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Los derechos y la mercancía

La distensión coreana alimenta la especulación inmobiliaria en la frontera china

Montero Glez

El liberalismo es una doctrina económica que promueve la falsa libertad. Porque cuando el individuo carece de recursos económicos y no tiene libertad de elegir, la doctrina liberal autoriza al individuo a vivir debajo de un puente o a vivir de la caridad, que viene a ser lo mismo.

En nuestro país, el liberalismo se enquistó con la llegada del euro, la moneda que nos igualaba a los demás países de Europa en lo que al préstamo con interés se refiere. Cuando todavía estábamos aprendiendo a contar el cambio de la peseta en su nueva moneda, el horizonte se cubrió de grúas y ladrillos. A la distancia de un gargajo siempre había una hormigonera con la boca abierta, dispuesta a recibir nuestra indignación.

La actividad crediticia condenaría a buena parte de la población que cayó en la trampa de un sistema inhumano. Según su lógica irrefutable, había que aprovechar la posibilidad que el liberalismo nos brindaba para poder vivir por encima de nuestras posibilidades. El dinero, como símbolo de lo que puede ser adquirido, se revalorizaba cuando era invertido en ladrillo. En el Registro de la Propiedad no daban abasto con tanta escritura de compra y venta; los notarios estaban más animados que pulgas en perro nuevo y la economía de casino -que el gobierno de Felipe González impulsó en su día- tomaba forma bajo el Aznarato. La doctrina liberal cambiaba de manos pero no de fundamentos y nuestra docilidad se vería premiada bajo la dictadura de lo consumible.

Dicho esto, no está de más recordar que la vivienda es un derecho, no una mercancía. Que la tierra no nos pertenece porque somos igual que los gusanos y que pertenecemos a ella. Por lo dicho, lo más grosero que hay, en lo que respecta a comprarse una casa de 600.000 euros, es que una casa valga 600.000 euros; precio inalcanzable para los que eligen vivir debajo de un puente o eligen vivir de la caridad. Que una casa cueste 600.000 euros no es culpa del comprador que la pueda comprar sino de los mismos que bendicen la doctrina de la falsa libertad y que no quieren que se hable de otra cosa que de la casa que se ha comprado una pareja de jóvenes que militan en la izquierda política. Recuerdo que a Vázquez Montalbán se le criticaba porque era de izquierdas y conducía un Jaguar; como si conducir un Jaguar fuera monopolio de los de derechas. En fin, que durante los últimos días también han ocurrido otras noticias, aunque las hayamos conseguido olvidar.

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