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La lucha de una aldea contra el “acoso” de los incendiarios

Artefacto incendiario que, presuntamente, inició uno de los fuegos

David Lombao

Iván vive en el rural de Carnota, en A Costa da Morte, cerca de la carretera que va de Maceiras a Mallou, en el barrio de A Balsa. Esta no es una zona de paso, “ni aunque te pierdas por casualidad”. A última hora de la tarde de este sábado, poco después de que la Xunta diese por controlado el fuego que arrasó el monte Pindo, en el mismo Ayuntamiento, escuchó “los gritos de una vecina”. De nuevo, fuego. “Ya estamos acostumbrados y reaccionamos en el momento”. Una vez más, al vecindario le tocó salvar el monte.

Tras “llamar de inmediato al 085” Iván cogió “un par de bañeras” llenas de agua “y arranqué para el fuego” que venía de iniciarse. “No había mucho viento; como lo cogimos en los primeros segundos y, por costumbre, nos organizamos bien y rápido, lo apagamos enseguida”. En apenas cinco minutos “juntamos diez personas pasando cubos de agua uno tras otro, eso fue lo que nos salvó” y también lo que permitió “que mi padre fuese capaz sacado la mecha con la que prendieron”. Obviamente, en este caso el incendio frustrado también era provocado.

Alrededor de “veinticinco minutos después”, relata, “se presentó un técnico forestal de la Xunta en un todoterreno”. “Le enseñamos la mecha” que, presuntamente, inició las llamas, “la cogió con una servilleta y la metió en una bolsa” justo antes de “llamar por teléfono” y darle una explicación al vecindario que lo dejó inquieto. “No vamos a declarar incendio porque no hay ni un metro cuadrado quemado”, reproduce Iván, quien destaca además que el técnico señaló que iban “a ver si tenemos alguien disponible, para mandar aquí y que vigilen”. “Pero vosotros -advirtió a los vecinos- tenéis que estar pendientes, también”. “Se marchó al cuarto de hora y no vino nadie más”, afirma.

Segundo intento de provocar un incendio

“Con el susto en el cuerpo” varios vecinos de la zona decidieron vigilar ellos mismos, a modo de “patrulla”. A lo mejor “el reflejo de la luna o la tensión que tenemos” fue lo que provocó “que una vecina pensase que había visto fuego” alrededor de las doce de la noche“. ”Otra vez carreras y cubos de agua“, pero falsa alarma. ”Yo hice guardia hasta las cuatro de la mañana“, explica Iván, antes de contar que ”sobre las cinco, outar vecina se levantó y vio otro fuego comenzando“. ”Afortunadamente, los cubos estaban llenos y entre dos vecinos lo pudieron manejar“ sin que llegara a quemar más de ”tres o cuatro metros“ de terreno.

Sin “más datos” que la presencia “de un par de motos” en la zona, muy poco transitada, Iván pide que se le “dé visibilidad al acoso que estamos sufriendo”. “No queremos grandes titulares cuando tengamos el monte quemado”, sino “ayuda” para que eso no suceda. “Hay que mostrar lo que nos están haciendo”, reclama, en un contexto en el que el riesgo no es sólo para el monte; en la zona donde comenzó a arder el sábado “aparca un vecino su furgoneta, es pintor ” y el vehículo está “lleno de materiales inflamables”. En el mismo lugar, a “tan sólo veinte metros” del fuego, está “la casa más próxima”. “Estamos solos”, lamenta, mientras echa mano de las redes sociales de internet para intentar difundir lo que acontece en su aldea y mantiene, casi permanentemente, un ojo en el monte.

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