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The Guardian en español

Los avances nucleares de Corea del Norte pueden obligar a Trump o Clinton a sentarse a negociar

El líder norcoreano, Kim Jong-un, en una imagen de archivo.

Julian Borger

Washington —

El quinto ensayo nuclear de Corea del Norte confirma los cada vez mayores temores en la comunidad internacional de que las aspiraciones nucleares del régimen sean mucho más ambiciosas de lo que se creía y de que Kim Jong-un esté construyendo un arsenal considerable para usarlo si su gobierno sufre amenazas graves.

Hasta hace dos años, la creencia convencional sobre el programa nuclear de Corea del Norte era que se trataba en gran medida de un símbolo político de la fuerza del país y de un instrumento de negociación para obtener ventajas económicas y diplomáticas.

Desde 2014, sin embargo, el ritmo de las pruebas nucleares y de misiles se ha acelerado, hasta el punto de que algunos expertos creen ahora que los científicos del país han desarrollado una cabeza nuclear suficientemente pequeña para ponerla en un misil.

“Ahora es probable que Corea del Norte pueda poner una cabeza nuclear en un misil de corto o medio alcance que podría llegar a Corea del Sur, a Japón o a instalaciones militares que Estados Unidos tiene en la región”, analiza la directora de políticas de no proliferación de la Asociación por el Control de las Armas, Kelsey Davenport. Sin embargo, cree que haría falta aún otra década para que Pyongyang desarrollase un misil balístico intercontinental fiable que pudiera llegar a Estados Unidos.

El ensayo de este viernes llega poco después de una serie de logros en misiles. En agosto se lanzó uno en dos etapas, con combustible sólido y lanzado desde un submarino, y este lunes se probaron tres nuevas versiones con cuerpo de aluminio de los misiles Scud, con un alcance de mil kilómetros.

“Toda esta actividad tiene el fin de ampliar el tamaño del arsenal nuclear de Corea del Norte y sus opciones de lanzamiento”, señala Davenport. “Están dando pasos para mejorar la calidad de sus misiles, con combustible sólido para poder desplegarlos más rápido y con un alcance más amplio. La trayectoria apunta a una amenaza nuclear norcoreana creciente y el próximo gobierno estadounidense tendrá que priorizar esa amenaza”.

El director del programa de no proliferación de Asia oriental del Instituto Middlebury de Estudios Internacionales de Monterey, Jeffrey Lewis, indica que, aunque Pyongyang calificó de experimental el último ensayo, en enero de 2016, la explosión aparentemente mayor de este viernes fue de una cabeza explosiva ya ensamblada, preparada para que la lance un misil.

“Yo no diría que esto es a pequeña escala. Diría que es un dispositivo compacto, suficientemente pequeño para ir en un misil. Creo que han usado tanto plutonio como uranio altamente enriquecido para estirar sus reservas de plutonio, obtener entre 20 y 30 kilotones y construir más armas de las que pensábamos”, explica Lewis.

“No creo que hayamos comprendido su estrategia, que es impedir y repeler una invasión. Kim Jong-un no va a quedarse sentado como Sadam o Gadafi y observar cómo llegamos. Planean dar un giro hacia lo nuclear para que dejemos de colocar fuerzas en la región. Golpearán contra los puertos en los que nuestras tropas estén congregadas, con la idea de obligarnos a parar”.

El peligro de una nueva carrera armamentística

La fijación del líder norcoreano en la amenaza de un cambio del régimen podría explotar, según los analistas, desencadenando una carrera armamentística en la región y peticiones de un ataque preventivo contra Corea del Norte antes de que su programa se amplíe aún más.

“El ensayo agravará las tensiones regionales y alimentará el deseo de compensar fuerzas. Más surcoreanos querrán armas nucleares propias y más japoneses querrán tener capacidad de ataques ofensivos”, analiza Mark Fitzpatric, director ejecutivo de la oficina en Washington del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

Davenport apunta que los inconvenientes de una escalada así serían severos, probablemente suficientes para plantearse detener ahora una cascada de proliferación en el noreste de Asia.

“Si Corea del Sur o Japón optan por desarrollar armas nucleares y abandonar el tratado de no proliferación, serían excluidos por la comunidad internacional. No creo que sea un paso para el que esté listo ningún país”, señala.

Lewis explica que los últimos ensayos nucleares y de misiles demuestran que las medidas de respuesta planeadas por Corea del Sur, incluido el despliegue del sistema de defensa antimisiles Thaad construido por Estados Unidos, tienen pocas probabilidades de garantizar la protección del país. El desarrollo de misiles lanzados por submarinos y de lanzamientos múltiples simultáneos da a entender que Pyongyang está en camino de tener capacidad de superar un escudo así.

Davenport, Lewis y Fitzpatrick están de acuerdo en que los avances militares de Corea del Norte dan pocas más opciones al próximo gobierno que se forme en Estados Unidos que la de volver a la mesa de negociaciones, aunque es probable que el precio de mantener a Pyongyang bajo control sea ahora mucho más alto.

“Es más difícil hacer que alguien se deshaga de lo que ya tiene que persuadirle de no obtenerlo”, advierte Lewis.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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