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Trump contra la neutralidad de la Red

El presidente del gobierno de Estados Unidos, Donald Trump.

Andrés Ortega

En su afán ultraliberalizador (en lo que le conviene, no en el comercio internacional) y para desmontar todo el legado de Obama, Donald Trump quiere acabar con una gran ventaja con la que nació Internet: su llamada neutralidad. Es decir, la idea de que todo el tráfico debe ser igual en la Red, no pudiendo los operadores dar un trato preferente, acelerar el tráfico de aquellas empresas, o particulares, que pudieran pagarlo. Esto puede afectar también a Europa, que, aunque protegida a este respecto desde 2015, ve que una parte de su tráfico pasa por EE UU. Varias empresas, entre ellas Amazon y millones de usuarios van a llevar a cabo una jornada de acción en la red el próximo 12 de julio, en protesta contra estos planes. Una protesta similar en 2014 llevó a Obama a impulsar una legislación para asegurar esta neutralidad, con la que quieren acabar los nuevos reguladores nombrados por Trump. En particular, Ajit Pi, presidente desde enero de la poderosa FCC (Federal Comunications Commission), que ha invocado para impulsar sus planes la libertad en Internet, cuando en realidad la ahogaría.

De hecho, la legislación pro-neutralidad la impulsó George W. Bush y la reforzó Obama. Pero muchos republicanos en el Congreso parecen haber cambiado de parecer o de bando. Lo cual puede tener que ver con el hecho, según el Center for Responsive Politics, de que las empresas que proporcionan servicios de Internet en EE UU se gastaron el año pasado 30 millones de dólares en actividades de lobby con los legisladores. Las medidas que propugnan dañan a los ciudadanos (que además, al contrario que en Europa, están perdiendo privacidad pues en EE UU los operadores de telefonía y cable van a poder comercializar sus datos).

Internet, la red de redes que no es de nadie o es de muchos, trata, en principio por igual, en términos de velocidad, al grande y al pequeño, al rico y al pobre, al poderoso y al débil (otra cosa es que cada cual se suscriba a líneas para rápidas, y, de hecho, esa neutralidad no ha impedido, sino todo lo contrario, la expansión de la banda ancha). La neutralidad es una garantía esencial no sólo para los usuarios, sino también para que puedan fructificar las pequeñas y medianas empresas y las start-ups, por no hablar de los blogs independientes o de servicios cooperativos como Wikipedia. Podría frenar la innovación. A las grandes, como Google o Facebook, les importaría menos pues podrían pagar un trato preferente por parte de operadoras como AT&T (que se podría fusionar con Time Warner, y, por ejemplo, dar prioridad en la Red a sus contenidos) o Verizon, pero también están en contra.  

Las reglas de 2014 dejaron claras la prohibición de crear carriles más rápidos o lentos para algunos servicios, lo que permitiría elegir a ganadores y perdedores online. Acabar con esa neutralidad llevaría a los operadores a cobrar a los usuarios por acceso a Internet y a las empresas o instituciones por darles prioridad en el acceso a esos usuarios. La cuestión cobra aún mayor importancia ante la eclosión del Internet de las Cosas (más de la mitad de los datos que circulan en Internet no son ya humanos, sino producidos por programas/máquinas).

Acabar con la neutralidad de la Red sería también una forma de amordazar el activismo cívico en las redes sociales. Evan Greer, director de campaña de la asociación Luchar por el Futuro (Fight for the Future), ha comentado que “Internet ha dado a más gente una voz que nunca antes, y no vamos a dejar que la FCC nos arrebata ese poder”. De ahí la participación en la jornada de protesta de organizaciones civiles como la American Civil Liberties Union (ACLU), la American Library Association, o el Center for Media Justice.

La Unión Europea, desde finales de 2015, mediante una regulación, se aseguró que todo el tráfico en Internet tuviera un trato igual. Estas reglas más rígidas son, según muchos expertos y operadores en el Viejo Continente, un paso decisivo para la creación del Mercado Único Digital. Pero EE UU puede marcar una nueva pauta que afecte a Europa, como en el terreno de la privacidad. Habrá que estar atentos. Puede parecer otro capricho de Trump. Pero es muy serio. Trump puede agravar la desgobernanza y la desigualdad digitales globales.

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