Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
No vuelvas a culpar a una mujer maltratada
“Un día me di cuenta,
de que tú no eras el centro de mi universo…universo
era yo.
Y eso, me ha salvado“
Ya está bien de que siempre ocurra lo mismo.
Que tras cada asesinato cometido por un maltratador, que tras cada violación, que tras cada menosprecio solo por ser mujer, se cuestione y se culpe a la víctima.
Un maltratador asesina a su mujer y es raro que no se repita siempre la misma historia…
El párrafo en la noticia que indica que “ella nunca denunció a su pareja”.
El comentario del vecino que certifica que “él era muy buena persona”. El que subraya… “no es asesinato, ha muerto”.
Y esas frases típicas lanzadas en los bares, en las redes sociales o en el supermercado que, junto a un posterior silencio, culpan una y otra vez a la mujer: “¿Cómo es posible que se haya dejado meter en eso y no reaccionar?” “¿Por qué no ha denunciado?” “¿Por qué callaba?” “Si se dejaba, es porque le gusta que le peguen y maltraten” “Algo le debía pasar a ella, porque para meterse en una relación tóxica...”.
No. Ella no es la responsable.
Y no lo es por muchas razones.
Primero, porque no tienes ni idea de lo que una maltratada vive. Ni de lejos. Por mucho que ella misma lo cuente, aunque seas su mejor amiga, su hermana o su madre. No lo sabrás porque ella solo será capaz de contar una parte de todo. Porque esas otras partes las lleva al olvido para poder seguir viviendo, y otras parecen olvidadas pero permanecen como traumas en su interior. Por lo tanto nunca, jamás, sentirás lo que ella sintió. Para empezar porque tú no te enamoraste de la persona que luego a ella le golpeaba o le lanzaba palabras como puñales, para después prometer la luna llena y pedir perdón. A eso, suma si existe algún tipo de dependencia que ate más al maltratador, como que él sea el que trae el dinero a casa o que insista que no le puedes quitar a los hijos.Así que antes de adelantarte y prejuzgar, sé consciente de que NO sabes nada de la relación, ni de lo que ha vivido en realidad.
Segundo. Si la mujer calla, si lo oculta, si tarda en decidirse... no es porque le apetezca, sino por vergüenza, por el qué dirán y porque la sociedad mira a otro lado. Vergüenza porque nadie quiere asumir que se ha convertido en una muñeca a manos de quien amaba, una marioneta a la que él dominaba. Vergüenza por no responder, por no hacer frente, por callar, por guardar silencio ante los gritos o insultos. Vergüenza por el qué dirán, porque el entorno más íntimo la juzgue como “loca por permitirlo” y la hagan sentir culpable. Y si la mujer maltratada calla es también porque la sociedad calla, porque algunas instituciones callan y parte de la justicia las callan. Hay “justicia” que absuelve al maltratador, instituciones que reciben a la maltratada y no saben ni cómo atenderla, pasando por una sociedad permisiva, que ríe chistes machistas, que tolera la violencia contra la mujer, que tiene la visión de que el feminismo son feminazis, que considera normal todos los mitos del amor romántico, que piensa que si en una relación se llega a la violencia es culpa de los dos, que ella debe de haber hecho algo… Y, como añadido, el efecto de que te señalen como “mala mujer”. Porque hasta ahora la “buena mujer” es la que calla, la que es capaz de esperar hasta que él vuelva a ser el de antes, la que debe ser paciente, la que debe callar cuando él diga para no enfadarlo, la sacrificada, la altruista, la que debe priorizar a él siempre. Y todo lo que no sea eso, se critica.
Y tercero. Si la mujer calla, si lo oculta, si tarda en decidirse... no es porque le apetezca, sino porque tiene un miedo instalado hasta el tuétano. No es como el miedo que se tiene a lo desconocido, ni el miedo a la muerte. Es más bien como el miedo de la niñez a la oscuridad, o cuando se pensaba que vendría un monstruo. Es un miedo que es pesadilla, sudor y respiración entrecortada. Es un miedo sin aliento, que se agarra a las entrañas. Un martilleo en la cabeza, unas arcadas y unas nauseas que se agolpan formando un nudo en cada suspiro. Es un miedo que bloquea, coarta, limita, anula y borra, que mata en vida, que para la respiración y el corazón. Que congela tanto el tiempo que se piensa que se vivirá así eternamente.
Y ese miedo es el que genera la Indefensión Aprendida, esa incapacidad de hacer frente por evitar una nueva disputa. Esa incapacidad de hacer frente porque, a esas alturas, el maltratador ya ha convencido a su víctima de que es ella la culpable, la responsable de todo, la que no lo hace feliz. ¿Para qué defenderse (piensa ella) si nada de lo que diga o haga impide la agresión?
Ese miedo la paraliza y, a ratos, disminuye cuando él dice “no tengas en cuenta mis enfados”, “es sólo un ataque de rabia”, “te quiero”, “quiero estar contigo”… La mujer vive en una distorsión de la realidad, es confundida de forma continua, porque él le hace creer que aún es de quien se enamoró, y que todo lo malo que sucede lo ocasiona ella.
¿Cómo podemos parar los asesinatos machistas?
¿Cómo podemos parar los asesinatos machistas? Para empezar, que cada uno y cada una, no culpemos a la maltratada. Porque en ese caso nos convertimos también en maltratadores, porque ejercemos una violencia secundaria.
¿Cómo responder si una mujer confiesa que ha sido maltratada? Para empezar, di solo que la felicitas por salir de ello. Así comenzará a darse cuenta de su poder. Ese es el primer paso para salvarse.
Así que nunca dejes de tener claro esto cuando veas violencia machista:
El culpable es ÉL.
ELLA es la víctima.
No maltrates a la maltratada.
Su vida, las vidas de todas, van en ello.