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Un ranking de desarrollo que castiga a EEUU y otros países ricos

Tiendas en la frontera entre Honduras y El Salvador, 16 de junio de 2006. |  UN Photo/Mark Garten.

Laura Olías

En la presentación del Índice de Coherencia de Políticas para el Desarrollo (ICPD), sus creadores ya advertían de que venían con la intención de “cambiar la mirada” sobre el desarrollo. Un vistazo al ranking de 2016 deja más de una sorpresa: Estados Unidos, en los primeros puestos de otras clasificaciones, cae hasta el número 65 por detrás de Azerbaiyán, Honduras y Panamá, entre otros países. El indicador rompe con la idea de “desarrollo” que ha ido de la mano del crecimiento económico de un estado. “El ICDP no mide lo bien que se vive en un país, sino si ese bienestar está logrado desde una lógica sostenible y universalizable”, precisa Pablo José Martínez Osés, uno de sus responsables.

La Plataforma 2015 y más ha impulsado este nuevo indicador, en el que empezó a trabajar hace cinco años, para clasificar los países en función de las políticas en favor del progreso de las sociedades y respetuosas con el medio ambiente.

Entre sus primeras advertencias, la plataforma de ONG que ha elaborado el ICPD afirma que es consciente de que propone una herramienta “transgresora” para algunos, que choca con la idea de desarrollo que ha imperado durante décadas.

Aunque no son los únicos que discuten el desarrollo ligado al crecimiento económico, reconocen. Los Objetivos de Desarrollo Sostenibles aprobados el pasado septiembre por los países miembros de la ONU ya separan el “desarrollo” del crecimiento a cualquier coste: no es suficiente la riqueza de un país si no está distribuida entre su población y no es admisible el progreso si es a costa del cuidado medioambiental.

Además, ya no hay una mirada de norte a sur cuando se habla de desarrollo. Los países considerados ricos también tienen deberes pendientes, por primera vez en una agenda mundial de este tipo, y no solo en cuanto a sus donaciones a las regiones empobrecidas.

El ICPD evalúa las políticas de 133 países, a través de 49 variables entre las que no se incluye el crecimiento económico. Según sus creadores, cuánto crece la economía de un estado per se no es un signo de desarrollo en sí mismo: si un país tiene un gran Producto Interior Bruto (PIB), pero genera mucha contaminación, no ratifica las convenciones de derechos humanos o tiene un alto secreto financiero, está dificultando el desarrollo de otras sociedades. Y, por tanto, no está desarrollado. “Ningún país estará desarrollado si su desarrollo no es compatible con el de otras poblaciones y países”, advierte el 'Informe ICPD 2016: Crecer en otro sentido'.

Políticas contrarias al desarrollo

El ICPD sanciona políticas “perjudiciales” que provocan la caída a puestos inferiores de países que han sido ejemplos de desarrollo (cuando este se ha circunscrito al crecimiento económico). Algunas de ellas son el gasto militar, el personal de las fuerzas armadas en relación a la población, el índice de secreto financiero, qué suponen los activos financieros respecto al total del PIB, el uso de fertilizantes y la huella ecológica por producción.

Algunas de las “víctimas” de la coherencia de políticas son EEUU, Singapur y Suiza. EEUU –en el puesto 65– figura como el primero en la clasificación por PIB del Banco Mundial y en el puesto octavo en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pero su apuesta militar y la huella ecológica lastran el avance en términos universales, según el ICPD. Singapur, en el puesto 11 del IDH de la ONU, baja hasta la última posición en el ICPD debido a su alto secreto bancario, el personal de las fuerzas armadas y la contaminación, entre otras razones.

Suiza y su manga ancha con el secreto bancario –que congrega en el pequeño estado las fortunas de muchos otros países, a veces con la intención de evadir impuestos o blanquear dinero– dejan al país en la posición número 58. Figura en el número 3 de la clasificación según el indicador de desarrollo del PNUD.

Otros países, como Arabia Saudí caen a puestos inferiores (hasta el 98) debido a su casi nula apuesta política por garantizar los derechos humanos de sus ciudadanos. La ratificación de tratados internacionales es la vara de medir la implicación de los países con los derechos humanos, aunque Pablo Martínez Osés admite que en muchos casos la rúbrica sobre el papel no se corresponde con su respeto en la práctica. “Nos faltan datos para medir de otro modo”, explica.

Las medidas en contra de la discriminación de género son premiadas también en esta nueva herramienta, que incide en la necesidad de incluir a la mujer en el progreso de las sociedades. Si ellas se quedan atrás, si no forman parte del tejido industrial, si no hay leyes expresas que condenen su discriminación y los abusos que pesan sobre ellas, ese país no será desarrollado, según el ICPD.

Otros países se ven beneficiados por este indicador, como España, que figura en el puesto número 13 (mejor situado que en otras clasificaciones). España figura entre los países con ICPD alto, pero sólo por unas décimas, indican sus responsables. “Lo que quiere decir que es muy sensible al cambio ante un giro de políticas. Si se aumenta el gasto militar, como estamos viendo, podría caer varios puestos hasta la categoría de ICPD medio”, explicó Martinez Osés en la presentación celebrada este mes en Madrid.

La Plataforma 2015 y más ofrece esta herramienta con la esperanza de que crezca, que sea utilizada por organizaciones sociales y centros de investigación para medir el desarrollo y sea una alternativa más para evaluar el avance de los países. Los rankings del PIB y el IDH coinciden “en un 95%”, apuntaba Martínez Osés, y este tiene una correlación del 76% con el IDH y del 65% con el de la riqueza nacional del Banco Mundial. “Nos dimos cuenta de que, sin tener en cuenta el crecimiento económico, tampoco nos salían resultados tan diferentes, pero sí más amplios”, añade Martínez Osés.

La intención final es examinar a los países con filtros diferentes: “Este índice no dice que se viva peor en Singapur que en otros países. Lo que nos dice es que si todos avanzasen como Singapur, el mundo colapsaría”, zanja el coordinador de la plataforma.

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