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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

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La “Ciudadanosmanía” y sus efectos

Rivera dice que gobernar es priorizar y no querría tener que recortar en sanidad o educación por el AVE

Marta Romero

Podemos fue el partido revelación en 2014, tras convertirse, en su estreno electoral en los pasados comicios europeos, en la cuarta fuerza política más votada y entrar con cincos escaños en el Parlamento Europeo. Pero ahora, en un momento en lo que lo novedoso queda rápidamente desfasado, la formación liderada por Pablo Iglesias parece haber sido desplazada por Ciudadanos como el fenómeno político de “moda”.

Así, sondeo tras sondeo, desde el comienzo de este año, Ciudadanos que ya partía de una buena posición por la visibilidad lograda tras las elecciones europeas con la obtención de dos escaños, ha visto cómo sus expectativas de voto no han parado de crecer. De acuerdo con las estimaciones realizadas por Metroscopia para El País nos encontramos que desde enero esta formación no sólo ha visto doblados con creces sus apoyos potenciales en el ámbito nacional, sino que ha conseguido situarse muy cerca de Podemos, del PSOE y del PP en un escenario de alta fragmentación electoral en el que IU y UPyD aparecen como los grandes perdedores (ver gráfico). Además, esta formación cuenta con el líder, Albert Rivera, mejor valorado por la ciudadanía y el único que consigue tener más puntuaciones positivas que negativas.

Al momento dulce que vive ahora Ciudadanos también ha contribuido el éxito cosechado por esta formación en las elecciones andaluzas del pasado 22 de marzo y, en especial, el haber logrado un mayor número de escaños de los que le atribuían los sondeos. Todo lo contrario de lo que le ha ocurrido a Podemos al que las altas expectativas demoscópicas (con estimaciones por encima de los 20 escaños, frente a los 15 asientos conseguidos en el Parlamento andaluz) le han terminado perjudicando, ya que al no haberse cumplido éstas, se ha proyectado la imagen de un partido que brilla menos de lo que se esperaba inicialmente.

Está por ver, no obstante, cuál será el alcance del éxito de Ciudadanos para convertirse, como pretende, en un partido clave en la gobernabilidad en todos los niveles de poder (local, autonómico y central). Pero, con independencia de lo lejos o no que consiga llegar esta formación, su irrupción en el juego político está produciendo importantes cambios en la competición política y, por ende, está obligando al resto de partidos a redefinir sus estrategias.

La formación de Albert Rivera ha tocado de lleno al PP y a UPyD que, por diferentes razones, han demostrado una gran miopía política. En el caso de los populares la autocomplacencia les habría llevado a ignorar a Ciudadanos al observar con tranquilidad cómo, por la derecha, el experimento de VOX fracasaba en los comicios europeos y cómo, por la izquierda, la irrupción de Podemos abría un boquete al PSOE y a IU.

El PP, con un voto potencialmente fragmentado por la izquierda y pese a su propio desgate, respiraba aliviado. Pero, tras las elecciones europeas, y como señalamos en otro post, era ya evidente que la competición electoral se había vuelto más compleja. Podemos ha sido un adversario indirecto del PP porque su discurso contra los recortes sociales y la necesidad de acabar con los “privilegios” y la corrupción de las élites ha servido para alimentar el descontento político de su propio electorado. Un descontento del que también se ha aprovechado Ciudadanos para crecer. Y hacerlo, además, entre los electores en los que la dirección del PP (para desesperación de algunos sectores), ha puesto más cuidado en no perder: el electorado de centro. En este segmento de votantes, y en especial entre los más jóvenes, la marca de Ciudadanos puede tener más tirón que la del PP, porque resulta una formación más atractiva: más dinámica, moderna y con mayor frescura política.

Si bien es cierto que, a pesar de que para los populares el auge de Ciudadanos supone un importante riesgo de fragmentación del voto en la derecha, también constituye una oportunidad a la hora de tener en esta formación a un potencial aliado de gobierno para evitar la importante pérdida de poder territorial e institucional que le auguran los sondeos.

Respecto a UPyD, el inmovilismo de Rosa Díez explica, en gran medida, la situación de crisis en la que se encuentra este partido al ver amenazada ahora su propia existencia por la fuga, primero de electores, y después de militantes, a Ciudadanos. Ante la entrada de Podemos en el escenario político y las renovaciones de liderazgo producidas en otros partidos, el principal error de cálculo de Rosa Díez fue el de no ceder el protagonismo a otros dirigentes de su formación. UPyD estaba bien posicionada en los temas centrales de esta legislatura como la lucha contra la corrupción, con una gran visibilidad por el papel jugado por este partido para que saliera a la luz el escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Sin embargo, la imagen de Rosa Díez como una dirigente que pertenecía a la generación de políticos del pasado, le pasó factura al partido. Un error al que se sumó después el rechazo a pactar con Ciudadanos para establecer alianzas electorales en contra de lo que demandaba un creciente sector de esta formación.

Los decepcionantes resultados cosechados por UPyD en las elecciones andaluzas, frente al éxito de Ciudadanos, habrían dado la razón a los que consideraban un error no haberse hermanado con el partido de Rivera. Ahora, evitar la descomposición del partido y tratar de no ser fagocitado electoralmente por el empuje de Ciudadanos son los objetivos prioritarios de esta formación que nació en 2007 y que ve cómo el partido al que hasta hace poco despreciaba puede sacarle del circuito político.

Para Podemos, la formación de Ciudadanos se ha convertido en un actor (muy) incómodo por una doble razón. Primero porque Ciudadanos es el que ostenta, en estos momentos, la condición de ser el último en llegar, cuando esta condición es un importante activo. Y, segundo, porque dificulta a Podemos erigirse en el partido del “descontento”, que de forma transversal capta el voto de los electores que quieren romper con la actual situación política y económica. A Podemos le ha salido un serio competidor que rivaliza en novedad y cuyo discurso político resulta atractivo al electorado de centro (un electorado que antes de que emergiera Ciudadanos, podía sentirse atraído por la formación de Iglesias como única opción frente a los dos grandes partidos). Asimismo, Ciudadanos también amenaza las expectativas de Podemos para llegar al poder en los territorios, como Madrid, en los que mejores son sus previsiones demoscópicas.

Junto a los efectos que ha supuesto la fuerte irrupción de Ciudadanos en los diferentes partidos, encontramos que la competición se ha vuelto (de nuevo) más ideológica. Ahora nos encontramos ante un escenario en el que, más allá de la contraposición entre fuerzas emergentes frente a los partidos tradicionales, a la derecha aparece el PP, en el centro derecha Ciudadanos, el PSOE en la izquierda, y Podemos más a su izquierda. En este escenario Podemos habría desplazado a IU y Ciudadanos a UPyD, que sin desaparecer se han convertido (al menos, por el momento) en fuerzas políticas en declive. Este desplazamiento se ha producido, además, con dos matices. El primero es que Podemos y Ciudadanos, a diferencia de lo que ocurría con IU y UPyD, estarían en condiciones de alcanzar niveles de apoyo similares a los dos grandes partidos en un escenario de alta fragmentación del voto. Y el segundo matiz es que mientras UPyD obtenía más apoyos en el electorado descontento del PSOE, Ciudadanos lo hace en el electorado del PP.

Con una competición que es más ideológica y fragmentada, las estrategias de polarización que habían puesto en marcha Podemos y el PP no son tan eficaces. Y los cambios estratégicos no se han hecho esperar. Podemos, a pesar de seguir insistiendo en que su adversario es el PP, ha pasado a atacar a Ciudadanos acusando, de forma más o menos velada, a esta formación de representar un (mero) “recambio” al orden establecido y no un “cambio”. Por su parte, los populares son plenamente conscientes de que con Ciudadanos no les resulta creíble la apelación al voto del miedo y el recurso a la descalificación como un partido “populista”. La formación de Rivera es vista con buenos ojos por una parte del sector empresarial y cuenta con el apoyo de economistas liberales de reconocido prestigio. Por ello, los populares han pasado del mensaje de “nosotros o el caos” a contraponer (su) “experiencia y seriedad”, frente a los políticos “aficionados”.

En este nuevo mapa, los socialistas se colocan en una posición más ventajosa que la tenían antes del auge de Ciudadanos. El escenario de polarización entre Podemos y el PP perjudicaba al PSOE porque le restaba visibilidad. Pero ahora, por un lado, ante una competición más fragmentada, los socialistas tienen la oportunidad de recuperar protagonismo. Y, por otro, la menor “popularidad” de Podemos y los problemas que pueda tener el PP para conservar el voto de centro también puede ser elementos que favorezcan al PSOE si sabe aprovecharlos.

En cualquier caso, no hay que olvidar que la situación sigue siendo muy volátil y, por tanto, el tablero político y la posición de los jugadores pueden cambiar rápidamente. Lo único que parece claro es que la clave está en no infravalorar nunca a tus adversarios y aprovechar todos los elementos que, en cada momento, puedan ser favorables.

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