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De error en error

Pablo Iglesias e Irene Montero en el Congreso de los Diputados

Rodolfo Irago

La crisis del chalet de los líderes de Podemos ha sido una sucesión de errores, algunos incomprensibles.

El primero y más importante, la propia compra. Que dos políticos inteligentes como Pablo Iglesias e Irene Montero no valoraran adecuadamente las consecuencias de la operación es muy sorprendente. Fueron ellos los que vinieron a asaltar los cielos contra la casta, fue Iglesias el que dijo que no pondría la economía del país en manos de alguien que se gasta 600.000 euros en una vivienda y fue Iglesias el que dijo que los políticos que viven en un chalet en las afueras se aíslan y no conocen la realidad de la gente. Algo, esto último en lo que por cierto no le falta razón.

Fueron ellos los que pusieron las reglas de lo que era admisible o no y los que utilizaron las propiedades y la vida de los demás para hacer política, electoralismo y demagogia. Mucha gente les creyó, desencantada de los partidos de siempre y abrazó el discurso de los de arriba y los de abajo.

¿Cómo es posible entonces que, solo 3 años después, los dos principales líderes de Podemos no tuvieran en cuenta que eran ellos los que iban a comprar una casa de más de 600.000 euros y eran ellos los que iban a vivir aislados en un chalet de las afueras? Si no lo vieron, grave, y si lo vieron y decidieron seguir adelante, peor.

Una vez conocida la noticia, la gestión de la crisis no ha mejorado. Todo lo contrario. La primera reacción, cargar contra los medios de comunicación sin darse cuenta de que el problema no lo tienen con los tertulianos sino con los que les creyeron y les votaron y ahora piensan que no les representan. Su problema se llama coherencia.

El silencio y la incomodidad del resto de los dirigentes y las críticas del alcalde de Cádiz dispararon las alarmas; de nuevo tarde. Habían pasado ya 72 horas de debate nacional e incredulidad.

El comunicado de la dirección llamando a las bases a defender a Iglesias y Montero ante los enemigos exteriores al grito de “el próximo puedes ser tú” rozaba el delirio. El escándalo había llegado demasiado lejos.

Claro que la solución improvisada por Iglesias y Montero de que sean las bases en referéndum las que decidan si pueden seguir al frente de Podemos después de comprar el dichoso chalet de Galapagar solo va a servir para prolongar la crisis y convertirla en un espectáculo con 15 días de campaña.

Podemos había superado con dificultades y esfuerzo las luchas fraticidas entre Iglesias y Errejón e incluso la última sacudida planteada por Carolina Bescansa, pero esta crisis puede tener graves consecuencias.

Nadie duda de que ganaran la consulta por goleada, pero este episodio se puede llevar por el camino no sólo la credibilidad de Pablo Iglesias, ya muy deteriorada más allá de los círculos, sino que amenaza seriamente el futuro político de Irene Montero.

La portavoz en el Congreso había sido sin duda uno de los factores claves en la recuperación de Podemos en los últimos meses y tenía serias opciones incluso de ser, en algún momento candidata a la presidencia del gobierno.

La política no perdona y a los dos les han caído de repente varios años encima. Ya no son los jóvenes airados que venían a cambiarlo todo. Ahora se tienen que enfrentar con sus contradicciones.

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