Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cuando los médicos lloran

Los médicos están preparados parar curar, pero no para los cuidados paliativos. Foto: Efe

Esther Samper

¿Deberían los médicos expresar sus sentimientos de tristeza durante el trabajo o debería considerarse una falta de profesionalidad? Esta cuestión no es, ni mucho menos, irrelevante. Los doctores se enfrentan con frecuencia a situaciones dramáticas en las que sus pacientes mueren o sufren enfermedades graves y terminales. Como seres humanos, las emociones que afloran en la interacción con los pacientes pueden afectar también a los facultativos y es normal que se pregunten si es correcto mostrar sus sentimientos en momentos críticos.

Aunque la humanidad y la empatía son elementos clave de la medicina, llorar en el trabajo (especialmente frente al paciente) puede ser visto como una señal de debilidad o incompetencia cuando, en su lugar, se supone que los facultativos deberían mostrarse bajo control, fuertes y seguros de sí mismos. La realidad, sin embargo, es que muchos médicos lloran en su trabajo. De hecho, la mayoría lo ha hecho alguna vez. Las razones más comunes para el llanto son la compasión por un paciente moribundo, sentirse identificado o impotente ante la situación de un paciente o estar saturado por el estrés y las emociones.

En una encuesta realizada en Australia, un 57% de los galenos admitía que había llorado en el hospital al menos una vez. Además, las mujeres lloraban con mucha más frecuencia que los hombres. Otra encuesta realizada en Estados Unidos mostraba que un 69 % de los estudiantes de medicina y un 74% de los médicos internos reconocían haber llorado por razones relacionadas con la medicina. De nuevo, las mujeres habían mostrado este comportamiento con mucha más frecuencia que los hombres, concretamente el 93% de las mujeres frente al 44% de los hombres. Otro estudio de la Universidad de Tilburg informaba que el 50% de los médicos europeos admitía que había llorado en el trabajo y un cuarto de ellos lo había hecho frente a sus pacientes.

Un artículo publicado hace unos días en la revista médica The British Medical Journal (BMJ) vuelve a tocar ese controvertido tema, reflejando la opinión de diferentes médicos con diferentes perspectivas. ¿Ayuda al paciente que el médico se ponga a llorar?  Lo cierto es que no existen respuestas sencillas y cada médico refleja una postura diferente sobre este complicado asunto.

Una encuesta realizada anteriormente en BMJ sugería que los médicos consideraban que mantener la compostura frente al paciente es esencial: es aceptable un llanto silencioso, pero no sollozar descontroladamente ni lamentarse o dar gemidos. Además, cualquier actuación que haga al paciente sentirse incómodo o bajo estrés se considera tabú. En ese sentido uno de los participantes explicaba: “Recuerdo que un consultor me dijo que estaba bien llorar, ya que mostraba a las familias que nos importa, pero nunca perder el control hasta el punto de que la familia sienta que debe consolarte a ti cuando, claramente, sus emociones deberían tener prioridad”.

Otros, sin embargo, se mostraban totalmente en contra de mostrar sus sentimientos. Uno de los médicos participantes explicaba que “las lágrimas eran meras dramatizaciones ” y que “un doctor siempre debería mantener sus emociones al margen del paciente”.

Ane Haaland, científica de la Universidad de Oslo y experta en inteligencia emocional afirma en el artículo de BMJ que los médicos deberían sentirse libres para llorar en el trabajo, pero también deberían ser capaces de controlarlo. “Lo llamo llorar con conocimiento. Se trata de centrarse en ser de ayuda al paciente y no en que el paciente tenga que ayudarte ti. Hay una diferencia inmensa y los médicos deberían comprender esto”.  

En la red de redes abundan los comentarios de pacientes o familiares explicando cómo los médicos lloraron con ellos ante situaciones dramáticas. Por lo general, agradecen el consuelo y afirman que la conexión entre ellos y los facultativos se fortaleció. En ese sentido, una madre explicaba en Facebook lo siguiente: “Cuando mi hija falleció, los médicos y las enfermeras formaron una fila frente a nosotros hasta que ella se fue. Toda esta maravillosa gente estaba llorando tanto como nosotros. Nunca olvidaré la amabilidad y la compasión que esta gente especial nos mostró”.

¿Y qué ocurre con los médicos? ¿Es beneficioso para la salud mental del médico que no reprima sus sentimientos? En la encuesta realizada a médicos del BMJ, un psiquiatra señalaba la diferencia entre la empatía y la simpatía. Mientras que lo primero es un rasgo necesario para los médicos, lo segundo es peligroso y puede desbordar al galeno desencadenando el síndrome del trabajador quemado y producir confusión al paciente.

A menudo, se afirma que no es sano que los médicos repriman sus sentimientos y lo cierto es que diversas investigaciones señalan que no es saludable reprimir el llanto. Eso sí, desahogarse llorando puede ser terapéutico siempre que exista apoyo social detrás. Por eso, en diversas partes del mundo se están creando iniciativas para apoyar emocionalmente a los médicos en su día a día. Las altas cifras de depresión, ansiedad y suicidio de este colectivo apuntan a que son realmente necesarias.

Estas iniciativas abarcan desde cursos de inteligencia emocional para saber cómo enfrentarse a situaciones angustiosas, pasando por supervisiones psicológicas hasta grupos de apoyo entre médicos. En estos grupos los facultativos pueden expresar con libertad sus sentimientos sobre su atención al paciente entre iguales. Porque tan importante es mostrar compasión y empatía con los pacientes como saber evitar que estos sentimientos se desborden.

Etiquetas
stats