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Que se preparen ellos

Marcha antirracista en Madrid.

Gabriela Wiener

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El antirracismo quizá sea hoy el movimiento aguafiestas, el que más incordio e incomodidad produce entre las luchas sociales y anticapitalistas, porque tiene la valentía de decirle en su cara al racista que es racista. Sin importar si es el compañero de izquierda, el amigo gay o la compa feminista. Todos los días, el antirracismo señala que quienes podrían estar haciendo algo para que todo cambie radicalmente para el colectivo migrante en Europa y España –como empezaron un día, poco a poco, a cambiar las cosas para las mujeres o para el colectivo LGTBQI+–, están alineados con lo más discriminatorio de las políticas migratorias europeas vigentes y con las que están por llegar, que prometen ser más virulentas. Por eso incomoda el antirracismo, porque denuncia el falso humanitarismo, el progresismo de cartón piedra, la violenta distinción entre buenos y malos migrantes. Porque lo dice claro: ninguna persona es ilegal.

En este mismo momento hay un gobierno progresista en muchas cosas pero no en su mirada de la migración. Este es un gobierno que defiende las devoluciones en caliente, que manda a levantar 30% más de muro en la frontera, que deja morir a gente en las pateras, que va a endurecer el derecho al asilo humanitario. A Marlaska hay que decirle en su cara que es un racista, aunque cueste más. Y a cualquiera de su gobierno PSOE-Podemos que calle inmóvil ante sus políticas. Porque ese silencio cómplice también mata. ¿Hay un abismo inconmensurable entre un policía que se hace un vídeo con un cuchillo diciendo “que se preparen los MENA” y un ministro que promociona un muro más alto como diciendo “que se preparen los negros”, que sostiene que los derechos humanos tienen límites? No tanto.

Hay tantas cosas que el colectivo euroblanco podría hacer: no calles, no seas cómplice, cásate conmigo porque el matrimonio por papeles también es por amor, cede tus citas médicas, cede tu voto para votar contra Vox, vete hasta el muro tú que no corres peligro, túmbalo como tumbaste el de Berlín, negocia con la policía, cúbreme en las manis, demanda el cierre inmediato de los CIEs, bájate del avión en el que quieren deportarnos, ve a ponerte de escudo humano en las casas de los menores tutelados, devuélvenos el oro, deja de posar en la foto como salvador blanco, hazme un contrato de trabajo, vete del campo con tu compañero futbolista al que acaban de tirarle plátanos, que te la sude si se cancela el partido, si pierdes el campeonato, si pierdes un país. Mucha gente lo pierde todos los días.

No hagas todo esto, claro, pero haz algo. Que hay personas retenidas en el aeropuerto ahora mismo. Hay personas perdidas en el mar. Hay personas muertas porque hay vidas que importan menos. ¿Dónde estabas en la última manifestación antirracista? No te vi.

Tal vez la persona blanca es egoísta, solo tal vez, y esté esperando que ocurra algo que le perjudique directamente para empezar a actuar. Por ejemplo, cuando llegue ese día distópico de crisis política a causa de una gran huelga global de migrantes en desobediencia y estos desaparezcan como en esas series de ciencia ficción. Ese día, como cuando el futbolista se fue del campo, el campesino migrante se irá de la tierra, el que te sirve, de la mesa; el constructor, de la obra; la cuidadora, de la silla de ruedas de tu padre, del parque donde cuida a tu hijo. Entonces, España será grande, Marlaska.

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