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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

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Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

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Apocalipsis CiU

Artur Mas, en la foto con Duran i Lleida, ha fracasado en su intento de hacerse con el votante más afín al independentismo.

Lluís Orriols

En ese momento podía parecer incluso una buena idea. Cuando el president Artur Mas decidió a finales de septiembre de 2012 adelantar las elecciones e intentar liderar la enorme movilización ciudadana a favor del derecho a decidir, no éramos pocos los que veíamos cierta racionalidad tras tal estrategia. En concreto, algunos creíamos ver en la apuesta soberanista del president Mas al menos dos posibles beneficios para CiU.

En primer lugar, la estrategia podía minimizar el castigo derivado de la crisis económica. Durante la pasada legislatura, el gobierno de CiU estaba sufriendo un enorme desgaste tanto por el vertiginoso aumento del paro como por una política de recortes sociales hasta entonces sin precedentes. Ante ese clima tan adverso, la intención de abanderar la causa soberanista podría salvaguardar al president Mas de un previsible desgaste electoral. En efecto, la decisión de poner la cuestión independentista en primer plano podía ofrecerle la oportunidad de plantear un relato nacionalista de la crisis, en el cual CiU quedaba libre de toda responsabilidad. Tal relato intentaba establecer una relación de causa-efecto entre la dependencia de Madrid y la pésima situación de las cuentas públicas catalanas. En este sentido, los recortes sociales eran inevitables y totalmente ajenos al control del gobierno convergente.

En segundo lugar, la apuesta soberanista del president Mas podía reportar a CiU nuevas adhesiones procedentes de las filas del independentismo, un colectivo cada vez más numeroso en Cataluña. Según las encuestas, los favorables a la independencia prácticamente se doblaron entre 2010 y 2012. Avanzar las elecciones autonómicas e intentar ponerse al frente de ese movimiento (recuerden la mesiánica campaña “La voluntat d’un poble”) podía presentarse como una estrategia con un importante atractivo electoral. Entonces, algunas encuestas (y muchos analistas) auguraban que, de hacerse con el voto soberanista, CiU podía incluso alcanzar la tan deseada mayoría absoluta.

En cierto modo, la estrategia tuvo sus frutos. Si el objetivo era evitar que la crisis pasara factura a CiU, entonces puede que no se fracasara del todo. Como muestra el profesor de la Autónoma de Barcelona Agustí Bosch en la obra colectiva “Cataluña en la encrucijada”, el descontento ciudadano por la crisis económica no afectó negativamente al gobierno de CiU. Así, a pesar de encontrarnos en la peor crisis económica de la historia reciente, los análisis del profesor Bosch apuntan que Artur Mas no fue particularmente castigado por ello. Y es que según la encuesta postelectoral del ICPS, sólo un 5% de los catalanes consideraba que el principal responsable de la crisis era la Generalitat. La mayoría señalaba al gobierno central como culpable de la situación.

Puede que el relato nacionalista de la crisis evitara un castigo por la situación económica. Pero no hay duda de que el President fracasó calamitosamente en el segundo objetivo de su plan: hacerse con el votante más afín al independentismo. La estrategia soberanista de CiU alejó a sus votantes moderados (de centro y con identidad nacional mixta) sin que, en compensación, consiguiera ganar terreno entre los más nacionalistas. Dicho de otro modo, CiU renunció a ser un partido transversal con la esperanza de hacerse mayoritario entre los soberanistas, cada vez más numerosos.

Pero las encuestas son claras en su fracaso: CiU ha sido incapaz de compensar las pérdidas entre sus bases moderadas con nuevas entradas procedentes de las filas soberanistas. Según el barómetro de este verano de GESOP para El Periódico, la intención de voto a ERC entre el electorado con identidad catalana (se siente más catalán que español o sólo catalán) seria de 42%, el doble que el que tendría CiU. Apenas dos años y medio atrás, ocurría justo lo opuesto: CiU doblaba en intención de voto a ERC en ese espacio político.

Ahora ya sabemos el desenlace, por lo que es fácil acusar de ineptos a los estrategas de CiU. Pero, en su momento, no era tan obvio que el viraje soberanista planteado por Artur Mas fuera un plan ruinoso. En realidad, había sobrados motivos para desconfiar de la tesis “la gente prefiere el original (ERC) a la copia (CiU)”. La politóloga de Leicester, Berta Barbet (en twitter @bpberta) nos mostraba entonces que la evidencia comparada no avalaba tal idea. En realidad, los votantes no prefieren los partidos originales, sino los grandes. Y esto es así porque “el partido grande tiene muchas opciones llevar a cabo la política propuesta y, por lo tanto, si adopta la posición del partido pequeño, los votantes lo acabaran prefiriendo”. En definitiva, desde esta perspectiva, debía haber sido CiU, y no ERC, el principal beneficiado de la apuesta soberanista de Mas.

Tal vez había motivos para pensar que intentar ponerse a la cabeza del movimiento soberanista era una opción atractiva. Pero nada es gratis. Con esa estrategia, CiU perdía su condición de partido catch-all (capaz de atraer distintas sensibilidades), que tan buenos réditos le había ofrecido en el pasado, y pasaba a convertirse en un partido con un marcado perfil ideológico.

Si nos fijamos en el gráfico de abajo podemos observar el espectacular cambio de perfil del electorado convergente entre 2012 y 2014. Antes de la primera multitudinaria Diada, CiU tenia un perfil de votante con una identidad nacional equilibrada: había casi tantos votantes de esa formación que se sentían “tan catalán como español” como votantes que sólo se consideraban catalanes.

Dos años más tarde, la espectacular mutación de las bases convergentes es evidente. Hoy son esencialmente los que tienen una identidad catalana los que votan a CiU. Eso no se debe a que hayan ganado cuota de mercado entre ese electorado, sino que a pesar de perder por todos lados, sus mayores fugas se han producido entre los votantes con una identidad nacional mixta. Dicho de otro modo, si CiU ha perdido alrededor del 40% de los votos procedentes de los que se sienten sólo catalanes, este porcentaje asciende al 70% entre los votantes con identidad mixta.

Datos: Barometros GESOP para El Periódico

Como siempre llueve sobre mojado, a este escalofriante escenario se le suman hoy otros dos frentes: primero, el escándalo Pujol y, segundo, la plataforma “Catalunya al centre” liderado por Unió, los socios de Convergència, y que eventualmente podría constituirse como una nueva formación política.

El primer frente es de esperar que tenga un impacto significativo sobre CiU pues la mayoría de los catalanes consideran que el dinero oculto de Pujol no responde a una cuestión meramente personal sino a comisiones ilegales. Es decir, la honorabilidad de los gobiernos de CiU han quedado en entredicho. En cambio, el segundo frente no tiene por qué conllevar costes directos para la formación de Mas, pues el electorado al que esta nueva plataforma podría dirigir su mensaje ya ha abandonado a CiU. Pero aún sin costes directos, la aparición de esta plataforma enquistaría a CiU a las posiciones extremas en las que se encuentra ahora, minimizando aún más las oportunidades de recuperar terreno en el centro en el futuro.

La política catalana se encuentra hoy en un proceso de cambio sin precedentes. En 2012 CiU apostó por sumarse al movimiento soberanista con la intención de hacerse con la mayoría absoluta del Parlament. Lejos de conseguirla, CiU sufre desde entonces un imparable retroceso en las encuestas. La coalición nacionalista vive su momento más crítico, camino hacia un posible apocalipsis CiU.

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