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Vamos muy bien

Antón Losada

Si el plan para gestionar el dilema político que se plantea en Catalunya pasa por reconstruir un proyecto común y una identidad compartida desde el respeto y la diversidad pactando una reforma institucional que permita avanzar hacia un Estado plurinacional más horizontal e interconectado, gestionado desde la negociación, el acuerdo y la cooperación, asistimos a un auténtico desastre cada día más difícil de enderezar.

Ahora, si se trata de asustar a los catalanes para que vayan a votar creyendo que el fin de mundo es mañana, vamos como un tiro. Conforme se acerca el 27S se dispara la adrenalina y aumentan las posibilidades de que acabemos autolesionándonos gravemente. En los últimos días ya han saltado todas las alarmas. Sobra testosterona patriótica. Falta política.

Primero fue la pasmosa reacción de los compañeros de escapada de Artur Mas, trazando una línea roja imaginaria entre la corrupción, Convergencia y el president como respuesta al remake de 'Misión Imposible, nación secreta' montado por la Guardia Civil. Solo era el principio. Aún nos quedaba por ver al Partido Popular convertido en azote de herejes y corruptos, como si en España habitaran cuarenta y seis millones de amnésicos y Luis Bárcenas.

Después amanecimos con Felipe González y ese artículo donde compara lo que sucede en Catalunya con los terribles años que alumbraron el nazismo y el fascismo en Alemania y Francia, mientras avisa a los catalanes sobre el advenimiento de toda clase de males con ese cariño tan agotador del abuelo que vivió la guerra.

Ahora, en otro gesto de aprecio y afecto hacia Catalunya, nuestro Mariano Rajoy ha ido a chivarse de los catalanes a la señorita Angela Merkel para que ver si los ponía firmes con algún castigo y les amenazaba con echarles de la clase de Europa, aunque fuera con la boca pequeña.

La penúltima ocurrencia en semejante cadena de despropósitos la protagoniza el Partido Popular lanzando una propuesta para convertir al Tribunal Constitucional en una especie de supervigilante de la Ley dotado con poderes extraordinarios. Serían como 'Los Vengadores' de la Constitución. A sus jueces les caería el marrón de arreglar por la fuerza todo cuanto no seamos capaces de resolver por las buenas.

La presentación de semejante disparate fue encabezada por el candidato popular García Albiol, paseándose por el Congreso como estuviera en un mitin del partido. “Se acabó la broma”, dijo. Me temo que la broma apenas acaba de empezar. Es un ejemplo más de lo mal que puede ir todo cuando se deja la política en manos de gamberros.

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