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Ya basta

Imagen del derribo de Ofelia Nieto 29 / DISO Press - Eliezer Sánchez

Beatriz Gimeno

Ya basta. No podemos llegar a convivir con normalidad con los desahucios ni con la pobreza extrema; no podemos llegar a considerar que son algo inevitable, una desgracia que les cae encima a esas personas como si les cayera un rayo. Pero, además de eso, a lo que tampoco podemos acostumbrarnos, lo que tenemos que combatir como si a todos nos fuera la vida en ello,  es a convivir sin rebelarnos con las humillaciones a las que el Partido Popular pretende someter a las víctimas de esas situaciones terribles. Ya basta de las políticas despiadadas del PP, ya basta de su crueldad, ya basta de sus intentos por criminalizar a quienes más sufren sus políticas injustas, sus rapiñas, sus negocietes. Ya basta de buscar humillar a estas personas.

Porque aquí no hablamos (o no solo) de neoliberalismo; que sí, que es despiadado e injusto. Pero el Partido Popular aplica la norma neoliberal con especial ensañamiento y crueldad, casi con alegría. Porque la mayoría de las leyes europeas, tan neoliberales como las nuestras, ofrecen paliativos para los desahucios. Porque la mayoría de ellas impiden el desahucio de la primera viviendo o porque, al menos, garantizan la dación en pago. El ensañamiento de aquí no es lo normal; esto es cosa del Partido Popular. Es cosa del clasismo y la crueldad franquista que los habita, es cosa de una ideología y una práctica mafiosa que busca el beneficio inmediato a costa de lo que sea; que busca darle al amiguete lo que sea para que te lo devuelva luego. El Partido Popular no es que atienda a sus intereses,  es que es un bulldózer que se lleva a la gente por delante.

Hace un par de años, la vicepresidenta apareció haciendo pucheros tras un Consejo de Ministros para explicar una ley que, según ella,  reconocía “el derecho a fracasar” y que estaba destinada a impedir los desahucios. Aquella ley era una pantalla para ocultar que la mayoría  de los países europeos tienen leyes de Segunda Oportunidad que incluso en contextos neoliberales, permiten a la gente recomenzar sus vidas tras el golpe de encontrarse sin nada.

No olvidemos que todas estas personas, estas familias, son gente corriente, como cualquiera, que se han visto empobrecidos por una crisis que no han provocado y por unas políticas expoliadoras que han quebrado sus trayectorias vitales, quizá para siempre. Pero, además, la manera en que la vicepresidenta se refirió a la gente que pierde sus casas, a los que tildó de “fracasados”, ya decía mucho de la empatía y de la humanidad que en el PP, por mucho puchero que hagan, sienten hacia la gente que lo pasa verdaderamente mal. El Partido Popular sólo siente desprecio por quienes no participan de sus bacanales mafiosas en las que se reparten comisiones, áticos, o tarjetas black.

Los desahucios siguen aumentando año tras año, y no dejamos de ver cómo se deja sin casa a familias, a niños pequeños, a enfermos y dependientes, a gente corriente que no ha estafado a nadie. Y no dejamos de ver cómo hordas de policías, vestidos como si fueran a acabar con un ejército terrorista, entran en los modestos pisos a patadas para sacar a la gente a empujones. Y no dejamos de ver cómo tiran abajo, a hachazos, las puertas frágiles y desconchadas tras las que esperan adultos y niños, jóvenes y enfermos, gente serena y gente que llora como quien espera su condena. Y escuchamos perfectamente la manera chulesca en que la policía les habla y cómo les empuja escaleras abajo sin permitirles siquiera recoger sus pertenencias. Y como no dejamos de ver esas escenas y como no han conseguido que nos acostumbremos a ellas sino que, al contrario, cada vez nos parecen más sangrantes, ahora al PP se le ha ocurrido su segunda ley engaño. A esta sí la han llamado de Segunda Oportunidad porque no está bien llamar fracasado a nadie en vísperas de unas  elecciones. Pero esta ley tampoco va a detener los desahucios y también incluye su porción de desprecio y de humillación correspondiente. Se trata, en realidad, de una ley para empresas que se va a aplicar a algunas personas. Existirá una remota posibilidad, con esta ley,  de que algunas familias puedan cancelar sus deudas una vez expulsados de su casa. Pero para ello antes tendrán que vender todo lo que tengan, incluidos su coche o su moto. Esto se hace para “evitar que quiebren los bancos”. Así, ahora, una familia que acaba de quedarse en la calle, se verá obligada para que le perdonen sus deudas (se las perdonen relativamente) a vender lo poco que tienen; incluida, por ejemplo, una moto con la que poder ir a trabajar o a buscar trabajo; incluido un coche en el que dormir si no hay otro sitio. No me parece que las familias desahuciadas tengan Lamborghinis que el banco pueda revender para salvarse de la quiebra. Clasismo, desprecio y odio hacia los pobres, intentos de humillarlos al máximo, de estigmatizarlos;  eso es lo único que pretenden sus políticas falsamente humanitarias.

Por esa misma razón el PP ha aprobado ahora otra norma que determina que los beneficiarios de los alimentos que reparten los Bancos de Alimentos o la Cruz Roja tengan que pasar por unos Servicios Sociales que emitan un informe que dictamine que sí, que son pobres de solemnidad. Mientras el informe se emite que coman tierra. Y si no son suficientemente pobres y resulta que van a los comedores sociales por vicio entonces que no se les de nada. ¿Hay algo más miserable que impedir  la entrada a un comedor social a alguien que acude allí a comer? ¿Cómo de pobre hay que ser para ir a comer a un comedor social?  ¿Y cómo se acredita que uno/a es suficientemente pobre? La razón, naturalmente, es rebajar las estadísticas infames que nos recuerdan que el número de personas que no tienen qué comer es escandaloso. Y si hay alguien que todavía le puede dar al niño una patata para cenar, le sacamos de las estadísticas y hemos rebajado el número de pobres de la misma manera que vamos rebajando el número de parados: a base de repartir un sueldo digno entre tres trabajadores o trabajadoras.   Esta ley sólo pretende silenciar el escándalo que cualquier sociedad sana, y cualquier persona, siente ante esta situación y es en sí misma un escándalo.

Todos los partidos que no lleven propuestas concretas para acabar radicalmente con los desahucios y con la pobreza extrema deberían ser expulsados por los electores al infierno político. Sólo acabar con esas dos cosas justifica un cambio de gobierno, un cambio de partidos. Vivir sin miedo al desahucio, sin miedo a ver cómo desahucian a tus vecinos, vivir sin temor a no tener absolutamente nada que comer, eso sería ya un cambio real (y queremos muchos más) Pero para que eso sea posible, tenemos que librarnos de este partido negro, heredero de lo peor del franquismo, y de su crueldad gratuita. Ya basta.

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