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Por qué la gente permite que el líder de Filipinas siga asesinando

Captura de pantalla del informativo de TV Patrol en el que muestran algunas imágenes de cadáveres etiquetados en las calles de Manila // TV Patrol

Tom Smith

Más de un millar ciudadanos filipinos han sido asesinados o han desaparecido, supuestamente, como resultado de una guerra contra las drogas que encabeza el presidente Duterte, que estrenó su cargo hace menos de un mes.

Hay pocas evidencias que indiquen que Rodrigo Duterte vaya a cambiar de táctica. Tiene suficiente crédito en la opinión pública y los gobiernos extranjeros están ignorando, por el momento, las pruebas de una avalancha de asesinatos extrajudiciales, a pesar de sus claras advertencias. El afán por parte de Pekín y Washington por dominar el Mar de China es más importante que lo que Human Rights Watch describe como “carnicería autorizada por parte del gobierno”.

La llamada lista de la muerte parece estar en una espiral fuera de control, con cuerpos esparcidos en muchos lugares públicos, incluido Edsa, la principal autovía que atraviesa la región metropolitana de Manila. La ironía es que esta autopista fue el lugar donde la Revolución del Poder del Pueblo derrocó la dictadura de Marcos en 1986.

Cuerpos envueltos con cinta transparente

Los cuerpos están envueltos con cinta y tienen etiquetas en las que pone “ladrón”, “traficante, ”camello“ o ”drogadicto. Todo esto sugiere que los justicieros han tomado muy en serio las promesas salvajes de Duterte de erradicar todo tipo de crimen. Pero la certeza de si las personas asesinadas eran o no culpables nunca será probada y esto ni siquiera se cuestiona. Las provocaciones de Duterte han creado a un monstruo, desencadenando una ola de criminalidad asesina.

La lista de la muerte es, básicamente, el trabajo de la policía. Rápidamente, la retórica electoral se ha convertido en norma con ejecuciones en las calles. Algunos informes estiman que se realizan hasta 10 asesinatos cada día, pero no se ha podido verificar nada. Las fuerzas policiales pueden confiar en la defensa propia, evitando responsabilidades legales incluso si hay una prueba firme de que gente inocente está siendo objeto en esta carnicería.

Uno de estos casos es el de Rowena Tiamson de 22 años, miembro de una banda cuyo cuerpo fue encontrada con las manos atadas y los ojos y la boca sellados. Sus padres, desesperados, están pidiendo que se analice su cadáver en un intento obtener justicia. Lo que podría ser un error de identidad es más probable que sea un ejemplo de guerra contra las drogas convertida en una tapadera adecuada para el asesinato. Tiamson no está en su lista local de asesinatos, las autoridades se han visto forzados a admitirlo.

La obsesión de Duterte con las drogas está poniendo a la seguridad interna de un país en desarrollo bajo riesgos innecesarios. Filipinas ya está luchando contra insurgentes islámicos y comunistas. Las drogas son un problema en el país pero solo uno dentro de muchos otros, y Duterte ha fracasado a la hora de mostrar una comprensión elemental de que los crímenes relacionados con las drogas son más un síntoma de muchos problemas sociales que una causa. La pobreza y la corrupción figuraban debidamente en el manifiesto de Duterte, sin embargo, la obsesión contra las drogas le está cegando y guiando hacia una masacre que parte de un ideal esencialmente equivocado.

La manera en la que se han creado estas listas es una incógnita para todo el mundo. Duterte asegura que tiene pruebas justificadas para poner a alcaldes, policías, jueces y políticos en el punto de mira. La corrupción policial está en el centro del asunto. Al mismo tiempo, Duterte denuncia a la policía y la tacha de corrupta pero les permite asesinar sin seguir un proceso pertinente, así como confeccionar las listas de la gente que hay que asesinar.

Las imágenes de los asesinatos son aterradoras

La imagen de un conductor de rickshaw muerto, Michael Siaron, en los brazos de su pareja atormentará a mucha gente pero no a Duterte, que aseguró que la foto era “melodramática”. El constante flujo de imágenes se ha convertido en algo casi pornográfico, provocando peleas entre los que están a favor y en contra, buscando así obtener justicia por su propia mano.

Que Siaron consumiera drogas (afirmación que su compañera niega rotundamente) mientras llevaba a pasajeros por las calles repletas de gente de Manila debería ofender, o sorpresa, a nadie. Duterte y sus seguidores tienen que intentar entender las historias humanas sobre las personas que consumen drogas antes de promover más asesinatos.

Grupos de la sociedad civil están pidiendo a la ONU y a otras autoridades que condenen al presidente, pero no se espera que ninguna figura más influyente que Richard Branson se pronuncie. El grotesco y obvio cortejo a Duterte por parte de Estados Unidos y China no puede ser más exagerado y muy probablemente continuará para explotar el enorme valor estratégico de su país. Lamentablemente, mientras que un restablecimiento de las relaciones filipinas con estos aliados llevará bastante tiempo, es poco probable que el resultado sea justo para los filipinos. De hecho, podría ser una tapadera para más asesinatos.

A pesar de los enfrentamientos con China por el control del Mar de China, y la reciente victoria legal de Manila, las relaciones chino-filipinas son menos preocupantes que los vínculos con EEUU. La asistencia militar estadounidense, particularmente en la batalla que libra Duterte en su propia casa, en la isla de Mindanao, contra su compleja insurgencia musulmana, se ve como el pivote central de EEUU en su política en Asia. Grandes bases inactivas se están en todo el país.

Sin embargo, algunos creen que esta implicación de Estados Unidos solo hará que las cosas vayan a peor. Por primera vez en mucho tiempo el país se pregunta a sí mismo algunas cuestiones importantes y difíciles sobre su hasta ahora relación unilateral con Estados Unidos. Pero el coste de este debate, y de cualquier futuro gran acuerdo con las superpotencias, se está pagando con la sangre de la gente en las calles, a los que se etiqueta como culpables con simples trozos de cartón endeble.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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