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La 'casa robot', más cerca: los fabricantes quieren dar el impulso definitivo a la domótica

App para controlar los hornos fabricados por June, algunos de los cuales comenzaron a precalentarse solos a 200 grados durante la noche recientemente.

Carlos del Castillo

En pleno mes de agosto, algunos hornos decidieron precalentarse a 200 grados en mitad de la noche. Lo hicieron por sí mismos, ya que son inteligentes. El problema es que sus propietarios no querían que lo hicieran. June, la empresa que los fabrica, echó la culpa a un error en la app de control que asegura que ha subsanado. La noticia apareció en el medio estadounidense especializado en tecnología The Verge, pero todo hace indicar que sucesos como este serán cada vez más habituales.

Un estudio de la consultora Markets and Markets prevé que el negocio de dispositivos para el hogar inteligente crezca un 12% en Europa y mueva unos 40.000 millones de euros anuales para 2024. Como motivo señala la bajada de precios tanto de Internet como de los muebles y electrodomésticos conectados, lo que provocará su universalización. Los hornos de June, que cuentan incluso con una cámara para observar la cocción del alimento desde el teléfono, son un buen ejemplo: la primera generación, de 2015, valía unos 1.500 dólares. La segunda, lanzada en 2018, 600.

Pero la casa robot no va solo de hornos. Según otro análisis, en este caso de la firma IDC, en 2019 se venderán unos 830 millones de aparatos de mobiliario conectado en todo el mundo, cifra que superará los 1.500 millones en 2023. Un 30% de estos dispositivos tendrán que ver con el entretenimiento, otro 22%, con la seguridad, y un 12% con la iluminación. Los fabricantes se están preparando para ocupar ese mercado y apostar fuerte por automatizar todo lo automatizable en las casas. Empezando por Ikea.

El titán sueco del mueble, a cuyas tiendas acuden cada año 780 millones de personas, se sube definitivamente al carro de la domótica. Tras una serie de pruebas de mercado desde 2012, este agosto ha anunciado la creación de una sección de negocio, Ikea Home Smart, en la que va a “invertir fuerte”: “Es el departamento más importante que hemos decidido establecer desde la introducción de Ikea para Niños”, asegura la compañía.

El objetivo es “llevar productos inteligentes más diversos a muchas personas”, dicen desde Ikea. La gama la abrieron las luces conectadas, continuó con un altavoz inteligente y se ampliará próximamente con una persiana cuyo movimiento se podrá programar desde el móvil. “Solo acabamos de empezar”, prometen. No obstante, una de las decisiones estratégicas más importantes ya está tomada: todo lo que fabrique el gigante sueco será plenamente compatible con Alexa, Siri, y el resto de asistentes virtuales del mercado.

Google, Amazon y Apple tendrán en Ikea un gran aliado para impedir que la principal habilidad práctica de sus asistentes virtuales, ser un centro de mando para la casa conectada, quede vacía de contenido.

“Una tendencia importante a observar es cómo los asistentes inteligentes se integran en toda la casa”, explica Ramón Llamas, de IDC. “Estos asistentes actuarán como el punto de contacto con múltiples dispositivos domésticos y se convertirán en la piedra angular de la experiencia del hogar inteligente. Lo hemos visto con los altavoces inteligentes y seguirá con los electrodomésticos, termostatos y todo tipo de entretenimiento”.

Más allá de la música que pueden reproducir por el altavoz y el pasatiempo de hablar con la máquina y hacer que conteste preguntas o haga chascarrillos, la principal misión de los asistentes es servir de centro de mando para la casa domotizada. Pueden recibir y programas órdenes para poner la lavadora, encender o apagar las luces, el lavavajillas, bajar las persianas, poner la calefacción. Una capacidad inútil si todos los aparatos que deben llevar a la práctica esas órdenes no son inteligentes y no pueden conectarse con los asistentes.

“La percepción sobre los asistentes te cambia completamente cuando lo que haces es instalarlo como gateway, es decir, como puerta de entrada a otro tipo de dispositivos”, explica Enrique Dans, analista tecnológico y profesor de Sistemas de Información en la IE Business School. “En mi casa lo tengo instalado para encender las luces, regar, abrir la puerta... cuando lo tienes razonablemente integrado, se convierte en el sistema nervioso central de la casa, por así decirlo. ¿Qué pasa? Que eso se vuelve algo que echas de menos cuando no lo tienes”, continúa.

“Imagínate qué ocurrirá con la generación de críos que crecen en esos hogares digitales. Qué pasará cuando llegan a la casa de los abuelos y resulta que las luces haya que encenderlas en un botón que está en la pared”, expone Dans.

El cerebro es el agujero

Mientras el sector espera que los asistentes virtuales ocupen el puesto de mando de la casa robot, las noticias sobre los problemas de privacidad derivados de su uso no cesan. A lo largo del verano, todas las grandes multinacionales tecnológicas con alguno de estos sistemas en servicio (Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft) han reconocido que su personal, o el de empresas subcontratadas para ese fin, ha escuchado y transcrito audios privados de sus usuarios.

Estas compañías han explicado que es la manera de mejorar la capacidad de los asistentes para comprender a los humanos. Alguien tiene que enseñar a su inteligencia artificial: los equipos encargados de transcribir escuchan las órdenes que los asistentes no han sabido interpretar y las introducen en el sistema. Las empresas aseguran que esta práctica ha sido habitual durante años, aunque su salida a la luz ha provocado que todas, excepto Microsoft, la interrumpan. Varias autoridades de protección de datos europeas han pedido más información a estas empresas para conocer qué impacto ha tenido en la protección de datos de los ciudadanos.

Los asistentes han provocado las dudas de un buen número de expertos desde que desembarcaron en Europa en 2018. “El problema es que son cerrados, son cajas negras en las que no podemos entrar. No sabemos qué está recogiendo, no sabemos cómo lo recoge, no sabemos en qué se traduce esa información en sus bases de datos”, avisaba Liliana Arroyo, investigadora del Instituto de Innovación Social de Esade en temas de vigilancia, privacidad e impacto social de la tecnología, en una información sobre los riesgos asociados a los altavoces inteligentes y los asistentes virtuales en publicada en este medio.

Pese a estas alertas y las últimas noticias sobre agujeros de privacidad, el mercado de altavoces inteligentes crece a buen ritmo. En el segundo trimestre de 2019 se vendieron 26 millones de unidades, un 55% más que en el mismo período de 2018, refleja un análisis de mercado elaborado por la consultora tecnológica Canalis. Amazon y Alexa siguen dominándolo con un 25% de las ventas totales. No obstante, la empresa china Baidu ha adelantado al otro gigante estadounidense, Google, y se ha colocado en segundo lugar logrando algo más del 17% de las ventas. Su táctica ha sido tirar los precios, ya que su modelo más barato cuesta unos diez euros al cambio.

Brecha de género, de edad, de ingresos

El avance del hogar inteligente, denominación comercial que parece que ha sustituido definitivamente a la de Internet de las Cosas muestra ya algunos sesgos. Según los datos recopilados en el último estudio de Statista, al que ha tenido acceso eldiario.es, un 58% de los propietarios de los dispositivos pertenecientes a este sector son hombres. Buena parte de sus usuarios tiene altos ingresos (un 44%, por un 31% que cuenta con ingresos medios y un 25% que se encuentra en la categoría 'ingresos bajos') y casi un 80% tiene menos de 44 años.

Según esta encuesta, en 2019 ya hay unos 140 millones de casas robot, el doble que hace tres años. La previsión es que se alcancen los 350 millones en 2023. Las diferencias entre países también son notables. A la cabeza se coloca EEUU, donde actualmente un tercio de las casas son consideradas hogares inteligentes. Le siguen Noruega, donde lo son el 28,5%; Países Bajos, con el 27,3%; y Dinamarca, con el 26,5%. El estudio de Statista no refleja datos sobre España.

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