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Caballero Bonald: “No hay motivos para ser optimistas”

José Manuel Caballero Bonald. / J.M.B.

Juan Miguel Baquero

Había páginas más allá de la última voluntad literaria de José Manuel Caballero Bonald. Después de Entreguerras, que el propio autor pensaba como finiquito, aparece Desaprendizajes (Seix Barral). Un poemario en prosa con el que el escritor se muestra crítico con el mundo contemporáneo. Con la vida, con la cultura… “De optimismo no tiene nada este libro. Me hubiera gustado. Pero no hay motivo para ser optimistas”, dice sobre un texto regado de pérdidas, de rebeldías, de luchas y soledades.

Porque Desaprendizajes también atiende a crisis diversas, indignados y desahucios, a leyes mordaza que provocan “inseguridad ciudadana”, a los desheredados. Y naufragios. Cataclismos personales y colectivos. Poemas que Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) carga con la fuerza del que olvida lo aprendido para escrutar nuevos sentidos. Para despedazar quizás, con textos cargados “de ironía y sarcasmo”, el cariz grave y malaconsejado del escenario social.

El autor –Premio Cervantes 2012, Nacional de Poesía 2008 y Nacional de las Letras 2005– desaprende como enfrentamiento a una realidad que no comparte, “a cosas que han enseñado de mala manera”. Con poemas “dispuestos tipográficamente como si fueran prosa”, en un libro “publicado contra todos los pronósticos”. A contracorriente. “Se podría llamar una poética del desaprendizaje”.

“Quien no duda es lo más parecido a un imbécil”

En Entreguerras “resumía los episodios más significativos de mi biografía”, cuenta Caballero Bonald. Aquel libro “testamentario” recogía “todo lo que me quedaba por decir”. Especuló el poeta con ese finiquito pero aparecieron fotografías de una sociedad cubierta “con sábanas de hospital pobre”.

Retratos sociales que surgen de las propias dudas del escritor. La incertidumbre “te hace meditar y ver las cosas de una manera más apacible”. Y quien no vacila ni titubea “es lo más parecido que hay a un imbécil”. La duda como actitud personal, como “factor desencadenante del pensamiento”.

En su nuevo libro, a Caballero Bonald le gusta buscar a Juan Ramón Jiménez, a Antonio Machado, a Luis Cernuda. El “andaluz verdadero”, dice, “es el reconcentrado, el introvertido, el melancólico”. Lo otro es farándula. “El andaluz jaranero, alegre, dicharachero, exagerado… son tópicos y lugares comunes que detesto y no me parece que respondan al verdadero tipo de andaluz, que es el que Cernuda ha descrito por ejemplo en Ocnos”. Un andaluz estereotipado con el que “nada tengo que ver aunque me siento muy andaluz”, culmina.

Desaprendizajes traza en poemas la deriva mundana. Como el “drama bélico” de Oriente Próximo. O lugares más cercanos, caso del Parque Nacional de Doñana, paisaje “reiterativo” en su literatura y que pinta como la mítica Argónida. “Ver desde mi ventana la desembocadura del río y los pinares de Doñana es para mí una recompensa impagable”, observa.

Y cae en los espacios de la vida cotidiana y palpa los excluidos. A los más desheredados. “Los mendigos transportan sus pertrechos por calles sofocantes, inocuas, desdeñosas. No observan lo que ocurre, tienden sin convicción la mano en el aire abúlico del anochecer o caminan remisos, taciturnos, como a despecho de sus propios pasos. Escogen un trayecto en espiral cuyo trazado conduce consecuentemente al punto cero de la privacidad…”. Así retrata en uno de sus poemas “a los mendigos en general”, a esos que no tienen nada y que Esperanza Aguirre, candidata conservadora a alcaldesa de Madrid, quiere impedir que duerman en la calle “porque ahuyentan a los turistas”.

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