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La dignidad no se compra

Participantes de las Marchas de la Dignidad para pedir "pan, trabajo y techo", en Alcalá de Henares el pasado 23 de noviembre. / Efe

Lara Hernández / Alfredo Almendro

Responsable de Convergencia Federal de IU / Militante de IU —

No paramos de leer en distintos medios de comunicación, en discursos e incluso a lo largo y ancho de las redes sociales algo que todo el mundo acepta ya como un lugar común: y es que tenemos un acervo de movilizaciones sociales a las que hay que dar expresión política. Que venimos viviendo un ciclo de movilización social, sindical y política que hemos de lograr convertir en poder institucional. Articular los mecanismos para llevar a las instituciones lo que antes hemos exigido en las calles se concibe como una de las tareas prioritarias de la izquierda organizada, y sin embargo, lo que hoy está en juego tiene que ver más bien con el ser capaces de disolver ese “antes”. No puede ser que los debates actuales se cifren en torno al agotamiento de la movilización social. Ahora es el momento de decir alto y claro que llevaremos a las instituciones lo que seguimos reclamando en las calles, porque las políticas que planteamos se oponen al poder y el sendero que nos lleva de la movilización a la institución, nunca se había mostrado con tanta claridad como ahora. Gobernar hoy, no significa lo mismo que gobernar ayer. Hoy se trata de tomar el poder.

Del mismo modo que ya no cabe prometerle a la gente que cuando vaya a votar, deposite la papeleta y regrese a casa esperando que cierta clase política les represente, hoy afirmamos que las consignas contra este régimen forman parte ya del sentido común. Igual que eso ha cambiado, también la forma de entender la gobernanza desde las instituciones ha variado. Y en este sentido, es esencial el debate en torno al programa, es decir qué queremos llevar a la instituciones. Qué cosas son las que nos colocan más allá de la identidad que nos demos a nosotros mismos.

En el eje que se perfila hoy con claridad, en el eje ruptura o transición, tenemos claro que somos ruptura. Somos un proceso constituyente frente a un poder constitutido y en esa medida somos conscientes de que el poder constituido se va a defender, y sólo contar con militancia organizada en espacios de unidad popular nos va a posibilitar materializar nuestras políticas. De nada vale decir que mañana nacionalizaremos un espacio si no vamos a poder movilizar a la ciudadanía, a las mayorías sociales que van a situarse en la puerta, frente a ese lugar. Las Marchas de la Dignidad junto con las Mareas Ciudadanas y plataformas de movilización social como la PAH, son sin lugar a dudas, los primeros y más fundamentales espacios de construcción de la convergencia social y política. Pero hay tres características que diferencias a las Marchas de anteriores espacios de movilización:

En primer lugar, éstas sitúan el trabajo como elemento central, dirigiéndose a un sector poblacional que se sintió menos apelado por el movimiento 15M, construido en torno al eje de lo ciudadano.

En segundo lugar, las Marchas se han desarrollado en torno a un programa concreto. Son el espacio político donde se ha logrado articular los puntos programáticos más comunes para la ciudadanía: pan, trabajo y techo. Exigencias que expresan los derechos, deberes y necesidades básicas que institucionalmente sólo la izquierda organizada y presente en las calles ha sido capaz de llevar las instituciones. (Nota a pie de página: Basta recordar que Izquierda Unida llevó tres iniciativas parlamentarias al Congreso de los Diputados bajo el nombre de “pan, trabajo y techo” para garantizar una renta mínima, un plan de empleo y de formación así como la dación en pago y la moratoria de los desahucios).

En tercer y último lugar, en espacios como este se produce la verdadera des-espectacularización de la política en dos sentidos. Las Marchas de la dignidad se ha configurado como una plataforma al estilo de toda la vida, un espacio de militancia clásico en el que se ha dado una generación de relaciones, de espacios de encuentro y convivencia a diferentes niveles (no hay estructuras verticales u órganos sino comités locales, asambleas estatales, etc…) construidos en torno a otro de sus elementos diferenciales: la articulación en torno al territorio. Sus asambleas y comités están presentes en todos los lugares y se constituyen en torno a un programa común, lo que permite la construcción de poder popular en un marco de convergencia. La descentralización que parte de la movilización diseñada en torno a un programa común, permite diseminar por todo el territorio espacios de construcción de poder popular en torno a los cuales se articulan procesos de convergencia de actores sociales y políticos.

Ahora bien, también presentan una serie de límites. Uno de ellos es la propia realidad actual de la movilización social. El Curriculum Vitae de las Marchas presenta un único y ejemplar hito: el pasado 22 de marzo, en el que cientos de miles de personas de todas las edades, procedencias, y condición social salieron a las calles de la capital a exigir un futuro y un país digno. La importancia de recuperar ese pulso en las calles pasa necesariamente por trabajar, impulsar y participar en fechas como este 29 de noviembre. Porque sobran los motivos para seguir llenando las calles de lucha. Las Marchas son distintas formas de ver la función de la convergencia, hay varios actores políticos y sociales que entienden de distinta forma los procesos de convergencia y los procesos de acumulación de fuerzas. Podríamos ver el vaso medio vacío y dudar de la posibilidad de apostar por convocatorias unitarias si dejamos que las disputas marquen el ritmo del reloj. Y sin embargo, necesitamos ver el vaso medio lleno. Entender que los matices ya no son lo fundamental, que las denominaciones son lo de menos, que el neoliberalismo ha logrado que gente diferenciada y diversa se siente a trabajar en torno a unas mismas contradicciones. De nosotras y nosotros depende desbordar el vaso, una de cuyas gotas, que a su vez define los retos ante el futuro, es consolidar los movimientos sociales en general y espacios como las Marchas de la dignidad, en concreto. Espacios que se sitúen del lado de la movilización social en el eje de la ruptura. Porque como reza una de las frases del manifiesto: quien no defiende sus derechos pierde la dignidad, y la dignidad no se compra.

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