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Victorina Durán, la pionera del teatro olvidada de la generación del 27 que tuvo que exiliarse por ser lesbiana

Victorina Durán en el taller del Museo de Arte Hispanoamericano, Buenos Aires, década de 1950

Miguel Ángel Villena

23 de noviembre de 2025 22:02 h

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No en vano la biografía que acaba de publicar la profesora Eva Moreno-Lago se titula Victorina Durán. Una vida llamada teatro (Renacimiento). “Su vida y su profesión caminaron siempre de la mano”, señala esta joven docente de Literatura Española de la Universidad de Sevilla que ha dedicado más de una década a investigar sobre uno de los personajes más apasionantes y vanguardistas de la llamada generación de 1927. Victorina Durán (Madrid, 1899-1993), Victor, Vito o Vic para su círculo íntimo, fue figurinista, escenógrafa, directora teatral y dramaturga, amén de crítica de arte y catedrática de Indumentaria del conservatorio de Madrid. Además fue una mujer valiente que reivindicó su lesbianismo, fundó hace un siglo el Círculo Sáfico de Madrid y tuvo multitud de amantes. “Su carácter libre, transgresor y atrevido, junto a sus ideas republicanas”, afirma su biógrafa, “la han condenado a un olvido que solo en fechas muy recientes comienza a romperse”.

Hija y nieta de bailarinas, criada en un ambiente culto y burgués, padre militar, mostró desde muy niña inclinaciones artísticas y se interesó por la escenografía y el figurinismo, tanto en sus facetas teóricas como prácticas. Pero a principios del siglo XX estas disciplinas no respondían a profesiones concretas. “De hecho”, relata Moreno-Lago, “las propias actrices llevaban su propio vestuario y de ahí aquello del baúl de la Piquer. Poco a poco estas tareas se profesionalizaron, pese a la reticencia de los empresarios teatrales que habían de asumir esos gastos.

Finalmente con la renovación teatral que se vivió en la República el diseño artístico y el figurinismo cobraron la importancia debida en el teatro. Y a propósito de ese impulso de la escena en los años republicanos Victorina Durán se codeará con los mejores autores y directores de la época, comenzando por Federico García Lorca y Cipriano Rivas Cherif. Con este último, cuñado de Manuel Azaña, y con primeras actrices como Margarita Xirgu participará en la creación del Teatro Escuela de Arte (TEA). No obstante, la hegemonía masculina en la generación del 27, que marcó el canon literario y cultural condenó al ostracismo a mujeres que formaron parte de aquel movimiento de la llamada Edad de Plata. Revistas, editoriales y tertulias estaban por supuesto monopolizadas por poderosos varones, como el filósofo Ortega y Gasset, recelosos de que sus compañeras ocuparan puestos de responsabilidad.

Fiesta de disfraces en el Lyceum Club en 1934. Victorina Durán en el centro vestida de caballero romántico

La autora de esta biografía comenta que la escritora Rosa Chacel confesaba en esos años que se sentía intimidada en las tertulias, ya que los hombres la observaban como mujer y no como una intelectual. “Creo”, opina Moreno-Lago, “que los hombres eran conscientes de la discriminación de sus colegas femeninas, pero no estaban dispuestos a ceder parcelas de poder. Ahora bien, la República fue cambiando la mentalidad de algunos varones que, como el propio Rivas Cherif, consideraban que no era posible el regeneracionismo del país sin la presencia de las mujeres. De ahí que la cultura republicana empezara a romper el cliché machista sobre las mujeres intelectuales”.

Así las cosas, la figura de Durán se enmarca en una brillante generación de mujeres que desfilan por las páginas de esta biografía y que fueron pioneras en la política (Margarita Nelken, Clara Campoamor, Victoria Kent), en el arte (Maruja Mallo), en la literatura (Elena Fortún, María Teresa León) o en el teatro (María Guerrero, Margarita Xirgu), entre otras manifestaciones. La docente e investigadora Moreno-Lago ha escrito esta biografía, concebida como una obra de teatro y no ficcionada, desde la pasión por su personaje. Su exhaustiva labor se ha basado tanto en libros, prensa y documentos como en los testimonios de personas que conocieron a Durán y en la visita a todos los lugares que marcaron su vida.

Guerra civil y exilio en Argentina

Sin embargo, una vez más, la sublevación militar y la Guerra Civil segaron multitud de vidas y de carreras, las de Victorina Durán incluidas. Amiga y colaboradora de Lorca, esta militante lesbiana tuvo mucho miedo tras conocer el fusilamiento del poeta en el verano de 1936 en Granada. Agobiada por los bombardeos y por la escasez en un Madrid sitiado, marcada por su orientación sexual y consciente de que corría peligro, Victorina decidió marchar al exilio, al sexilio como subraya su biógrafa. Y para ese propósito se sirvió de su amistad con Margarita Xirgu, que se encontraba de gira con su compañía por América durante la guerra civil. La gran diva del teatro republicano se mostró solidaria con sus amistades y envió contratos a algunas de ellas, como Durán, de modo que pudieran salir legalmente de España. Cruzó Victorina el Atlántico con destino a Buenos Aires en compañía de María del Carmen Vernacci, viuda de un sobrino suyo y gran amor de su vida, y de sus cuatro hijos. “Margarita Xirgu”, explica la profesora Eva Moreno-Lago, “fue una mujer bisexual y amante de Victorina, pero como esclava de su imagen pública no podía confesar su orientación”.

Victorina Durán, con Sara Montiel hacia 1960

En cualquier caso la artista Durán se instaló en la capital argentina en 1937, donde halló a muchos compatriotas, entre ellos, a muy destacadas gentes del teatro como Irene López Heredia, Lola Membrives o Alejandro Casona. Su talento, su ímpetu y su gran capacidad de adaptación permitieron a Victorina triunfar también en Buenos Aires, donde vivió 26 años. Allí fue diseñadora de vestuario de varios montajes y responsable de relaciones culturales del famoso teatro Colón, al tiempo que organizó varias exposiciones de pintura. Su actividad se convirtió de hecho en una prolongación de sus trabajos anteriores en España.

A juicio de su biógrafa, nunca sintió el desarraigo y la amplia colonia española facilitó una amable integración en círculos culturales argentinos. A pesar de ello, a principios de la década de los sesenta la inestable situación política en Argentina y crecientes dificultades para los exiliados la aconsejaron volver a España tras unas visitas previas de tanteo. Por aquellos años también abandonaron Argentina otros ilustres exiliados como Clara Campoamor, Rafael Alberti y María Teresa León.

Margarita Xirgu y Victorina Durán, en Buenos Aires en 1938

Ecléctica en todas las facetas de su vida, con amigos y contactos en ambientes muy distintos, la escenógrafa, gestora teatral y dramaturga no tuvo problemas para encontrar trabajo en Madrid. No existían cargos contra ella por su pasado republicano y Luis Escobar, entonces uno de los popes del teatro en la dictadura, la nombra encargada de vestuario del teatro Español. Poco después conoce a la cantante y actriz Nati Mistral y empieza a trabajar para ella como escenógrafa y asesora de vestuario. Ya como veterana mujer de teatro, Victorina ve acercarse la hora de su jubilación. Pero creadora incansable como era, intensifica su actividad como pintora y realiza varias exposiciones de sus obras figurativas. Vivió ciega sus últimos años, murió nonagenaria, pero ni siquiera esa limitación le impidió seguir pintando. Personaje infatigable, Durán quiso dejar huella de su legado y de su opción de vida y por ello escribió su autobiografía, dividida en tres partes, y que se publicó en 2018 en la Residencia de Estudiantes. Para Eva Moreno-Lago, que ha seguido esas huellas durante una década, desde que escribiera su tesis doctoral sobre Victorina, esta mujer de teatro total, artista poliédrica, que aguarda un reconocimiento mayor de la cultura española. “Quizá esta biografía sirva para esa causa”, concluye esperanzada la biógrafa.

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