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The Guardian en español

Elor Azaría, el soldado que ha dejado a la vista las grietas de Israel

El soldado que mató a un palestino inmovilizado, Elor Azaria, entre familiares en el tribunal.

Peter Beaumont

Jerusalén —

El caso de Elor Azaría— el “asesino de Hebrón”— ha proyectado una larga sombra sobre Israel en los últimos diez meses. El soldado con cara de niño, como se le ha llamado en ocasiones, que disparó mortalmente en la cabeza a un atacante palestino, expuso al mundo las múltiples fallas de un país que en ocasiones ha parecido estar sometido a juicio.

Para el ejército, cuyos altos rangos presionaron por la acusación del joven soldado, el caso estaba claro desde el principio, teniendo en cuenta, además, la atención internacional que generó y las amenazas de acción contra Israel en el Tribunal Penal Internacional.

El fiscal militar Nadav Weisman insistió en esta idea en declaraciones posteriores a la condena a Azaría por homicidio, afirmando que el veredicto era “importante, evidente, decisivo y habla por sí mismo”.

Para la derecha, incluido el primer ministro, Benjamin Netanyahu, que inmediatamente después del asesinato vaciló entre una condena pública a los hechos y una llamada telefónica a la familia, Azaría representaba algo más: un objeto de simpatía.

Sus defensores representaron incansablemente a Azaría, fotografiado en varias ocasiones en el tribunal entre los brazos de su madre, no solo como un hijo, sino como un joven soldado inmaduro que podría haber sido el hijo de cualquier israelí.

Esta fue una representación rechazada por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Gadi Eisenkot, tan solo un día antes de que se fijase el veredicto. “Un joven de 18 años que sirve en el ejército no es el hijo de todos los israelíes, es un combatiente, un soldado que debe dedicar su vida a llevar a cabo las misiones que se le encomienden. No nos confundamos”.

El panel de tres jueces también rechazó este argumento. “Uno no puede usar este tipo de fuerza, incluso si estamos hablando sobre la vida de un enemigo”, afirmó la jueza presidenta del tribunal, Maya Heller, reiterando un principio fundamental del derecho humanitario. “Su motivo para disparar fue que él creía que el terrorista se merecía morir”, añadió.

En su lugar, la sentencia dejó claro que Azaría mintió y cambió su versión sobre las circunstancias del asesinato en varias ocasiones. Sus abogados, tal y como señalaron los jueces, fueron igualmente torpes en el planteamiento de su caso. Estaban tan seguros de que su cliente sería visto como una víctima que ni siquiera se molestaron en intentar armonizar las flagrantes, imposibles y múltiples contradicciones en su defensa, que fueron desmontadas durante el juicio.

Heller rechazó los dos argumentos centrales de la defensa. El primero sugería que Sharif ya estaba muerto cuando Azaría disparó y el segundo afirmaba que Azaría se sintió amenazado. “No se pueden sostener ambas [afirmaciones]”, explicó.

Acusando de imparcialidad a sus comandantes, políticos e incluso a los jueces, la defensa utilizó un discurso que ya se ha convertido en familiar entre la derecha y extrema derecha israelí: que ellos son las verdaderas víctimas. Víctimas de la izquierda, de los medios de comunicación, de los grupos de derechos humanos y de la opinión internacional.

Fuera del juzgado había choques entre los defensores de Azaría y la policía. Algunos lanzaron amenazas de muerte contra Gadi Eisenkot, insinuando que se enfrentaría al mismo destino que Yitzhak Rabin, el ex primer ministro istraelí asesinado hace 20 años por un ultranacionalista.

Reacciones a la sentencia

A pesar de las llamadas de algunos políticos para mantener la sentencia “fuera del escenario político”, los ministros de extrema derecha en la coalición de Netanyahu pidieron inmediatamente el indulto para Azaría. La ministra de Cultura, Miri Regev, declaró en la televisión israelí que el soldado no se debería haber enfrentado a un juicio criminal: “No es así como se trata a un soldado que nos pertenece a todos nosotros”.

Por su parte, el ministro ultra de Educación, Naftali Bennett, afirmó: “Hoy, un soldado que mató a un terrorista que se merecía morir y que intentó matar a otro soldado ha sido esposado y condenado como un criminal”.

Finalmente, Netanyahu se unió a sus peticiones el miércoles por la noche: “Los soldados del ejército israelí son nuestros hijos e hijas y no se puede dudar de ellos”, señaló en un comunicado. “Es un día difícil y doloroso para todos nosotros, y más para Elor y su familia, para los soldados del ejército israelí y para los padres de nuestros soldados, yo entre ellos”, añadió.

Los grupos de derechos humanos señalaron rápidamente que la posición en el caso de Azaría esconde un problema de impunidad más grande. Celebrando el fallo, la directora de Human Rights Watch en Israel, Sari Bashi, señaló: “La sentencia de hoy es un paso positivo hacia el control del excesivo uso de la fuerza que ejercen los soldados israelíes contra los palestinos”.

Amnistía Internacional afirmó que el veredicto ofrece “un halo de esperanza para que los soldados que cometan asesinatos ilegales no vuelvan a quedar impunes”.

Pero, a pesar de la sentencia, otros asuntos no han sido tratados: ¿por qué, por ejemplo, no se proporcionó ayuda médica al gravemente herido Abdel Fattah al Sharif? De hecho, ¿por qué ningún personal médico se acercó al herido aparte de Azaría, un médico militar cuyo deber era ayudar pero que en vez de eso decidió matarle?

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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