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¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.

¿Es el “trumpismo” una nueva ideología?

El presidente de EEUU, Donald Trump.

Isabel Piquer

  • A falta de vertebración ideológica clara, el trumpismo, sí tiene un vocabulario propio que le sirve para crear una realidad paralela.

¿Es el populismo “Made in Trump” una nueva ideología? ¿El “trumpismo” es algo más que los exabruptos en Twitter del actual inquilino de la Casa Blanca? ¿La derecha conservadora tradicional ha muerto para renacer en la figura de un millonario irascible? ¿La victoria de Trump ha sido un accidente de las urnas o el inicio de una nueva ideología?

Son algunas de las preguntas que se hacen en estos momentos intelectuales, políticos y periodistas ante un fenómeno que ha pillado a todo el mundo desprevenido. Parte del debate surge a raíz de la publicación de una nueva revista, American Affairs, que quiere dar voz y legitimidad intelectual al “trumpismo”.

En su primero númer, su director, Julius Krein, un joven diplomado de Harvard, hace balance del movimiento conservador, al que acusa de no haber sabido leer la realidad estadounidense, en particular de las clases más modestas. Demócratas y republicanos, critica Krein, “no entendieron que el descontento popular” ya no se ajustaba a los parámetros políticos tradicionales.

American Affairs propone “fusionar” las reivindicaciones de los trabajadores estadounidenses, que hasta ahora se identificaban más con los demócratas, con una visión conservadora que salga del corsé ideológico de la guerra fría. La revista ha generado bastante expectación ante el profundo desconcierto que genera Trump.

De momento el millonario-presidente parece inclasificable. Se le ha comparado a varias figuras históricas, especialmente a uno de los presidentes más populistas y más “sui generis” de Estados Unidos, Andrew Jackson (que gobernó durante dos mandatos, de 1829-1837). El propio Trump ha reclamado este legado: ha puesto un retrato de Jackson en el Despacho Oval, y tiene previsto visitar su tumba en Nashville, Tennessee.

Pero los historiadores ven más diferencias que parecidos. Y de hecho Steve Bannon, el estratega de Trump nunca ha ocultado su intención de crear un “movimiento político completamente nuevo”.

Más que una ideología, las tácticas de Trump obedecen a una estrategia. El nuevo presidente sabe “utilizar el caos para desestabilizar a sus rivales y llevarles a la indignación y al desprecio, lo que aprovecha a la menor oportunidad. No es de extrañar que se considere a sí mismo como un excelente púgil. Su virtuosismo reside en su oportunismo” dice el articulista Mark Danner en el último número de The New York Review of Books.

A falta de vertebración ideológica clara, el trumpismo, sí tiene un vocabulario propio que le sirve para crear una realidad paralela. Son términos acuñados en gran parte por Steve Bannon, con el propósito de distorsionar el discurso político. Un léxico que le lleva a denigrar a la oposición, a las “élites”, a los medios y básicamente a cualquiera que no esté de acuerdo con la Casa Blanca, incluso a los republicanos considerados demasiado tradicionales.

El vocabulario de estos “hechos alternativos” a los que se refería otra de las asesoras de Trump, Kellyanne Conway, incluye términos como “nacionalismo económico” para denunciar los tratados de comercio internacionales, “globalismo” para denostar las ideas demócratas, o “corporativista” para atacar a las grandes empresas, esas que finalmente más se van a beneficiar de las medidas del gobierno Trump.

El nuevo lenguaje se refiere a los medios como “enemigos del pueblo”, portavoces de “una estructura de poder global” contra el “hombre olvidado”, término que ya usaron en su momento Franklin D.Roosevelt y Richard Nixon en contexto radicalmente distintos.

Y luego está el abundante uso de los “entrecomillados” como arma para desacreditar las declaraciones del contrincante o lanzar acusaciones sin fundamento: cuando Trump dijo que Obama le había “espiado” al pinchar sus teléfonos durante la campaña. O cada vez que el jefe de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, da sus briefings. Aunque para explicar a Sean Spicer, de momento nos quedaremos con las brillantísimas caricaturas de Saturday Night Live, que valen más que cualquier teoría.

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