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Lo único que está prohibido es no reír

El último espectáculo del Circo Quimera es un homenaje a los payasos. |

Cristina Sobremazas

Al pensar en diversos espectáculos que pueden llegar a sacar la parte más infantil de cada uno, la aparición del circo se convierte en un elemento único en nuestras mentes. Profesiones como payaso, acróbata o mago no son las más corrientes, sin embargo, generan un marco en el que no hay mayor protagonista que el público.

El Circo Quimera está en Santander por quinta vez consecutiva “para hacer sonreír a toda la ciudad”. El espectáculo presenta, en esta edición, el nombre de 'CLOWNS' como un homenaje al elemento indispensable de la plantilla: el payaso.

La función se coló en Santander el pasado mes de julio, prolongando su partida hasta este domingo 14 de agosto. En el parque de Mesones y dirigido por el mago Raúl Alegría, diversos espectáculos se unen para crear una atmósfera donde lo único que está prohibido es no reír.

La idea de poner Quimera en funcionamiento fue, según Alegría, “crear en Santander, en mi ciudad, circo de calidad. Venía de circos europeos con concepto de 'circo para adultos' y yo veía que en España se trataba de llevar a los niños a que pasasen la tarde, pero los padres se aburrían. Quería concienciar a la gente de que el circo es tanto para jóvenes como para adultos”.

Pero no solo se unen espectáculos de diferente índole, si no diferentes culturas y países entrelazados con sombreros de copa, chaquetas a cuadros, aros, cuerdas y trampas que, bajo una gran carpa, invitan a entrar en un sorprendente ambiente ilusorio.

Cada uno con sus propios inicios, como el de Marco Vega, uno de los payasos del dúo Chistirrines, que cuenta que forma parte de una tercera generación de payasos, mientras que Diego García, uno de los acróbatas, reconoce que “no fue vocacional”, sino que estudió INEF, entrenaba por hobby, y acabó en el circo“.

El trabajo de los artistas

El ilusionismo de Raúl Alegría llega a partir de un toque mágico. Con diversos trucos consigue embelesar a un público que observa con entusiasmo e inocencia. Dos parejas acróbatas como son Elena y Diego, en disciplina aérea acompañados de lazos, y Dany Daniels y Edina, en modalidad de rola rola, es decir, apilando una serie de latas con la dificultad de hacer acrobacias sobre ellas, dan que hablar por la dificultad y tensión que el número ofrece.

Igualmente, el duo Kvas, llegado desde Ucrania, se convierte en el más esperado por mayores y pequeños pues, con fuerza y movimiento corporal, son capaces de realizar  un espectáculo que, 'sobre sus manos', parece sencillo.

Desde el mismo país, Sergii Tymofieiev se vale de un cubo de Rubik gigante que intenta resolver a partir de sus equilibrismos y contorsiones, sin olvidar la dificultad de Laura Miller, que innova con el clásico aro aéreo incorporando una piscina en su número.

Sin embargo, en esta ocasión, los protagonistas son los payasos. Dos dúos como los Chistirrines y Tom y Pepe consiguen un círculo perfecto de narices rojas, invitando a todo el público a acompañarles con ese toque único de todo buen payaso que se precie. Todo sin olvidar el trabajo del personal de guion, sonido, iluminación, montaje o staff que hacen posible el buen funcionamiento del espectáculo.

“Trabajar en un circo es muy diferente a un escenario convencional, la pista no es cuadrada, el público está alrededor y los tiempos son diferentes”, comenta Carlos Rodríguez, jefe de iluminación, a lo que añade que colocar focos bajo la carpa tiene su dificultad pues “siempre hay que improvisar algo, a los artistas del circo no les gusta una pauta cerrada”.

Circo sin animales

Quimera no cuenta con animales entre sus actuaciones ya que “no es mi línea”, dice Alegría, abogando por un método más teatral y una puesta en escena con un hilo conductor. “Ni el Ayuntamiento ni yo queríamos animales para ahorrarnos este tema. La infraestructura no la tengo y no podría cuidarlos bien”.

En este sentido, el jefe del circo expone haber trabajado en circos en otros países como Alemania o Francia donde los animales están perfectamente atendidos. Sin embargo, añade: “Sé que hay empresas que han maltratado animales, apoyo que las castiguen, pero hace falta más control”.

Años de trabajo

Crear un espectáculo como este no es sencillo y, lo que son dos horas en la vida del público, suponen años de trabajo para un artista. “Entrenamos por lo menos unas tres horas diarias cuando trabajamos, incluso más. Una actuación de un día puede suponer un año de preparación si todo va bien, o cuatro o cinco si no va tan bien y, aún así, nunca acabar de pulir todo para que funcione”, comenta el acróbata Diego.

El circo invita a alejarse dos horas del mundo serio y ajedrezado en el que hay que vivir. Pero no solo aleja al público, sino también a sus actores. “Es al payaso en esta vida a quien Dios destinó a sufrir pues tiene que hacer reír aunque tenga el alma herida, así es esto, hay que transformarse y ser otra persona en la pista”, confirma uno de los protagonistas de 'CLOWNS'.

Y luego está la parte económica, con un IVA 'cultural' que coloca al circo en una situación complicada: “Es un gran problema porque en una producción privada en la cual todo, desde la entrada, carpas, luz, sonido, hasta el dinero de viajes o lo que cobran los artistas, sale de lo que la gente compra. Me estoy jugando dinero que no tengo”, lamenta Alegría.

Aun así, sin perder la esperanza, hace alusión a que “es un proyecto que si lo cogiera una empresa de producción para beneficiarse no sería rentable, pero a mí realmente me llena dar un espectáculo como este”.

La incertidumbre de cuál será el público en la siguiente función, el miedo de cualquier fallo en el sonido o iluminación o la forma de jugarse la vida con magia y acrobacias son solo algunos ejemplos de los obstáculos a los que se expone el circo, sin embargo, es recompensado con carcajadas, aplausos y ganas de repetir. “Es increíble el feedback que recibes, de verdad que trabajar en un circo engancha”, concluye Diego con gran emoción.

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