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El rostro más analizado del arte tiene veredicto: así resuelve la ciencia la sonrisa de la Mona Lisa

Héctor Farrés

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Nunca fue una carcajada, pero tampoco un gesto neutro. No enseñaba los dientes, aunque tampoco parecía preocupada. La imagen más famosa del arte occidental ha vivido colgada entre interpretaciones sin consenso, rodeada de teorías sobre una comisura que ni sube ni baja.

Durante siglos, la Mona Lisa ha sido un rompecabezas pintado por Leonardo da Vinci, en el que la duda sobre su expresión se volvió casi más célebre que la propia pintura. En 2017, sin embargo, un grupo de investigadores alemanes despejó la duda más repetida en torno al retrato de Lisa Gherardini.

¿Es la Mona Lisa feliz o triste? 

El trabajo fue publicado en Scientific Reports por científicos del Instituto de Áreas Fronterizas de Psicología y Salud Mental de Friburgo. Su enfoque no consistía en revisar manuscritos ni repasar cartas del Renacimiento, sino en observar la reacción de personas actuales frente a diferentes versiones del mismo rostro. El experimento arrancó con nueve imágenes: ocho réplicas digitales con modificaciones leves en la curvatura de la boca —algunas hacia la alegría, otras hacia la tristeza— y la original de Leonardo.

Visitantes delante de La Gioconda.

Todas las imágenes fueron mostradas a los participantes de forma aleatoria y repetida. En cada pase, el grupo debía indicar si la expresión les parecía triste o alegre. Según explicó Jürgen Kornmeier, autor principal del estudio, la intención era medir con precisión cómo percibe el ojo humano las emociones cuando se enfrenta a un mismo rostro con variaciones casi imperceptibles.

En ese primer experimento, los resultados fueron bastante claros. El equipo detalló que, ante las distintas opciones, las personas clasificaban la versión auténtica dentro del grupo de rostros alegres. Kornmeier señaló que “el original de la Mona Lisa es casi siempre percibido como feliz”. Esa afirmación desafía directamente una de las ideas más extendidas entre historiadores del arte, que durante décadas han descrito la expresión como ambigua o incluso melancólica.

El estado de ánimo influye

Pero la investigación no se quedó ahí. En una segunda prueba, el equipo eliminó las versiones más alegres y mantuvo solo la imagen original junto a otras modificaciones tristes. El objetivo era analizar si la percepción del rostro de la Gioconda cambiaba cuando se comparaba exclusivamente con rostros apagados. Y cambió. La misma pintura, frente a un conjunto más triste, empezó a parecer menos feliz que antes.

Kornmeier explicó que esta reacción tiene que ver con la forma en que el cerebro humano ajusta sus juicios en función del entorno. Según indicó, los datos “muestran que nuestra percepción, por ejemplo sobre si algo es alegre o triste, no es absoluta, sino que se adapta al entorno con una rapidez sorprendente”.

Esto abre una interpretación distinta: quizá lo que percibimos en el rostro de esa mujer depende más del contexto que de la pintura en sí. Su sonrisa, o lo que cada cual cree que es una sonrisa, puede estar determinada por las imágenes anteriores que hemos visto o por el estado de ánimo con el que nos acercamos a ella.

Lisa Gherardini, la modelo original del retrato, vivió en Florencia en el siglo XVI. Estuvo casada con Francesco del Giocondo, un comerciante de telas con el que tuvo varios hijos. Tras la muerte de su marido, vivió en un convento con el respaldo económico que le dejó en herencia. De su personalidad o su carácter apenas se conservan documentos, más allá del interés que su imagen ha generado cinco siglos.

El estudio no pretende cerrar una discusión histórica, pero sí ofrece una conclusión basada en datos empíricos. Y lo cierto es que, al menos para quienes participaron en este experimento, la Mona Lisa no parece triste. Su gesto, lejos de estar atrapado entre la duda y el misterio, se sitúa con firmeza en el lado de la alegría. Aunque, como demostró la segunda parte de la prueba, todo depende del contexto.

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