“La reproducción asistida nos ahorra de manera tramposa el debate sobre el retraso de la maternidad”
Las técnicas de reproducción asistida forman hoy parte de la experiencia habitual de formar una familia. Su expansión ha sido vertiginosa en las últimas décadas pero no ha ido acompañada de un debate social a la altura sobre sus implicaciones, sus consecuencias o sus límites. En El precio de la reproducción (Bellaterra ediciones), Laia Forné, Estefanía Izarel, y Miquel Missé aúnan los textos de diversos autores y autoras que, desde el derecho, la filosofía, la antropología, la salud, o la sociología abren una conversación pública que no busca culpas ni señalamientos, sino la construcción de un relato que, desde la izquierda y el feminismo, falta sobre una realidad que atraviesa hoy la vida cotidiana.
A pesar de la expansión de las técnicas de reproducción asistida y de que acudir a ellas es ahora algo muy frecuente, sigue sin existir una conversación pública, un gran debate en torno a ellas, ¿por qué?, ¿influye que lo vivamos como un tema privado o que la gente tema ver cuestionadas sus decisiones vitales?
Miquel Missé: Diría que es como si hubiéramos pasado de un discurso esencialista de la maternidad como destino obligatorio, biológico, a un paradigma en el que es una elección individual que no tiene nada que ver ni con nuestra estructura social ni con nada. Pensamos que puede haber una tercera vía: no tiene que ser un destino biológico, pero tampoco una cosa que la gente tenga que resolver sola. Está claro que como comunidad social asumimos que queremos reproducirnos y eso es algo que tenemos que discutir como sociedad, no puede quedar en un plano individual donde cada uno hace lo que quiere.
Laia Forné: El feminismo ha impugnado el mandato de género que tenía que ver con que las mujeres nos realizábamos a partir de la maternidad y de los cuidados, pero eso no anula que no tengamos que tener como sociedad un debate público sobre qué lugar le queremos dar a la reproducción, también desde una mirada de los derechos. Si lo relegamos a un deseo, a una decisión personal, entonces estaremos diciéndole también al Estado y al resto de la sociedad que no tienen que corresponsabilizarse de eso.
Estefanía Izarel: Este libro quería abrir una conversación que no esté en exclusiva dedicada a aquellas personas que han atravesado un proceso de reproducción asistida o que son madres y padres, sino convocar a la sociedad para repensar la forma en la que queremos reproducirnos. Para quienes están atravesando un proceso de reproducción asistida es un tema muy sensible, e incluso quienes ya lo han pasado y han logrado tener a sus familias no quieren saber más del tema. Nos planteamos cómo interpelar sin acudir a la culpa e involucrando a toda la sociedad.
Dicen en el libro que estas tecnologías no son neutras ni inocuas, aunque muchas veces lo parecen. ¿Al servicio de qué sociedad están ahora mismo estas tecnologías de la reproducción?
M.M: Las tecnologías han aparecido tratando de resolver un problema sobre el que como sociedad no habíamos decidido si esa era la solución que queríamos para, por ejemplo, el retraso de la edad de maternidad o la caída de la natalidad. No sabemos si realmente el diagnóstico que haríamos nos daría como respuesta que hay que seguir igual y que simplemente necesitamos mejores tecnologías para que la gente lo pueda hacer más tarde. Probablemente diríamos que no, que deberíamos hacer políticas públicas para que la gente pueda sentirse más acompañada en la crianza. Es un espejismo: las tecnologías de la reproducción nos están ahorrando de forma un poco tramposa la conversación más profunda sobre las causas de ese retraso y hacer políticas sociales para redistribuir los recursos y el cuidado. Las tecnologías son un parche, pero no la solución.
Nos parece que también tendríamos que pensar sobre cómo estas tecnologías muchas veces están ahondando en un imaginario muy esencialista o biologicista. Al final lo importante siempre es que el hijo sea lo más 'tuyo' posible, en el sentido de que sea tu hijo biológico, cuando la reproducción asistida sirve para tener hijos de muchas otras maneras. Las primeras propuestas que las clínicas les dan a la gente son muchísimo más caras, pero pasan por que se hagan con el propio material genético. Valdría la pena darle una vuelta, sobre todo en una sociedad que ha tenido muchos debates sobre lo que es ser un padre o una madre en torno, por ejemplo, a los movimientos de gays y lesbianas, o la cuestión de la adopción.
Lo que estamos viendo ahora con la industria de la reproducción es lo mismo que está sucediendo con otros bienes o recursos, como puede ser la vivienda o la alimentación: ya está atrayendo a fondos de inversión y vemos también un proceso de concentración de esta propiedad.
En España, la industria de la reproducción asistida es muy potente, casi todo el sector está privatizado, hay mucha gente haciendo dinero con esto. ¿Influye eso es cómo estamos entendiendo estas técnicas?
L. F: La industria de la reproducción asistida ha generado un volumen de negocio agregado de aproximadamente 630 millones de euros hasta 2023. Se trata de un sistema que busca la mercantilización. Esto no quiere que no sea cierto que, subjetivamente, está siendo una solución para que muchas personas respondan a este deseo, esta presión o este impulso de formar una familia. Sin embargo, es fundamental que estas decisiones individuales sean abordadas colectivamente. Lo que estamos viendo ahora con la industria de la reproducción es lo mismo que está sucediendo con otros bienes o recursos, como puede ser la vivienda o la alimentación: ya está atrayendo a fondos de inversión y vemos también un proceso de concentración de esta propiedad.
Ahora mismo en España cinco clínicas tienen el control de la mitad de este volumen de negocio. Puede llegar a pasar que el mismo fondo de inversión que te echa de tu casa porque especula con la vivienda sea el mismo al que años después acudirás a pagar este proceso de reproducción. En España, el 76% de las clínicas son privadas, con lo cual el acceso a este tipo de técnicas no está garantizado ni mucho menos. ¿Quién está marcando los criterios de la investigación científica?, ¿el mercado?, ¿el Estado?, ¿la medicina?, ¿la bioética?
¿Qué hace que España tenga esa posición líder en el mercado de la reproducción asistida, al menos en Europa?
E.I: La centralidad que tiene España a nivel global se da por tres factores: porque la donación es anónima y, al mismo tiempo, es recompensada, y porque hablamos de una idea de familia inclusiva, no hay discriminación por orientación sexual a la hora de recibir este tipo de tratamientos.
L.F: Y esto es muy diferente del resto de Europa, en donde todos estos factores no se dan así: la ovodonación es mucho más restrictiva y España tiene, en cambio, el banco de óvulos más grande de Europa. El 45% de los tratamientos con óvulos donados de toda Europa se hacen en España.
M.M: La principal hipótesis que todas las investigadoras plantean es que el éxito de España, entre otras cosas, reside en el anonimato, porque hay muchas más donantes. El caso portugués está siendo interesante, porque es un país que hace muy pocos años ha levantado ese anonimato y un reportaje reciente explicaban que no habían bajado las donaciones. Pensaban que tenía que ver con que había habido un debate público muy fuerte, que se ha hecho mucha pedagogía social y que mucha gente ha entendido que era importante la cuestión de la donación. Eso también es importante en la conversación en nuestro país, empezamos a ser una excepción problemática en el mundo respecto al anonimato.
La centralidad que tiene España a nivel global se da por tres factores: porque la donación es anónima y, al mismo tiempo, es recompensada, y porque hablamos de una idea de familia inclusiva, no hay discriminación por orientación sexual a la hora de recibir este tipo de tratamientos
Apostáis por que el Estado retome la iniciativa pública en la reproducción asistida, ¿cómo?
L.F: El Estado tiene que regular, no solo dentro del sistema público, sino el sistema privado. Se puede poner límite al lucro, se pueden establecer precios, igual que se establecen precios para la donación. Igual que la sanidad pública pone sus criterios de acceso, ¿cuáles son los de la sanidad privada? ¿Por qué en la sanidad pública una mujer puede acceder a un tratamiento hasta los 39 o 40 años y en la privada no hay límite de edad?, ¿queremos poner un criterio de edad máxima para reproducirse? El tema del registro de donantes empieza a funcionar, pero la ley decía que no puedes tener más de seis hijos por donante y nadie lo ha controlado bien. El Estado tiene muchos deberes pendientes.
¿Hay un relato muy romantizado de la reproducción asistida que esconde el coste que puede llegar a tener para las vidas y cuerpos de las mujeres?
M.M: Hay una sobrecarga enorme en las mujeres que se someten a estos tratamientos para ser madres, desde la cuestión económica, porque es muy caro, muchísima gente acaba endeudándose, a la cuestión de la salud. Hay mujeres que se hacen muchos tratamientos durante muchos años, y sobre eso hay un cierto silencio. Las personas que están atravesando esa experiencia pocas veces van a querer ser portavoces de las consecuencias en su salud, porque se arriesgan a una respuesta social de mucha incomprensión. Nos gustaría mucho pensar que en no mucho tiempo podamos tener estudios para saber cuál es el impacto en la salud de quienes pasan por estos procesos, no para estigmatizarlo, sino para tener mayor conocimiento. De hecho, una de nuestras entrevistadas en el libro, Carme Valls, se pregunta críticamente sobre, por ejemplo, las dosis de estrógenos en estos tratamientos.
El impacto sobre las mujeres está siendo muy potente y también sobre los hombres, que siempre son unos actores con mucha más dificultad para hablar de esta cuestión. Pero vemos también el malestar que les produce a muchos saber que su esperma no va a funcionar y los duelos que tienen que hacer respecto a eso. Otros explican cómo ven a sus parejas con un deseo muy fuerte y están muy preocupados por su salud, pero a la vez quieren ser respetuosos. Hay mucho dolor en esas experiencias, cuando acaban bien todo el mundo se alegra, pero de lo que nadie habla es de todas aquellas personas que abandonaron estos procesos porque no tenían más dinero, porque su cuerpo se bloqueó o porque no podían sostenerlo más.
Hay una sobrecarga enorme en las mujeres que se someten a estos tratamientos para ser madres, desde la cuestión económica, porque es muy caro, muchísima gente acaba endeudándose, a la cuestión de la salud. Hay mujeres que se hacen muchos tratamientos durante muchos años, y sobre eso hay un cierto silencio
Hay una idea que se repite mucho en algunos momentos, por ejemplo, cuando se habla de gestación por sustitución: que ser madre o padre no es un derecho. Sin embargo, la sanidad pública se hace cargo de tratamientos de reproducción asistida a personas que, de otra manera, no podrían tener hijos, luego se entiende que de alguna manera existe un derecho a algo. ¿No es esto una paradoja o una contradicción?
E.I: En el libro, Noelia Igareda explica que no es tanto que exista el derecho a ser madre o padre, sino que lo se intenta garantizar es el derecho al acceso a las técnicas de reproducción asistida. La pregunta sobre si efectivamente se trata de un derecho o no la hemos tenido internamente. Nos preguntamos si eventualmente para justificar ciertas técnicas o ciertos procesos se flexibiliza ese criterio. Creo que es algo que se va negociando en términos sociales.
M.M: Estamos atrapados en esa pregunta. Si concluimos que no hay ese derecho, entonces ¿por qué hay un sistema público que lo hace? Hay algo de toda esta cuestión en lo que no hemos ahondado. La derecha está ampliando ese derecho, en Madrid o Galicia se está ampliando la edad para congelar óvulos en la pública o para hacer un tratamiento. Tendríamos que complejizar esa conversación y no dejarla en 'no es un derecho'.
L.F: Si construimos una mirada que muestre que no es un tema solo de construcción de deseo, de apetencia, sino que hay una responsabilidad social pública, entonces sí que hay una responsabilidad del Estado. Pensamos que una sociedad en la que se facilita el cuidado o la colectivización de los cuidados es una sociedad que beneficia a todo el mundo, independientemente de si tienes o no hijos. Con lo cual, siempre desde la mirada de sumar derechos y no de quitarlos, es más interesante este debate.
Las técnicas pueden abrir imaginarios en los modelos de familia, pero no sé si estamos viendo eso o si estamos yendo a un intento de imitar lo más parecido posible a este modelo que tenemos de familia, que es un modelo muy concreto. Si tienes una sociedad en la que es muy difícil colectivizar el cuidado y se relega al ámbito familiar nuclear, pues es muy difícil también poder experimentar en otros tipos de comunidad y de parentescos.
¿Qué sentido tiene que estas técnicas permitan en principio ampliar la noción de familia, las posibilidades de ser madre o de qué tipo de familia formas, mientras las políticas públicas siguen siendo prácticamente las mismas que cuando esto no existía? Es decir, siguen pensadas para el mismo modelo de familia.
M.M: Estas técnicas no están al servicio de la cohesión de nuestra sociedad, sino al servicio de una industria. No tiene sentido promover estas técnicas si no hacemos políticas públicas que tengan que ver con sostener el cuidado en nuestra vida, reforzar la sanidad pública, la educación pública. No sabemos qué hará la gente a nivel individual cuando tenga todas esas cosas garantizadas, pero ahora mismo estamos asumiendo que la gente se busque la vida y que se arruine por el camino, económica y físicamente. Pensamos que la conversación más importante es cómo garantizamos vivir en sociedades donde la gente tenga una relación equilibrada con la reproducción. Si nuestra sociedad se hace cargo colectivamente del sostenimiento de la vida y aun así hay un retraso de la maternidad, pues entonces lo discutimos. Pero ahora mismo no tenemos muy claro si tiene que ver con el deseo de la gente, si se explica por causas estructurales...
L.F: Es verdad que las técnicas pueden abrir imaginarios también en los modelos de familia, pero no sé si estamos viendo eso o si estamos yendo a un intento de imitar lo más parecido posible a este modelo que tenemos de familia, que es un modelo muy concreto. En su libro Mercados reproductivos, Sara Lafuente se pregunta qué están reproduciendo estas técnicas reproductivas más allá de bebés, qué modelo familiar estamos reproduciendo.
Si tienes una sociedad en la que es muy difícil colectivizar el cuidado y se relega al ámbito familiar nuclear, pues es muy difícil también poder experimentar en otros tipos de comunidad y de parentescos. Desde la izquierda tenemos que intentar situar bien este relato, porque la derecha y la extrema derecha están utilizando las políticas de natalidad para reforzar la noción conservadora de la familia.
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