para la gripe”, lamenta Esperanza Moreno, médico de familia en el Centro de Atención Primaria Maragall. Además, añade que se “complica” todavía más la logística y la coordinación con el dispositivo externo.

Madrid: esperando bajo la lluvia o en los barracones 

En la puerta del centro de salud de Abrantes, en Carabanchel, los ciudadanos hacen cola en la calle bajo sus paraguas. Cada cierto tiempo se asoma un empleado del centro, normalmente una auxiliar administrativa, para preguntar quién viene por la vacuna de la gripe, quién a una prueba PCR o de antígenos, quién por otras necesidades como curas, revisiones o “sintrones” (por el medicamento anticoagulante Sintrom, que debe ser ajustado regularmente a cada paciente). Solo hay servicio de enfermería presencial en este centro de salud, las consultas médicas son todas por teléfono, salvo las urgencias. Y esto provoca que muchos enfermos que no logran atención telefónica acudan a ellas para que les vea un médico físicamente.

“Hay una lista interminable de pacientes por llamar cada día y solo hay un 30-40% de personal médico, el resto se ha dado de baja o ha renunciado a su puesto”, relata Ágata a este periódico en los pequeños intervalos que le quedan mientras atiende pacientes y ordena su entrada al centro. Se trata de una planta baja con un pasillo en medio y despachos en los laterales, con lo que no hay mucho espacio para dividir a los pacientes. El personal del centro de salud ha pedido que se habiliten otros espacios para efectuar pruebas de COVID, de momento sin éxito. 

Así se hace en el centro de salud de Fuencarral, en la calle Isla de Java, al otro lado de la ciudad, donde cuentan con un terreno relativamente amplio en el que hay instalados varios barracones que han provocado muchas quejas entre los vecinos desde que se instalaron hace unos 20 años. Supuestamente se levantaron de manera provisional hasta la construcción de un centro de Atención Primaria definitivo. Ahora sirven al menos para dividir en distintos espacios a los pacientes (hay uno para hacer triajes, otro para pruebas PCR y de antígenos, otro para la vacuna de la gripe). 

En la puerta de este último está Clara, enfermera del centro. Está de pie junto a una mesa en la que tiene colocados el termómetro y el gel hidroalcohólico y el amplio listado de pacientes citados para la vacuna de la gripe, con cinco minutos de cadencia entre cada uno. A cada uno de los que se van acercando, sobre todo personas mayores, les pregunta si se encuentran bien o tienen algún síntoma. Cuando los grupos de riesgo estén vacunados se iniciarán las citas para el resto de la población que este año se quiera inmunizar, explica. “La campaña de la gripe todos los años es un trabajo extra añadido. Este año está viniendo más gente”, asegura. Confiesa que, aunque su centro de salud “no es de los peores”, los trabajadores del centro están agotados tras meses de pandemia. Y saben que en lo que se refiere a la gripe y otras enfermedades respiratorias “lo peor está por venir”, cuando comience el verdadero frío.

País Vasco: “La población tiene pánico a acudir a los centros de salud” 

Desde la pasada semana, cientos de personas citadas por Osakidetza acuden a los 300 puntos habilitados para vacunarse contra la gripe. Para ello, sanitarios se han instalado en lugares como frontones, hogares de jubilados o casas de la cultura –incluso en la plaza de toros de Vitoria– desde este martes y durante las próximas seis semanas, con el objetivo de vacunar al 75% de las personas de más de 65 años, unas 300.000 en Euskadi, y a otros grupos de riesgo como personas con patologías crónicas o embarazadas. Por el momento, Osakidetza ha adquirido 558.000 vacunas, pero la consejera de Salud. Gotzone Sagardui, ha adelantado que, si la demanda superase estas previsiones y fuese necesario, comprará más dosis, informa Maialen Ferreira.

En Bilbao este martes están citadas 4.000 personas, que han acudido a lugares habilitados como el Centro Municipal de Basurto a vacunarse. Una de ellas era Catalina Velázquez, que espera a que terminen de atender a su marido para entrar ella. Ambos han tenido que volver de su segunda residencia en Aranda de Duero tras recibir la llamada de Osakidetza que no obliga, pero recomienda realizarse la vacunación por ser persona de riesgo. “Nunca he tenido la gripe, pero no quiero arriesgarme a cogerla y menos este año, con todo lo que está pasando con el coronavirus. Nosotros hasta ahora estamos bien. Nos fuimos en junio y nos hemos quedado en el pueblo por si acaso, que ya somos muy mayores”, cuenta Catalina, que acaba de cumplir 82 años.

José Manuel Marín, médico de familia que ha participado en la vacunación en el Centro Municipal de Basurto este martes, ha explicado que los centros de barrio de este tipo, al ser tan cercanos a las personas, “la gente es menos reacia a venir aquí que al centro de salud”, ya que, según ha explicado Marín, una de las razones por las que las personas optan por no vacunarse es por no acudir a los hospitales. “La población tiene pánico a acudir a los centros de salud”, ha lamentado. A pesar de ello, ha recalcado que “hay gente que hasta ahora no se ha vacunado que me ha dicho que este año no duda en vacunarse”.

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