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Ni escribir palabras es literatura ni hacer cuentas es matemáticas

Clara Grima

Bueno, ya estamos de vuelta al cole y ya estamos de vuelta a la pregunta de siempre, ¿qué y cómo se enseña en las clases de matemáticas? Y sí, soy muy pesada con este tema, pero es que me da la sensación de que le damos la espalda a las nuevas tecnologías cuando nos interesa, o cuando no se nos ocurre cómo ocupar el espacio y el tiempo que nos dejan libre.

Este verano mi hijo estaba haciendo unos problemas de matemáticas (ese es otro tema que me pone tensa, por qué los niños que superan el curso con éxito tienen que trabajar también en verano para preparar el curso siguiente, ¿no se sienten seguros con lo que les han enseñado ellos durante el mismo?) y me enseñó el siguiente ejercicio diciendo: “No puedo hacerlo, mamá. Faltan datos”.

Y tenía razón. O no.

Cuando digo que el niño tenía razón me refiero a que si no te dicen en qué fecha empezar a contar (para el apartado de los meses, por ejemplo) no sabes cuántos días tienen cada unos de esos meses, si son 30 o 31, y si no sabes el año, no sabes si en esos 27 meses has pillado algún febrero con 29 días.

Cuando digo que no, que el niño no tiene razón, me refiero a que sin esos datos, el problema es chulísimo y es de verdad un problema de matemáticas. Sí, de verdad, porque resolver este problema tal y como está planteado implica que el alumno (de 6º de primaria en este caso) tenga que analizar todos los casos posibles en función de la fecha inicial. Resolver así el problema, sin dato inicial, implica que el niño sepa distinguir qué casos debe contemplar y cuáles no: no es lo mismo empezar en marzo de un año bisiesto que en marzo de un año que no lo sea, pero es lo mismo empezar en enero de un año bisiesto o en enero del año anterior a uno bisiesto. Lo dicho, así sí es un problema de matemáticas que implica saber multiplicar si es lo que quieren comprobar, pero también razonar, detectar todas las posibilidades y descartar las que sean iguales. Les dejo que lo intenten, es un buen ejercicio mental y es gratis porque este medio es digital. Ya, ya sé que Teófila diría que hay que pagar la conexión a internet, pero se puede leer en una biblioteca pública que tienen wifi gratis.

Pero me temo no, que el propósito es, puesto que no aparece la fecha inicial, que se consideren todos los meses de 30 días que es muy cómodo en este caso. Muy cómodo, sí, pero es falso.

Supongamos que escribo un libro y no coloco ninguna tilde, pero añado una nota diciendo: “Todas las palabras de este libro se pueden considerar acentuadas según las reglas de la Real Academia Española”. Si podemos hacer suposiciones para facilitar la aritmética, también las podríamos hacer para la gramática, ¿o no?

Y aún aceptando que cada mes tiene 30 días, ¿qué problema es este para un niño de 6º de primaria? ¿Calcular el producto de 27 por 30? ¿En 6º de primaria?

Si, por el contrario, les diesen la fecha inicial para empezar a contar, no es tan chulo, ni mucho menos, pero, al menos, el niño tendrá que escribir la lista de los 27 meses implicados, detectar los de 30 y 31, y decidir si el año que le dan es bisiesto o no y, en virtud de ello, asignar 28 o 29 días a los febreros implicados. Algo es algo...

Una discusión similar, aunque más simple, se podría hacer con el problema de los 42 años.

Yo no estoy en contra de que los niños aprendan y practiquen el cálculo con operaciones aritméticas. De hecho, en los primeros años, a ellos les emociona decir “ya sé sumar”, “ya sé multiplicar” o “ya sé dividir”. Y eso es importante, que les emocione. Pero la destreza en el cálculo no debe ser nada más que un paso inicial, como aprender a conducir un balón para jugar al fútbol. Pero superada esta fase inicial, en mi opinión, lo que se debería hacer es entrenarlos a pensar, a razonar, a identificar los problemas de su día a día que se pueden modelizar con matemáticas, buscar los datos que necesitan para resolverlos y descartar los que sean superfluos. Vamos, lo que se dice pensar.

Pero no, en la mayoría de los casos se sigue insistiendo en entrenar a los estudiantes en hacer cuentas, que harían más rápido con un ordenador, sin saber para qué las hacen y, esto es lo peor, sin inculcarles ningún interés en conocer la solución. Y sí, en el futuro, estos alumnos estarán frente a un producto bancario y, posiblemente, no entenderán de qué les están hablando o se creerán a pie juntillas todo lo que largue el Tribunal de Cuentas.

Claro, que en los tiempos de LOMCE que se avecinan, de poco sirve que en la clase de matemáticas se les inculque pensamiento racional si en la siguiente hora se lo van a creer todo por fe que, como dice Pat Condell, no es que trascienda a la razón, es que la esquiva...

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